Nuestra alforja del camino
Ángel Oropeza*:
El largo transitar de los venezolanos por el desierto, en procura de la tierra prometida de la libertad y la justicia, requiere en la actual coyuntura de ciertas condiciones para lograr que la fatigosa y difícil travesía culmine en el destino deseado. Necesitamos ciertos implementos en nuestra alforja de camino. Para los montañistas, el contenido de su alforja puede ser la diferencia entre lograr su objetivo o fallar, incluso, entre la supervivencia o la muerte en el intento.
Pues bien, para todos colaborar efectivamente con la tarea de hacer posible la transición a la democracia es necesario que revisemos nuestras alforjas y morrales, para asegurarnos que estén presentes y a la mano algunas herramientas que pueden hacer la diferencia entre alcanzar la meta o quedarnos sólo cerca de ella.
Mencionemos apenas algunas de ellas:
1) Aunque la lucha es de todos, porque de todos es el país y de todos será su suerte, no todos podemos hacer lo mismo. Es mucho más útil e inteligente que cada quien se organice en torno a una tarea concreta, de las muchas que requiere esta etapa de la lucha. Eso sí, actívese. No es la hora de espectadores, sino de actores. Todos hacemos falta.
2) En modelos autoritarios de dominación, no basta sólo con votar. Esto, por supuesto, es indispensable, pero no suficiente. Es necesario incorporarse en cualquiera de las modalidades de defensa del voto. No sólo asegúrese de dónde le toca votar (recuerde que puede haber cambios de última hora), sino organícese con sus vecinos para activarse en cualquiera de las tareas de ese día.
3) ¿Por qué lo anterior es tan importante? Porque, como cristianos, lo verdaderamente central es que el pueblo venezolano, de manera soberana y democrática, pueda expresarse libremente y decidir qué tipo de conducción política quiere para su país. Por eso, la tarea más importante frente a este domingo 28 es asegurar que la gente pueda expresar libre y soberanamente su decisión electoral. El poder elegir es un derecho humano al que no se puede renunciar nunca y la Iglesia tiene el deber de proteger ese derecho humano.
4) De cara al país por construir, una cosa es la necesaria justicia y otra el revanchismo y la venganza. Así como hay que condenar los irresponsables llamados desde el poder a un “baño de sangre” si el pueblo decide que quiere otro Gobierno, del mismo modo poco contribuyen a la tarea de liberación democrática las amenazas de retaliación masiva y hasta de exterminio generalizado de quienes hasta hace poco simpatizaban con el Gobierno e, incluso, de algunos que todavía lo apoyan. Además de ajeno a nuestra naturaleza como cristianos, el cerrarles las puertas de salida a todos los funcionarios militares y civiles y prometerles una muerte segura al iniciarse la transición política, es la mejor forma de nuclearlos en defensa propia. Por tanto, la inteligente amplitud y el sentido democrático de la justicia son indispensables en nuestro morral.
5) Aunque no es fácil huir de los dualismos argumentales y mucho menos de los emocionales, es crucial escapar de las tentaciones extremas del triunfalismo y de su contraparte, el derrotismo. Ambos no sólo suelen ser falsos, como ocurre con las simplificaciones y generalizaciones indebidas, sino que nos llevan a distorsionar la necesaria percepción y análisis de la realidad, y nos conducen a decisiones y conductas que atentan contra la consecución del objetivo.
6) Si sabemos que las armas preferidas de los opresores son la creación de desesperanza y la división de las fuerzas democráticas, por favor no nos prestemos ni a lo uno ni a lo otro. Es el momento de la unidad superior. Para ser exitosa, la transición hacia una nueva Venezuela requiere superar el lenguaje maniqueo de traiciones, conspiraciones de trastienda y otras ridiculeces que han contaminado nuestra cultura política, y avanzar hacia una narrativa democrática de tolerancia e inclusión progresivas. No sólo es necesario, sino además inteligente.
7) A pesar del legitimo cansancio y de la hasta explicable frustración de algunos por lo largo y rudo de esta batalla, la cercanía de un crucial punto de inflexión, como lo es este 28 de julio, nos obliga ahora más que nunca a insistir y no desfallecer. Por ello, la perseverancia es una herramienta indispensable en nuestro morral de camino. Las grandes obras, decía Samuel Johnson, no son llevadas a cabo por la fuerza, sino por la perseverancia. Perseverancia que no es lo mismo que paciencia, la cual es criminal pedírsela a un pueblo que ha sufrido tanto. No se trata de esperar, se trata es de no desistir, y menos cuando se está tan cerca de la primera meta. El goteo del agua hace un hueco en la roca, escribió el poeta Ovidio, no por la fuerza, sino por la persistencia.
8) Finalmente, una herramienta indispensable en nuestra alforja de lucha es no olvidar nunca por qué estamos haciendo esto. Se trata de la lucha de un inmenso país sufriente que se cansó de padecer y unos pocos que se han enriquecido con ese sufrimiento. Más que una batalla política, es un imperativo ético y de dignidad. Venezuela necesita un Gobierno que le sirva a la gente, no que se sirva de ella para enriquecerse. El éxito de la transición se va a medir por su capacidad para lograr que la gente, especialmente los más pobres y vulnerables, sufran menos. Por tanto, preparémonos desde ya para eso y presagiemos hoy, con nuestra palabra y nuestra conducta, el tipo de relaciones que queremos para el país que vamos a construir.
Las condiciones históricas indican que esto va a cambiar pronto. Pero no cambia solo. Las herramientas que tengamos en nuestra alforja de lucha pueden ayudarnos a acercarnos a la meta o a alejarnos de ella. Lo cierto es que Dios nos bendijo al permitirnos ser testigos y protagonistas de estos momentos de inflexión y cambio. Hagámoslo bien.
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*Ángel Oropeza es psicólogo, doctor en Ciencia Política, profesor titular de la UCAB y la USB y miembro del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco
Imagen: EFE