San Lorenzo de Brindisi, el fraile que “valía lo que un ejército”
Cada 21 de julio la Iglesia celebra a San Lorenzo de Brindis (Bríndisi), franciscano capuchino proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa San Juan XXIII en 1959.
“Me basta Jesús crucificado” (San Lorenzo)
Giulio Cesare Russi -nombre de pila del santo- destacó en los estudios desde pequeño gracias a su buena memoria y a la claridad de su razonamiento. De adolescente, tocó las puertas de los franciscanos capuchinos de su ciudad Brindisi y fue recibido por ellos con beneplácito. Giulio se descubría llamado a seguir de cerca los pasos de San Francisco de Asís.
A poco de haber ingresado a la vida religiosa, tuvo un diálogo con su prior que quedaría grabado en su memoria para siempre. El prior quiso advertirle de la dureza y austeridad de la vida franciscana -al probarla la mayoría de jóvenes jóvenes desistía hasta de los más firmes propósitos-. Se dice que el diálogo fue un poco así:
«Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?», preguntó Giulio. «Sí, lo habrá», respondió el superior. «Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir, por amor a Él, cualquier padecimiento», acotó el muchacho con presteza. Giulio había abierto de par en par el corazón al Señor, y Él estaba transformándolo todo. Al recibir el hábito religioso, Giulio tomó el nombre de “Lorenzo”».
Presentar el Evangelio a “nuestros hermanos mayores” (San Juan Pablo II)
Como diácono empezó a predicar con insistencia en diversos lugares. Dios le concedió un ánimo especial para la predicación, y el joven fraile se esmeró en desarrollar ese talento. No pasaría mucho tiempo para que Fray Lorenzo suscitara las primeras conversiones entre quienes lo oían. El franciscano sería ordenado sacerdote en 1583.
Después, el Papa Clemente VIII le encomendó un ministerio muy especial: predicar a los judíos e intentar ganarlos para Cristo. Muy pocos conocían y dominaban la lengua hebrea como Fray Lorenzo, y el Pontífice deseaba que el Evangelio fuera anunciado con cercanía y calidez a quienes son “nuestros hermanos mayores” (expresión con la que el Papa Juan Pablo II solía referirse al pueblo judío).
Ya desde los tiempos universitarios en Padua, Lorenzo había demostrado una habilidad poco común: conocía casi a la perfección el hebreo, el arameo y el caldeo, además del latín y el griego. El franciscano también hablaba español, italiano, francés y alemán.
El secreto de una buena homilía
Cierto día un sacerdote le preguntó a Lorenzo cuál era su “secreto” para predicar tan bien, a lo que él respondió: «En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte, a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo».
Fray Lorenzo fue también ejemplo de ascetismo y sobriedad con las cosas materiales: dormía sobre tablas, se levantaba en las noches a rezar los salmos, ayunaba con pan y verduras, huía de los honores y hacía su mejor esfuerzo para mantener el buen humor con todos.
Viajó a Alemania para unir fuerzas con el Beato Benito de Urbino. Ambos capuchinos se dedicaron a la atención de las víctimas de la peste que asoló ese país hacia el último cuarto del siglo XVI. De la mano del beato, fundó conventos en Praga, Viena y Gorizia.
Contrarreforma
Lorenzo deseaba contribuir con su apostolado al movimiento de la Contrarreforma. En ese propósito, se inspira en lo hecho por el holandés Pedro Canisio y se entrena en la dialéctica teológica. Fruto de sus disputas con teólogos protestantes son, por ejemplo, las Lutheranismi hypotyposis [El luteranismo hipotético] escritas en tres volúmenes, y una síntesis de las Disputationes de Roberto Belarmino.
Fray Lorenzo sería elegido superior general de su Orden, los Hermanos Menores Capuchinos, desempeñándose en ese cargo entre 1602 y 1605. Después de ese periodo solicitó no ser reelegido, pues estaba convencido de que Dios lo prefería dedicado a otro tipo de menesteres. ¡Y vaya que Dios tenía otros planes para el franciscano!
«Seguro de que él solo valdría lo que un ejército» (Papa Clemente VIII)
El Papa Clemente VIII le pide a Lorenzo que colabore de cerca con el emperador germano Rodolfo II, y lo convierte en su representante diplomático. En un momento complicadísimo para los germanos, el santo tuvo que lidiar para conseguir el apoyo de todos los príncipes alemanes y poder hacer frente a una inminente invasión turca.
Involucrado por la obediencia con la casta militar, Fray Lorenzo se hizo capellán del ejército imperial.
Así, antes de la batalla definitiva, el franciscano arengó a los soldados, poniéndose de pie ante todos y dando instrucciones con voz fuerte. Luego sale al frente del ejército, en la primera línea, con sus dos únicas armas: el crucifijo y su fe. Ese día, los turcos sufrieron una aplastante derrota. El Papa, después de recibir la noticia del triunfo exclamó: “Seguro de que él solo [Lorenzo] valdría lo que un ejército» (Clemente VIII).
Obrero de la paz
De vuelta tras la victoria, el santo permaneció en el convento de Gorizia. Después el Papa le encomendó otras misiones diplomáticas en favor de la consolidación de la paz en diversas partes de Europa.
El santo se retiró finalmente al convento de Caserta. Allí era frecuente verlo arrebatado, en éxtasis, durante la celebración de la Misa.
San Lorenzo de Brindisi partió a la Casa del Padre el 22 de julio de 1619, el mismo día de su cumpleaños. Fue canonizado en 1881 y, en 1959, San Juan XIII le otorgó el título de Doctor de la Iglesia.-
Aciprensa