Entrevistas

El Padre General de la Compañía de Jesús analiza la situación de Venezuela

Piero Trepiccione y Andrés Cañizalez/Revista SIC:

En la octava edición de Perspectiva País, una sinergia entre Medianálisis, la Fundación Centro Gumilla y la revista SIC, Piero Trepiccione y Andrés Cañizalez tuvieron la oportunidad de conversar con el padre general de la Compañía de Jesús, el venezolano Arturo Sosa, s.j., pocos días antes de la elección presidencial en Venezuela. Quien fuera Provincial de Venezuela (1996-2004), rector de la Universidad Católica del Táchira (2004-2010), director del Centro Gumilla y de SIC (1979-1996) y reconocido por su servicio a los sectores más vulnerables del país y en el escenario internacional, ofrece una visión poselectoral del país donde la reconciliación nacional obtiene el rol protagonista 

–Piero Trepiccione: El Prepósito General de Arturo Sosa, bienvenido a Perspectiva País. Es un verdadero placer que nos acompañe en el día de hoy.

Arturo Sosa, s.j.: Muy buenos días para una parte del mundo, muy buenas tardes para otra parte del mundo donde yo estoy. Muy agradecido por esta oportunidad de conversar un poco con ustedes.

–Andrés Cañizález: Bueno, vamos a comenzar, Arturo. Perdona, padre, que ya lo tutee después de tantos años conociéndonos.

–Arturo Sosa, s.j.: Me sigo llamando Arturo.

–Andrés Cañizález: La posición en la que tú estás, pues, te permite estar en contacto con muchos países, con muchas comunidades en diversos continentes ¿Percibes que, a propósito de las elecciones venezolanas, ha vuelto a resurgir una cierta atención sobre el proceso político en Venezuela?

–Arturo Sosa, s.j.: Pues mi impresión desde aquí, desde Italia, es que no tanto. Aquí, en Europa, lo que está copando noticiosamente los medios son la guerra de Ucrania, la guerra en Gaza e Israel y también la situación europea, porque en este momento, como ustedes saben, también está toda la transición después de las elecciones europeas y la transición por la nueva Comisión Europea. Ese debate está mucho más presente. La situación de Francia, por ejemplo, también ocupa mucho espacio; digamos, en Italia, América Latina no está casi nunca, Venezuela tampoco. Posiblemente ayer o antier salieron algunos elementos en la prensa italiana sobre Venezuela, pero no es el caso. España ha estado un poco más atenta, creo, por lo que yo veo desde aquí, pero ciertamente no ha ocupado un espacio especial.

–Piero Trepiccione: Obviamente Venezuela es un tema que ha tenido impactos regionales, como el tema migratorio, que es la tercera migración según la ONU después de Afganistán y Siria. Después de arduos procesos de negociación, de conversaciones, se ha llegado a un proceso electoral que se va a realizar justamente este domingo 28, y uno de los temas que más preocupa a las venezolanas y a los venezolanos, en general, es qué va a ocurrir después del 28. ¿Cómo se puede promover una reconciliación? ¿O es posible promover una reconciliación en el país que se ha venido dando desde las bases, desde los sectores populares, mientras que el liderazgo político quizá se mantiene en una polarización electoral que es muy distinta a lo que los sectores populares y las bases del país están pensando?

–Andrés Cañizález: Yo diría, Arturo, que parte de la preocupación que hemos ya compartido con Piero y con otros invitados en este espacio tiene que ver con ese escenario poselectoral. Obviamente en un escenario electoral está toda la polarización, las posiciones encontradas, pero pensando después del 28 de julio, ¿cómo plantearse la convivencia? El país no va a acabar con las elecciones, y desde la sociedad hay bastantes señales de que las personas en Venezuela están apostando a un clima de convivencia y de respeto a las diferencias.

–Arturo Sosa, s.j.: Yo creo que la pregunta que están haciendo pone la tensión que está objetivamente sobre el tapete. Ciertamente hay esa esperanza de una transición, de que no solo después del 28 no pasen nada, sino que ya está pasando algo. Estamos viviendo un proceso, de lo que se puede percibir incluso desde fuera, sumamente intenso. Hay mucha expectativa puesta sobre las elecciones del 28 y después de las elecciones. Y existe una tensión por lo que la gente espera, porque creo que la gente espera tener la oportunidad de participar ampliamente y libremente en el proceso electoral, que haya un respeto a la normativa y un respeto al deseo o resultado de la votación, sea el que sea, y que lo que suceda después de eso sea también una transición en paz. Pero evidentemente nadie puede asegurar nada porque depende mucho de las reacciones, depende mucho de cómo se ve el proceso mismo, que no ha sido fácil llegar hasta aquí.

