Breves notas sobre el poder y la fenomenología concomitante. El caso Venezuela (1)
Se diría que el ascenso al mando despierta emociones en las personas favorecidas, en mayor o menor medida
Nelson Chitty La Roche:
Pero qué importa la eternidad de la condenación a quienes han encontrado en un segundo la infinidad del goce!
Charles de Baudelaire
Sabemos que el poder frecuentemente transforma a sus dignatarios. Es una repetida constatación que se basa en la observancia histórica desde la más profunda antigüedad. Ciertamente Roma brindó varios episodios de esa experiencia y recordar a Julio César, no impide hacerlo con Nerón o Calígula que descollaron especialmente, con desplantes que esculpieron sus nombres en la piedra de la memoria universal.
Se diría que el ascenso al mando despierta emociones en las personas favorecidas, en mayor o menor medida. Una señora parienta de un entrañable amigo y compadre, usualmente discreta, por cierto, intervino en una conversación familiar sobre, ¿cómo conocer a un personaje y su verdadera naturaleza? con una pregunta a su vez, reveladora; ¿Ese señor ha mandado? Para realmente saber quién es, debe vérsele en un ejercicio de poder.
En términos sencillísimos y a los fines de la más clara comprensión, diremos que el poder es la trascendencia, la prevalencia, el dominio de uno(s) sobre otro (s) que deriva de las decisiones entre las voluntades concernidas, en el marco de las relaciones societales que forman parte de la cosmovisión humana.
Montesquieu, por citar a uno de muchos que se han referido al poder, señala, al poder, provisto de una compulsión al abuso, al exceso, a la desviación, a tornarse patológico. Lord Acton y lo parafraseo, nos advierte que “El poder corrompe y, el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Más recientemente y dentro de una reflexión académica, Karl Loewenstein lo califica de demoníaco, y por otro lado, uno de los más importantes filósofos del derecho contemporáneo, Luigi Ferrajoli, apunta y lo menciono de memoria, “El poder tiene tendencia a acumularse y más aún, a librarse del Derecho.”
Bertrand De Jouvenel, en un texto clásico sin discusión, examina al mismo tiempo la razón por la que se obedece, y Étienne de la Boetie ausculta esa compleja relación entre el poder y aquel que lo padece o lo asume como una sujeción a la cual se debe atado, claro que oponiéndosele o aceptándolo, lo que define al destinatario en cuestión.
Max Weber nos acompaña en la meditación; famosísima es su presentación del Estado como un ente para garantizar el poder, desde el ordenamiento jurídico y la coacción física. Hans Kelsen por su parte, pretende la separación de la moral y el Derecho, negando también la coacción física como el instrumento del poder para el poder. La norma rige y su racionalidad se erige como un elemento que marca la pauta, y el rigor no puede desequilibrar la dinámica de democracia y tolerancia.
Marx se erecta para científicamente persuadir que las relaciones económicas y los roles que van perfilando en virtud de ellas, son las bazas sobre las que se constituyen las relaciones de poder.
Segismundo Freud se anticipa y originaliza de su episteme el conocimiento del hombre, en su composición e integración del inconsciente donde se alojan caracteres propios del ser humano que inciden dramáticamente sobre su relación con los otros seres humanos. Su trabajo sobre la psicología de las masas, valores y los intereses humanos, elucida bastante lo que de suyo aún conserva muchos secretos.
Michel Foucault¸ desde una perspectiva antropológica, aborda el asunto y, profundiza en el ser para, desde allí, avanzar distintas y complejas conclusiones. No está satisfecho con la andadura conceptual que proporciona el Derecho. La mira insuficiente y casi inútil. Hurga mas hondo, en el hombre y en su contexto. Toma del cáliz de Freud y de Marx entretanto.
Solo cito algunas aseveraciones que me vienen al espíritu, apurado por enviar mi artículo de prensa a tiempo y a propósito de ello y resignando por esta vez, el aspecto religión, el de identidad entre algunos más; antes de entrar en el propósito de estas notas y la glosa que cabe, perdónenme, pero, acoto una afirmación más, de Michel De Certeau, para acercarme a lo que deseo resaltar hoy; “No hay relaciones de comunicación que no sean, inseparablemente, relaciones de poder” y así llegamos a Manuel Castells y su valiosa tesis sobre el tema, que desnuda buena parte de lo que hoy hace imposible creer y pensar qué es verdad.
La semana próximam Dios mediante, iniciaré evocando a Hannah Arendt y su postura sobre el poder, a contracorriente, como era de esperarse, para luego, llegarle al puzzle Venezuela, en su momento actual.-
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@gmail.com, @nelson.chitty