La trampa
En las coordenadas políticas del país es evidente que, aunque el terror, la represión y el encarcelamiento de los disidentes imponen un aire de normalidad en las calles, la realidad sobrepasa no al ciudadano sino a los detentores de facto del poder
Robert Gilles:
El hambre de poder de Maduro lo ha sumergido en un cataclismo, político y personal, que trata de ocultar sembrando el terror. Sólo puede apelar a esto y nada mas que a esto. Terror o nada. Pero a medida que pasan los días y se va entrampando más en su propia sarta de mentiras, con las que pretende justificar el golpe de estado que perpetra contra la soberanía popular, Maduro y su régimen van llegando al punto sin salida para ellos.
En las coordenadas políticas del país es evidente que, aunque el terror, la represión y el encarcelamiento de los disidentes imponen un aire de normalidad en las calles, la realidad sobrepasa no al ciudadano sino a los detentores de facto del poder. Maduro apuesta a una regularización del conflicto que ni él mismo se cree, lleva en sus hombros el peso del desprecio popular sin precedentes, nadie más que él sabe cuán pesado es ese fardo. Y ese desprecio se condensa hora tras hora en una olla que quizá no tenga la presión necesaria para contenerse. En todas las calles, en cualquier escena rutinaria de la cotidianidad, los venezolanos se reafirman entre sí la verdad de lo ocurrido el 28J.
La jugada de apelar al tribunal supremo para que su sala electoral certifique una victoria improbable de Maduro, ya no es comestible internacionalmente, y nadie en Venezuela cree que esa sea la instancia en la que se hará valer la decisión de cambio que tomamos de forma abrumadora.
Así que en ese aliento contenido que parece ser la situación venezolana, debemos caer en cuenta de la realidad: es Maduro quien está entrampado en un callejón sin salida y el dique que contiene su desenlace es precario, está muy fracturado y tarde o temprano cederá. Es su régimen el que está envuelto en la oscuridad. Y no hay un país dividido siquiera, no hay un fiel de balanza en este recorrido emprendido desde el 28J, la realidad del desprecio (asco) nacional es la peor pesadilla para quienes apelan temerariamente a la sinrazón.
Y a todas esas trampas que ellos mismos se tienden, se suma la inteligencia y la prudencia del liderazgo de María Corina Machado, pues el régimen contaba con una reacción incendiaria que reforzaría no solo su discurso, sino que permitía abrir las puertas a mayor represión. La sensatez política de quien tiene la verdad en sus manos es un preciado bien que no podemos perder, sobre todo ahora que la transición empezó de manera irreversible en cada ciudadano que votó el 28J y eso constituye la mayor victoria moral del país, en ese campo no pueden ganarnos ya.
No ceder en la esperanza y en la conciencia cívica es el empeño en el que debemos enfocar todas las fuerzas en este momento tan peligroso y oscuro. La verdad, como acto supremo de toda libertad, no necesita de la violencia para imponerse. No hay verdades violentas. La violencia es el último recurso de aquellos que tienen que imponer por la fuerza una mentira para que sea verdad.-