Todos los inconvenientes, puestos de una parte y de otra, han creado también un clima de tensión junto con ese deseo profundo de hacer lo que hay que hacer en paz, como transición política o como acto electoral, por lo menos, no ha sido fácil. ¿Qué va a suceder el mismo día? Pues depende mucho de lo que suceda en el transcurso del día, de cómo se ve el proceso mismo y de cómo se den las reacciones de los actores políticos ante el resultado, que se acepte, que se pronuncie, que se anuncie. Bueno, ahí depende mucho lo que puedan hacer los días siguientes y, obviamente, entre los actores destacados en ese proceso están los líderes y los candidatos de cada uno de los polos en este momento y por supuesto la Fuerza Armada.

La Fuerza Armada tiene un rol muy importante, sin quitarle importancia al Consejo Nacional Electoral que, de alguna manera, desde la percepción que he tenido desde aquí, ha estado un poco en segundo plano, cuando ciertamente es la autoridad, o sea, es el Poder Electoral en términos institucionales de la Constitución venezolana, y el que tiene una enorme responsabilidad de garantizar que el proceso, el acto y los resultados electorales sean confiables para la gente que participa. Ese acto también es sumamente importante, que ciertamente el Consejo Nacional Electoral ejerza lo que la Constitución le pide que ejerza. O sea, es un poder institucional del Estado que garantiza ese momento tan importante en cualquier democracia que es la confiabilidad del voto, de la voluntad expresada a través del voto de los ciudadanos.

–Piero Trepiccione: Padre Sosa, a propósito de esto último que ha señalado sobre el rol del Consejo Nacional Electoral, ¿qué otras condiciones, qué otros elementos, qué otros factores –tanto de la política interna del país como de la geopolítica global– serían necesarios para acompañar este proceso posterior al 28 de julio y que comienza a partir del 29 de julio? Todo apunta a que efectivamente va a estar enmarcado en una serie de negociaciones, pero para que ello pueda fluir con cierta normalidad, ¿qué otras condiciones adicionales al rol institucional del Consejo Nacional Electoral se requerirían para una situación tan particular como esta?

–Arturo Sosa, s.j.: Bueno, lo mismo que he dicho del Consejo Nacional Electoral, que además cuando hablo del Consejo no me refiero exclusivamente a los rectores, porque ustedes conocen tanto como yo la complejidad del sistema electoral venezolano, que va desde los rectores, que tienen una responsabilidad importantísima, pero eso va a todos los niveles, pasando por cada estado hasta llegar al nivel de las mesas.

En las mesas hay una autoridad electoral, que son los miembros de las mesas, que pueden hacer más fácil o más difícil el proceso. Y el acto del conteo de los votos en la mesa, por ejemplo, es importantísimo que se pueda dar realmente con participación ciudadana muy abierta, y que la gente se quede satisfecha de que realmente lo que se expresó en la urna es lo que aparece después en las actas y lo que se transmitió. Todo ese proceso, me refiero desde la perspectiva del Consejo Nacional Electoral, es un proceso donde intervienen muchísimas personas con muchas diferentes responsabilidades, pero es una maquinaria que hace que sea posible y que la percepción del acto electoral sea de confianza en lo que se hizo, en que se está realmente escuchando la voluntad de la gente y se está respetando la voluntad de la gente.

Lo mismo hay que decir de todos los demás, en el hecho mismo electoral tiene una participación directa la Fuerza Armada. O sea, la Fuerza Armada es la que custodia los materiales, el centro electoral, la que puede facilitar o entorpecer de alguna manera el proceso mismo, el acto final de las elecciones, etcétera. Y, por supuesto, al final la Fuerza Armada son las que tienen que contribuir con su lealtad a la voluntad popular de la Constitución de la República, a que se respete el derecho electoral.

Por supuesto que el Gobierno tiene una responsabilidad enorme porque el Gobierno es el Gobierno. O sea, el Gobierno tiene que garantizar el orden público, tiene que garantizar que se atenga a la Constitución y, por supuesto, los demás participantes en el acto electoral tienen que asumir su propia responsabilidad en lo que están haciendo.

