Opinión

Después de la reciente devolución de un rehén por Hamás, estamos próximos a desatar la cinta amarilla

Hay símbolos que nacen en la cultura popular y terminan ascendiendo al rango de emblemas morales, la cinta amarilla es uno de ellos.

Zeyron Talks/Medio Oriente:

Después de la reciente devolución de un rehén por Hamás, muchos sienten que estamos a un paso de desatarla, pero sería un error, los símbolos no se levantan hasta que la historia termina, y esta todavía no ha cerrado.

La genealogía de esa cinta amarilla es fascinante, no la inventó un gobierno, ni una ONG, ni un comité de crisis. La sembró una canción. “Tie a Yellow Ribbon Round the Old Oak Tree” irrumpió en los años 70 como una simple balada sentimental, pero capturó algo profundo, la angustia del que espera y la fragilidad del que regresa. Un hombre que vuelve a casa sin saber si alguien lo sigue esperando, y pide una señal, un lazo amarillo en un viejo roble. Si la cinta está allí, todo sigue en pie, si no, seguirá su camino sin mirar atrás.

Ese gesto mínimo, una cinta amarilla en un árbol, se convirtió en un lenguaje universal. Cuando Estados Unidos vivió la crisis de los rehenes en Irán entre 1979 y 1981, miles de familias lo adoptaron como mensaje silencioso de resistencia. No podían liberar a nadie, pero podían decirle al mundo que no habían renunciado. Desde entonces, el lazo amarillo quedó tatuado en la memoria colectiva como el símbolo del cautiverio y la esperanza, el mensaje era simple, casi bíblico, “Si estás ahí afuera, seguimos esperándote.”

Tras la masacre del 7 de octubre de 2023, ese símbolo volvió a encenderse, esta vez en Israel. En balcones, farolas, solapas, mochilas, parques y en cada ciudad de la diáspora. La campaña Bring Them Home Now no necesitó inventar nada, tomó la cinta amarilla y la transformó en la denuncia más poderosa contra la normalización del terrorismo. Cada lazo es un grito silencioso, cada lazo es un recordatorio de que hay vidas inocentes sometidas al secuestro como táctica política, cada lazo le dice al mundo “sabemos quiénes faltan, y no vamos a hacernos los ciegos.”

La reciente devolución de un rehén abre una pregunta incómoda, ¿es hora de retirar el símbolo? La respuesta es rotunda, no. Mientras falte uno solo, vivo o muerto, la cinta amarilla es un compromiso y no una decoración. Dejarla caer ahora sería como rendirse cuando el sobreviviente todavía está en camino al viejo roble, sería romper el pacto emocional que define a una comunidad que se niega a abandonar a los suyos.

Muchas Organizaciones entienden esto con claridad quirúrgica, la cinta no se desata hasta que todos vuelvan, incluso aquellos que solo pueden regresar envueltos en la dignidad de una sepultura. La liberación parcial no es victoria, y el secuestro, sostenido por Hamás como método, no se combate solo con diplomacia, también con símbolos que no se resignan.

El día que las cintas se retiren será un acto casi ceremonial, será la prueba de que, pese al terror, la sociedad mantuvo la columna vertebral moral. Pero mientras los cuerpos de los últimos dos rehenes no regresen, mientras sus nombres sigan escritos en el aire, el lazo no va a moverse, no todavía.

Y así, en esta espera tensa, la canción de los años 70 vuelve a tener un sentido inesperado, el viejo roble ahora está en Tel Aviv, en Jerusalén, en Nueva York, en Buenos Aires. La cinta amarilla sigue allí, firme, vibrando con el viento de todas las diásporas. Y hasta que el último de los secuestrados no llegue a casa, sin importar en qué estado, nadie desatará nada.

Todavía estamos esperando, y el mundo sabe exactamente por quién.-

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