Opinión

Golpe a golpe

Lo que debe hacerse -en especial, los Gobiernos democráticos- es rechazar con contundencia el resultado oficialista y validar las actas publicadas por el comando opositor

Marcos Villasmil:

El neofascismo chavista -qué importa que se sigan llamando socialistas, en realidad han sido por más de treinta años practicantes muy meritorios de la vocación de verdugos que ha caracterizado siempre a los movimientos fascistas- surgió en 1992 de un golpe de Estado fracasado que tuvo entre sus consecuencias un número de muertos que todavía no logra un acuerdo unánime sobre cuántos fueron. Solo se sabe que fueron decenas de fallecidos. Tamaña desgracia nunca provocó un mea culpa, al menos una mención de pasada, mucho menos una explicación, de parte del fallecido líder del cada vez más decadente movimiento que se decía revolucionario.

Luego del burdo fraude electoral de este 28J, ¿podremos pensar que, así como su aparición fue mediante una fallida intentona golpista, su final será como consecuencia de un burdo pucherazo con ánimo inequívocamente golpista?

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No debería lugar a dudas: pase lo que pase en los próximos días y semanas, el 28J el pueblo venezolano firmó con entusiasmo el acta de defunción del neofascismo chavista. Que no queden dudas al respecto; las protestas del 29 y 30 son clarísimas, si no fíjense en las hoy fervorosamente destruidas estatuas del barinés.

Ellos afirman tener el poder. Gozar de autoridad. Usar y abusar de la violencia. De los tres conceptos, solo han poseído, abundantemente, el último.

Hay que tener cuidado con juntar palabras que en realidad no se pueden emparejar fácilmente, como esas tres, autoridad, poder y violencia, si bien el discurso político, sobre todo el autoritario, busca unirlas según le sea conveniente. ¿Quién no ha oído, en algún país latinoamericano, a un uniformado prepotente afirmar más respeto, que yo soy la autoridad”?

Hannah Arendt realizó un profundo análisis sobre los conceptos de autoridad, poder y violencia. Su obra, marcada por los horrores del siglo XX, buscaba comprender las dinámicas del poder político y los mecanismos que permiten el surgimiento de regímenes totalitarios.

Para Arendt, la autoridad es un fenómeno fundamental en la vida política. Se basa en el respeto mutuo y en la legitimidad que una persona o institución adquiere por su posición, por su moral ejemplar, por su capacidad de juzgar con firmeza, pero con prudencia. La autoridad no se impone, sino que se gana a través de los actos justos de la persona con “auctoritas”.

Se caracteriza por no ser coercitiva; se basa en el consenso y la aceptación voluntaria. Es estable: Se construye a través de la tradición y la costumbre. Es limitada: se ejerce dentro de un determinado marco institucional y moral.

El poder, según Arendt, es una manifestación de la pluralidad humana. El poder no reside en un individuo, sino en la relación entre los individuos y en la capacidad de estos de actuar en común.

El poder es necesariamente plural, se manifiesta en la acción conjunta de muchos; en democracia debe utilizarse para construir y crear, no para destruir y atacar. Es asimismo frágil, porque depende de la participación activa de los ciudadanos.

Por último, la violencia, en contraste con el poder, es un medio destructivo. Para Arendt, la violencia es siempre un fracaso del poder. Cuando el poder se pierde, la violencia se convierte en el último recurso para imponer la voluntad.

La violencia se caracteriza por ser destructiva, tiene como objetivo anular al otro; es instrumental, porque se utiliza como medio para un fin; es parásita: se alimenta del poder que busca destruir.

La distinción entre poder y violencia es crucial para ArendtLa violencia, al ser un fracaso del poder, no puede generarlo.

Al chavismo, siempre carente de autoridad y desde hace años cada vez con menos poder, solo le queda la violencia, que han ejercido de múltiples maneras.

Para la historia queda esta frase de María Corina Machado“defender la verdad no es violencia; ultrajarla sí lo es”.

 

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Han sido violentos. Fueron golpistas. Fraguaron fraudes desde su llegada al Gobierno. Perdieron legitimidad -la poca que tuvieron al inicio, por su primer triunfo electoral- a velocidad supersónica.

En verdad, en medio de una producción colosal de mentiras en estos 25 años de zozobra y desgracia para Venezuela, Maduro solo ha dicho dos oraciones con voluntad de hacerlas verdaderas: no entregaremos jamás el poder», y «ganaremos las elecciones por las buenas o por las malas”. Ejemplos de violencia sin autoridad ni poder democráticos.

“Por las buenas o por las malas” los ha llevado a pelearse en el exterior con antiguos aliados, a atacar a partidos y líderes socialdemócratas, a adoptar posturas de esquizofrenia política, con una auténtica pérdida de contacto con la realidad, como por ejemplo la afirmación que rompió todos los diques de civilidad: La amenaza de Maduro de que habría un “baño de sangre” si la “derecha extremista” llegaba al poder.

Quisieron mantenerse «por las malas», y el fraude fue tan colosal, que apenas días después de la elección ya no es necesario que se siga pidiendo reconteo de actas; ya las actas fueron publicadas por la oposición, y son documentos que están a la vista de todos.

Lo que debe hacerse -en especial, los Gobiernos democráticos- es rechazar con contundencia el resultado oficialista y validar las actas publicadas por el comando opositor. 

María Corina Machado ha insistido siempre que la lucha es “hasta el final”. Hoy tenemos más claro que nunca que ese final no solo implica el retorno de la luz y esperanza democráticas a nuestro país, sino el entierro definitivo del chavomadurismo, en una fosa común ubicada en un camposanto ruinoso como su obra, donde asimismo yacerán todos los fracasos, mentiras, corruptelas, violencias y odios que quisieron imponernos a los venezolanos y ciertamente no pudieron.

Con el fracasado golpe del 28J ellos mismos cerraron la puerta de una negociación realista sobre la transición. Como afirmó Ricardo Hausman en una nota reciente, “el régimen de Maduro tiene en este momento menos estabilidad que una estatua de Chávez”.

Tuvieron una última oportunidad de sobrevivencia: aceptando la derrota, dando un paso al lado -más bien al exterior, a un país que los acogiera amigablemente- y entregando el partido -refundado ahora con el irónico nombre de “Movimiento Futuro Venezuela”-, a jóvenes como el gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez.

No lo hicieron, y el Movimiento Futuro luce, a los pocos días de su nacimiento, sin futuro. Como todo el chavomadurismo.

Nacieron de un golpe de Estado fallido. Se irán luego de un nuevo intento de golpe, un fraude electoral burdo, inepto y fracasado.-

El Venezolano/América 2.1

 

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