Creo que, si es verdad lo que se viene diciendo desde los micrófonos, en las campañas electorales, de que hay una sintonía entre los participantes en las elecciones y la gente, los votantes, los electores, esa sintonía tiene que expresarse en las condiciones para que la transición siguiente sea realmente en paz.

Obviamente es una transición que no es nada fácil. No es nada fácil porque se viene de un proceso, yo diría, con muchas heridas. No solamente la campaña misma y el proceso electoral, sino que venimos de años en ese proceso, que no solamente son los 25 años del gobierno de Hugo Chávez y Maduro, sino que vamos atrás. O sea, la situación intensa en Venezuela no comenzó en el año 99, comenzó bastante antes, como lo sabemos bien. Ese proceso ha ido dificultando precisamente el pasar de la tensión, de estar en una de las partes, de disminuir la polarización, de reconocer las heridas y la responsabilidad de cada uno en esas heridas, porque las heridas no son de una sola parte. Ahí hay un pueblo herido, un pueblo herido de muchas maneras.

Ustedes hicieron mención al fenómeno migratorio, esa es una de las sangrías más grandes de las heridas que ha sufrido la sociedad venezolana en los últimos años.

Entonces, ese proceso de reconocer las heridas y de querer curarlas, que comienza por reconocer la responsabilidad de cada quien en la causa de las heridas, es una condición indispensable para que podamos pasar, primero, a un diálogo, para que podamos conversar como personas, para que nos reconozcamos como personas, para que podamos de verdad sentarnos como ciudadanos del mismo país, como personas que también tienen muchas cosas que proponer y sanar, para pasar entonces a la negociación. Porque si no se parte del reconocimiento del otro, de su situación, de su historia, de sus heridas, de sus responsabilidades; si no se escucha no es posible pasar al diálogo y mucho menos a una negociación.

–Andrés Cañizález: Tú hacías mención, Arturo, y bueno, eres una persona que ha estudiado el sistema político en Venezuela extensamente, de cómo hemos visto estas heridas o esta situación de tensión de las últimas dos décadas y un poco más, pero que también habían cosas que se estaban incubando desde mucho antes. Obviamente tú eres un observador que sigue Venezuela, pero también te toca seguir muchos temas en el mundo, no estás dedicado solo al tema venezolano, pero eres una persona que tiene muchos elementos de análisis. ¿Te parece que hay indicios de que podamos estar a las puertas de un nuevo ciclo político en Venezuela?

–Arturo Sosa, s.j.: Yo quisiera hacer un previo a la pregunta exacta que fue de tu premisa. A mí me preocupa mucho el tema de la memoria histórica en Venezuela, que nunca ha sido nuestra fuerza como sociedad. O sea, hemos sido una sociedad con memoria corta. Con memoria corta y con memoria muy superficial. O sea, que no se partió por grandes sectores de la población, por varias generaciones. Entonces, bueno, ese es uno de los temas importantes, porque el tema de la democracia, el tema de un pueblo democrático no nació ayer y no nació en el 2000 y no nació ni siquiera en 1958. Es una historia que viene prácticamente desde el tiempo de la independencia. O sea, que la gestación de un pueblo ha sido de un pueblo que pueda llegar a ser un pueblo sujeto a democracia. Es un tema que ha preocupado a los políticos, a los intelectuales, a la gente durante mucho tiempo y que hemos ido dando el paso adelante y atrás, adelante y atrás, durante muchos años, y en ese marco histórico el papel tanto de los dirigentes políticos como de los militares ha sido siempre muy importante. Es una de las cosas que habría que tomar en cuenta en una negociación para realmente dar un paso hacia el futuro. La memoria no se puede perder.

Yo creo que en este momento otra cosa que hay que cuidar es no idealizar o hacer un intento de nostalgia del pasado, como si antes sí fuimos y ahora no fuimos. Antes sí éramos y ahora no lo somos. No, hemos sido muchas cosas y hemos ido cambiando, pero el pueblo actual de Venezuela es muy distinto al pueblo del año 2000, y muy distinto de los 80 y muy distinto de los años 50 y 60, cuando se dio la transición de la dictadura militar encabezada por Marcos Pérez Jiménez hacia el sistema de partidos políticos. Pero bueno, esa tensión de reconocernos como creadores de futuro y no como nostálgicos del pasado me parece que es sumamente importante. También tenemos que rescatar lo positivo de esa memoria, por ejemplo, la terquedad del pueblo venezolano en apostar por la democracia. Es decir, ha sido una constante durante muchísimo tiempo que, además, se ha buscado de muchas maneras y que ha tenido situaciones mejores y peores a lo largo de muchos años de historia.

Pero yo voy a meter otra cuñita porque ustedes que me conocen de hace mucho tiempo saben que no puedo no hablar del tema de la cultura rentista en Venezuela y su vinculación con la democracia. Porque resulta que la transición a la que estamos enfrentados no es solamente una transición de régimen político, es una transición de régimen económico y es una transición de régimen cultural. O sea, del corazón que nos hemos puesto. Nosotros, desde que Venezuela se hizo dependiente prácticamente de la renta petrolera, tanto en lo político como en lo económico, eso se convirtió en una cultura. Nosotros tenemos que asociar el estilo democrático con el estilo rentista, con una especie de dependencia del Estado, y ahí hay un problema muy, muy serio, porque la democracia rentista ya no es posible en Venezuela y no es deseable. No es deseable porque la democracia rentista siempre le da la última palabra al Estado y no al ciudadano. Y eso hace muy difícil que la democracia realmente se consolide como el régimen donde el pueblo organizado, el pueblo ciudadano, es el sujeto, y donde el bien común es la perspectiva. Entonces, yo creo que no podemos simplificar la transición, es decir, no podemos hacerla simplista.

La transición, en cualquiera de los sentidos que se quiera orientar, es una transición sumamente compleja. Y ojalá que todos los liderazgos que existen en el país sean conscientes de la importancia de ayudar a que la complejidad se asuma como tal, y no a tratar de agarrar un solo pedacito, un solo hilo y querer solucionarlo. No basta un cambio de gobierno; no basta ni siquiera un cambio en la proporción de las fuerzas, en la atención de las fuerzas políticas. No basta un cambio en la publicidad. No basta un cambio en los medios de comunicación. Es una cosa que tiene que abarcar la complejidad de la vida social en un continente que es bien distinto del continente de hace 20 o 30 años, y en un mundo, además, que también es mucho más complicado que hace 20 o 30 años, por ejemplo, en materia democrática. La democracia en el mundo hoy está viviendo una situación difícil. O sea, que una transición democrática en este momento, en cualquier parte del mundo, es una apuesta contracorriente, porque las tendencias en el mundo lamentablemente van en otra dirección.

–Piero Trepiccione: Bueno, yo quiero hacer mención al portal Efecto Cocuyo, que también está transmitiendo esta conversación con el padre general de la Compañía de Jesús a través de YouTube, además de la red nacional de Radio Fe y Alegría para toda Venezuela, desde diferentes lugares del territorio venezolano. Y a propósito del futuro, yo le voy a llamar Arturo también. Voy a entrar en esa confianza con Andrés.

–Arturo Sosa, s.j.: Bienvenido, bienvenido.

–Piero Trepiccione: En esa mirada al futuro, digamos, esa apuesta al futuro y esa mirada esperanzadora al futuro, sobre la cual muchos venezolanos, muchas venezolanas, están en este momento alineados a propósito del proceso del domingo y de lo que ha venido sucediendo en los últimos tiempos en el país. ¿Cuál sería el rol, Arturo, que tú ves que deben asumir los partidos políticos de cara a ese país que viene, independientemente del resultado electoral del 28 de julio? ¿Cuál sería ese rol, no solo, digamos, en la construcción justamente de una convivencia democrática donde se acepten todos los actores, sino también en los procesos de reconciliación y de la recuperación de la confianza en la política y sus diferentes actores? Arturo, yo sé que tienes un rol como padre general de los Jesuitas en el mundo, pero también eres politólogo y has sido estudioso de los fenómenos políticos, no solo en Venezuela, sino en buena parte del mundo. Entonces, nos gustaría tu opinión sobre ese futuro, sobre ese rol de los partidos políticos, de las organizaciones políticas, de cara a esa construcción de los caminos de reconciliación en el país.

–Arturo Sosa, s.j.: Gracias, es una pregunta un poco compleja la que me has hecho, pero hace unos días hizo mención en un artículo en El Nacional, Ignacio Ávalo, el amigo “Nacho” –que debe estar muy contento este año porque ganó La Guaira–, hizo una mención a un análisis de Moisés Naím, que lo sintetiza en lo que él (Naím) llama Las tres “Pes”, que son la gran amenaza para la democracia en el mundo. Y bueno, la primera es el tema del populismo, y el tema del populismo da mucho para pensar en el proceso nuestro. Precisamente las crisis políticas en Venezuela están asociadas a la separación entre la diligencia y las bases sociales populares. En la medida en que los partidos se separan de la vida de la gente ordinaria, del pueblo, de los ciudadanos venezolanos, se pierden la perspectiva y pierden la capacidad de fortalecer una toma de decisiones democráticas.

Bueno, y eso es lo que ha pasado, lo que le pasó al sistema de partidos políticos, lo que le pasó al régimen actual, o sea, cada quien fue por su lado, la vida de la gente, el bienestar de la gente… Y voy a poner un solo ejemplo para esto, que es el tema educativo.

Si algo realmente ha sido importante para el proceso venezolano es el acceso a la educación, y en eso se han distinguido muchas, varias generaciones. Y resulta que la educación siempre ha sido mejor en los momentos en que ha funcionado la conexión entre la dirigencia partidista política y la sociedad. La educación puede ser un termómetro de esa vinculación entre quienes toman decisiones desde el nivel del Estado o desde las oposiciones a los gobiernos, y la gente y la democracia.

Entonces, la primera responsabilidad de los partidos políticos, y la primera responsabilidad de quienes dirigen los partidos, es aumentar, profundizar la conexión del partido con la gente. No solo con sus militantes; una conexión que no sea solo ideológica, o sea, que no sean los míos y los nuestros, los míos contra los otros, sino que sea una conexión con la vida, con la vida de las personas. Y que los partidos, por supuesto, tienen diferencias de programa, de ideología, pero tienen que partir de la misma realidad que quieren gobernar, que quieren propiciar el cambio o la transición.

Entonces, eso para mí es el primer mensaje para el futuro inmediato de Venezuela: realmente crear organizaciones políticas, partidos que estén conectados, enraizados en la vida de las personas, en la vida de los venezolanos y los demás que viven en Venezuela, haciendo posible que exista el país. Y sin eso lo demás se convierte en una lucha externa, en una lucha por un poder que no es poder, que es más bien dominación, y eso es lo que es el populismo. El populismo es la separación total entre la gente y el partido, o quienes se pretenden dirigentes. No les queda más remedio entonces que reprimir, no les queda más remedio que dominar, no les queda más remedio que sustituir en su lenguaje al pueblo, como si ellos fueran el pueblo, y es imposible entonces la democracia. De ahí se pasa rápidamente a la segunda “P”, que es la polarización, pero no voy a entrar en ese momento.

–Andrés Cañizález: Pues yendo en la misma línea de lo que te planteaba Piero, en relación con el papel de los partidos político, muchas de las personas se identifican vinculadas a instituciones de la Iglesia católica en Venezuela. ¿Cuál sería a tu juicio, Arturo, el papel de la Iglesia católica en esta nueva etapa del proceso político? Tú bien has mencionado en varias ocasiones la palabra transición en un sentido amplio de lo que se entiende por transición. A partir de estas elecciones, ¿qué papel puede tener la Iglesia católica en esta nueva etapa?

–Arturo Sosa, s.j.: La transición es importante porque, ciertamente pase lo que pase el 28 de julio, el país no es el mismo. Este proceso no es indiferente, no es un capítulo que se cierra. Es algo que ha pasado en la sociedad venezolana y hace falta una transición, hace falta asimilar lo que está pasando y que tiene un momento culminante el domingo 28, y más bien el lunes 29, cuando se anuncian los resultados electorales. El papel de la Iglesia es el mismo de siempre. El papel de la Iglesia, en primer lugar, es ser testigo de lo que somos. Anunciamos una buenísima noticia, la noticia de la posibilidad de la reconciliación. O sea, la noticia que tenemos nosotros en el corazón, lo que mueve nuestros actos como Iglesia, es precisamente decir, mira, es posible, es posible la reconciliación. También lo decimos claramente, no es fácil.

La reconciliación es un camino que nosotros llamamos pascual, es un camino que pasa por el sufrimiento y por las tensiones, es decir que pasa por la pasión y por la cruz. Si no somos capaces de ver el sufrimiento de la gente, o sea, la cruz de los demás, de los que están hoy sufriendo injustamente, porque la cruz es un sufrimiento injusto; si no somos capaces –voy a hablar muy en venezolano– de “encaramarnos” en la cruz, y también nosotros, la Iglesia, de ver desde la cruz, no podemos hacer lo que quisiéramos proponer. Entonces, precisamente la reconciliación es posible porque por ese camino, que implica compartir el sufrimiento y esa humanidad que se desprende de ahí, de la entrega de la vida, es que es posible la reconciliación.

La Iglesia, creo que durante mucho tiempo, en Venezuela y en otras partes del mundo se ha puesto ahí, se ha puesto a vivir junto con la gente. Yo creo que en Venezuela la Iglesia está ahí como parte de la sociedad venezolana, viviendo lo que todo el mundo vive. Y lo vive, además, con solidaridad, buscando echar una mano donde se puede. Pero una mano también que dice “es para allá”. Queremos hacer posible ese camino de la reconciliación.

–Piero Trepiccione: Hay un documento que tiene ya algunos meses circulando, debatiéndose en el seno de la Compañía de Jesús, a propósito de esto último y del rol de la Iglesia, el documento del Estado de la Sociedad, el Estado de la Compañía de Jesús, el De Statu Societatis. Allí mencionas, en varias oportunidades, una frase muy emblemática que habla de un cambio de época. Estamos desmarcados en un cambio de época y esta situación venezolana no escapa a ese cambio de época que está viviendo la humanidad, que tiene los impactos de la era digital, entre otros elementos que están incidiendo directamente en ese cambio de época. Arturo, ¿cuáles serían los énfasis sobre los cuales la Iglesia católica y la propia Compañía de Jesús estarían trabajando para reconfigurarse a partir de esas señales que se están emitiendo enmarcados en ese cambio de época?

–Arturo Sosa, s.j.: En ese documento al que te refieres se señala –digo se señala porque, aunque la responsabilidad de ese documento es mía, no es mío. Es el fruto de un trabajo de lo que se llama la Congregación de Procuradores en la Compañía de Jesús, donde participan jesuitas de todas partes del mundo–. Se pone como signo del cambio de época las migraciones, que está significando un proceso. Primero, una denuncia a la explotación, a la injusticia, a la estructura de injusticia que produce la pobreza y que produce la migración forzada. Hay ya un señalamiento muy importante. Estamos hablando de más de 100 millones de personas al año que se ven forzadas a dejar su casa, su país, su familia, su estilo de vida, y muchas de ellas pasan años en el proceso de migraciones de un sitio a otro. Bueno, esa ya es una primera cosa, una denuncia. Pero, además, eso está generando una nueva humanidad. Porque si bien hemos reconocido desde hace tiempo las diferencias culturales, es muy distinto cuando tú la ves en televisión, en un documental de National Geographic, o cuando tienes la diferencia en tu casa, que es lo que está pasando en todas partes del mundo, que hoy nos encontramos con personas de diferentes culturas, de diferentes orígenes viviendo al lado de nosotros, viviendo con nosotros, participando en la misma sociedad que nosotros.

Ese fenómeno de mezcla cultural, o sea, de contacto entre culturas diversas puede venir con grandes dificultades, porque aquí en Europa se vive con mucha pasión ese tema de aceptar a los migrantes –que no emigran por gusto, ya que la mayoría no va a ser un turista, sino que busca mejores condiciones de vida y quiere colaborar a que todos vivamos mejor–, aceptar la diferencia cultural, aceptar la igualdad, aceptar que somos la misma gente. Cuando la patria se nos ensancha ya no somos únicamente los que nacimos en este pueblo, o en esta región, o en este país, somos la humanidad que está buscando una estructura distinta. Esto del cambio de época, políticamente hablando, es un desafío de cómo crear una estructura de toma de decisiones que tome en cuenta el bien común de la humanidad.

Ahí entra la otra dimensión a la que no nos hemos referido en este momento, pero que no la podemos olvidar, que la relaciona con el medio ambiente. O sea, porque todo esto no solo está poniendo en riesgo la democracia y muchos países, sino que está arriesgando la vida en el planeta Tierra. Estamos deteriorando de tal manera los recursos naturales y las relaciones con el medio ambiente que arriesgamos a que podamos vivir, tener los recursos para vivir.

Entonces, el fenómeno del cambio de época realmente genera, por una parte, esa visión clarísima de que lo que hemos tenido no está funcionando, que hace falta otra cosa, y también nos pone en el gran desafío de hacerlo. Y yo lo veo con esperanza. Creo que también la humanidad tiene los recursos para lograr dar pasos y crear una situación mucho mejor que la que tenemos. Y ahí tenemos un papel como Iglesia, por supuesto, porque tenemos un mensaje, tenemos un modelo de relaciones humanas que queremos proponer y que queremos multiplicar. Pero también como latinoamericanos, que hemos sido fruto de colonia, de migraciones, de intercambios entre personas, de intercambios entre culturas, con grandes diferencias en los tiempos y en los lugares, pero con una experiencia con la que también tenemos algo que aportar.

En Venezuela ahora hablamos los que se han, pero durante muchísimas décadas fue un país receptor, de acogida de muchas personas de muchas partes del mundo. Eso, de alguna manera es una experiencia que podemos brindar y que nos puede ayudar a nosotros mismos como venezolanos, como país, como sociedad venezolana, a entender que los cambios no son para asustarnos sino para negociar.

–Andrés Cañizález: Pues Arturo, vamos a tener que ir cerrando siempre estas transmisiones. Todo lo que es este espacio mediático está siempre limitado de tiempo. Te voy a hacer una pregunta yo, luego Piero, y ya de esa manera nos despedimos, siempre agradeciendo tu buena disposición. Además, me siento muy complacido de saber que estando con tantas responsabilidades globales que tienes, estés tan atento al tema de Venezuela. Y quiero cerrar justamente con una pregunta mía en relación con eso. Primero, si las ves y si las ves, ¿cuáles son esas señales de esperanza que te genera Venezuela en este contexto?

–Arturo Sosa, s.j.: El año pasado visité Venezuela. Visité, como visito a otras provincias, la provincia de Venezuela. Y junto con el impacto tan fuerte que me llevé al encontrarme con la crisis de las escuelas –y me refiero muy específicamente a las escuelas de Fe y Alegría que fueron las que visité, y a los colegios de la Compañía en Caracas y en Puerto Valle, la Universidad de Caracas y en San Cristóbal y en Puerto Valle–, es que, en un contexto tan difícil, porque los salarios de los maestros o de los profesores universitarios son una cosa que ustedes la conocen bien, nadie ha aflojado. No se ha cerrado ninguna escuela de Fe y Alegría; por el contrario, se han hecho enormes esfuerzos, con gran creatividad, para que la escuela no solamente atienda el cuaderno de la matemática o la ortografía, que también hay que mejorar, sino que se ha ocupado del contexto vital de sus alumnos, de sus familias, etc. Entonces, digamos que por ahí me quiero meter en el asunto de la esperanza.

En Venezuela la gente ha seguido viviendo; no ha sobrevivido, ha seguido viviendo. Hay una capacidad vital tan grande en la gente venezolana, en la gente que vive en Venezuela e incluso en los que se han ido, porque los que se han ido lo han hecho para vivir y para hacer vivir, para ayudar a vivir. Es decir, no han huido de la vida, de la vida de Venezuela o de la vida de su familia, o de la vida del mundo. Esa tensión vital, esas ganas de vivir, es lo que me da mucha esperanza.

–Piero Trepiccione: Hay una pregunta que le está formulando Andrés Izarra. Le da las gracias y además señala que sería interesante que complementara su análisis con el tema de la polarización, sobre todo bajo la luz de la reconciliación que usted ha mencionado, que usted viene pregonando. Entonces, una profundización sobre este tema, Arturo, para ya ir entonces cerrando y como lo señaló Andrés, pues agradeciendo tu disponibilidad por este maravilloso espacio.

–Arturo Sosa, s.j.: La polarización es el principal enemigo de la reconciliación. En la medida en que hay mayor polarización, se aleja la posibilidad de un proceso real de reconciliación. La reconciliación tiene que comenzar con despolarizar, por ponernos en el mismo plano, reconocernos como sujetos del mismo proceso y con los mismos derechos, características y  posiciones distintas; pero esto no puede ser con la polarización, porque lleva a que no solamente tengo diferencias, sino que se convierte en un enemigo y a los enemigos hay que eliminarlos. Entonces, por ese lado no es posible.

La reconciliación es exactamente la dirección contraria a la polarización. El primer paso es despolarizarse, el segundo paso es reconocerse como persona, el tercer paso es reconocer mi participación en las heridas que se han causado. Sin eso es imposible lograr una reconciliación. Hay un paso interior de cada persona y hay un paso en la relación con los demás. Entonces, cuando se dan esos pasos, se puede llegar a la necesaria negociación política. La negociación política, o sea, no basta el diálogo, hay que llegar a la negociación. Y la negociación, por supuesto, sin diálogo no se puede dar.

La negociación que se hace a partir del diálogo también supone que soy capaz de cambiar mi posición inicial. La negociación no se hace para obligar al otro o para convencer al otro de la posición que yo tengo, que uno de los polos tiene. Se hace para lograr una posición que no es ni la mía ni la tuya, sino una tercera posición o una distinta posición que supone que yo tengo que ceder parte de ella para construir una cosa nueva. Sin ese paso no se da.

Yo no puedo cerrar esta reflexión sobre la reconciliación sin utilizar una palabra que en muchos oídos suena casi como imposible, que es la palabra perdón. Nosotros no podemos llegar a una verdadera reconciliación si además de asumir las responsabilidades –hay que asumirlas, las que cada quien tiene–, no somos capaces de perdonar. Porque si lo que convertimos en justicia es una venganza, lo que hacemos es una nueva herida, no curamos una herida. La única cura que hay para una herida es, por supuesto, la justicia, y eso pasa por reconocer las culpas y posiblemente por tener que reparar lo que se hizo. No como un castigo, sino por reparación, para establecer el tejido que se rompió. Pero el perdón también es necesario. El perdón es necesario para que de verdad podamos tener una relación reconciliada, una sociedad reconciliada.

–Andrés Cañizález: Muy brevemente, Víctor Álvarez, economista, pensador y una persona que en los últimos años viene trabajando mucho el tema de la reconciliación, y ya con esto sí cerramos, Arturo, plantea tres opciones. ¿Cuál es la cruz que hay que cargar para lograr el reencuentro y la reconciliación? Creo que está respondiendo de alguna manera por lo último que mencionas, pero te lo comento. Él dice silencio y olvido; opción dos, verdad y perdón, y, opción tres, verdad y justicia.

–Arturo Sosa, s.j.: Bueno, creo que la primera la desecho de plano. Silencio y olvido no es reconciliación. O sea, la verdad es necesaria. La verdad es necesaria, la justicia es necesaria, y por supuesto el perdón también. Pero hay una discusión sobre la justicia: ¿qué es justicia? Porque la justicia puede entenderse, yo lo dije antes, como venganza, y eso no es justicia. La justicia puede entenderse como castigo, que tampoco es justicia. El gran fracaso de la mayor parte de los sistemas judiciales en el mundo es que los castigos, cuando se hace una falta, se convierten no en una manera de reparar, o sea, de recuperar a la persona o a la situación, sino más bien en ponerla peor. ¿Qué es justicia? Y esa es una de las oportunidades que quizás se pueden abrir en una transición. O sea, encontrar un tipo de justicia que sea de verdad reparativa. Una justicia que ayude a la reconciliación, no que la retrase o la haga más difícil, y mucho menos que se convierta en venganza. Y ahí en ese proceso entra en algún momento el tema del perdón.

Les doy las gracias también a ustedes, sé que estamos cerrando. Muchas gracias y saludos a los que se han hecho presentes de esa manera, con sus preguntas a Víctor, Andrés, que nos conocemos también hace tiempo. Y bueno, ojalá que todos podamos poner un poquito o mucho, todo lo posible, en este proceso que en Venezuela está surgiendo para bien de todos.

–Piero Trepiccione: Muchísimas gracias. Muchísimas gracias, Arturo, por la confianza que nos has dado, que me has dado, te llamo de esa manera. Gracias por tu tiempo, por tu dedicación y por ese especial seguimiento que le haces a tu país, a Venezuela, aún con todas las responsabilidades globales, como mencionaba Andrés, que tienes en tu cargo de prepósito general de la Compañía de Jesús en el mundo, y tu dedicación desde Roma. Muchísimas gracias. Creo que has compartido palabras muy esperanzadoras, que de alguna manera orientan el camino a los venezolanos, a las venezolanas en estas horas, especialmente electorales, de cara al proceso del domingo, pero también a los meses y años que vienen, afianzados en la palabra esperanza. Muy valiosas tus palabras, Arturo, de verdad que infinitamente agradecido por tu tiempo.

Este espacio es producto de una sinergia entre el Centro Gumilla, la Asociación Civil Medianálisis, el programa radiofónico en este país, el portal Efecto Cocuyo, la revista SIC, la Red Nacional de Emisoras de Fe y Alegría para toda Venezuela. Así que, infinitamente agradecidos, Arturo, e infinitamente agradecidos a todos y cada uno de los que se conectaron tanto por Facebook como por YouTube, y las distintas plataformas que hemos tenido hoy interconectadas para escuchar tus palabras de esperanza.

julio 28, 2024

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