Rafael Luciani: “La sinodalidad es el mejor aporte que puede hacer la Iglesia”
Para reconstruir el tejido social que hoy se encuentra fragmentado
Entrevista al teólogo venezolano, experto y facilitador en el Sínodo de la sinodalidad.
“Leer los documentos del sínodo ayudaría a aclarar muchas dudas y especialmente a aquellas personas y grupos que se están oponiendo al proceso sinodal”
“La II Conferencia general del episcopado latinoamericano de Medellín 1968, es clave en este proceso sinodal, no sólo por la eclesiología del pueblo de Dios, sino también por la imagen de Iglesia de iglesias”
“La Iglesia latinoamericana ha sido una de las que más ha aportado a que este proceso sinodal se construya en torno a la idea de Pueblo de Dios”
“La escucha no es simplemente una práctica metodológica, es un modo mediante el cual se va haciendo una imagen de iglesia, que es la iglesia sinodal”
“Lo que va emergiendo no es simplemente una práctica metodológica e instrumental, sino una forma de ser y de operar en la iglesia, que es la iglesia sinodal en misión”
“El ministerio de la teóloga y del teólogo tiene que ser rescatado hoy en día por la iglesia”
Uno de los teólogos latinoamericanos más reconocidos del panorama actual es el profesor venezolano Rafael Luciani. Laico, doctorado en teología por la Universidad Gregoriana de Roma, asesor del equipo teológico del Celam y la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos (CLAR) e invitado experto y facilitador de la 16ª Asamblea General ordinaria del sínodo de los obispos sobre la sinodalidad. Ha sido director de la Escuela de Teología de la Universidad Católica Andrés Bello en Venezuela y profesor de la misma universidad. También es profesor extraordinario en la Facultad Eclesiástica de la Escuela de Teología y Ministerio en Boston College, Massachusetts.
En desarrollo del Primer Congreso latinoamericano y caribeño de “Teología en clave sinodal para una Iglesia sinodal” tenido en Bogotá en la sede del Celam del 9 al 11 de agosto 2024, Luciani concedió a Religión digital una breve entrevista que se reporta a continuación.
Dr. Luciani, cuéntenos ¿cómo ha sido su proceso de maduración en la fe y en el saber teológico en estos años de investigación y docencia en distintas universidades?
Antes de comenzar los estudios de teología, yo había estudiado educación y también filosofía. La teología comenzó al inicio como una curiosidad.
En ese momento los laicos no podíamos estudiar teología académica, tampoco las religiosas; y comencé a tomar cursos gracias a que en ese momento los padres jesuitas me permitieron ir tomando materias.
Yo terminé mi primer ciclo, me invitaron a que fuera a la Gregoriana, y estando ya en la Gregoriana llegó el reconocimiento de los estudios del bachillerato teológico. Y bueno, ahí seguí y luego fui descubriendo poco a poco que la teología era para mí una pasión que movía mi propia vocación, que no era simplemente una profesión, sino que era una vocación.
Así, comenzó un camino que luego me llevó a Alemania y que de Alemania pues ya regresé a Venezuela, donde me dediqué a la formación académica de laicos, abriendo programas nuevos de religiosos y religiosas que hacían su primer ciclo de bachillerato y su segundo ciclo de licenciatura.
¿Qué lo motivó a dedicarse de tiempo completo como laico a la teología?
La teología en mi vida personal, yo la vivo como una vocación, podríamos decir hoy en día como un ministerio, porque la teología no puede ser una profesión, tiene que expresar una opción que hace la persona por ese seguimiento de Jesús a través del ámbito pues de la reflexión, de la oración y de cómo traducir al mundo de hoy ese mensaje del evangelio.
Por eso para mí es una vocación y no simplemente pues una profesión, y como laico así lo vivo. Yo creo que ese sentido del ministerio de la teóloga y del teólogo tiene que ser rescatado hoy en día por la iglesia.
¿Qué ha cambiado en el ambiente teológicodesde la época de sus estudios en Roma, al tiempo actual en el que usted participa del Sínodo de la sinodalidad en calidad de experto y facilitador? ¿Nota alguna diferencia en estos 20 años?
En las universidades hoy en día y a nivel global, la teología ha tendido más a insertarse dentro de un sistema de profesionalización, lo cual exige estándares que son requeridos en cualquier ciencia, en cualquier estudio que uno haga en una universidad.
Sin embargo, solo quedarnos en ese nivel de profesionalización pudiera contribuir a que perdamos el contacto con la realidad sociopastoral. El reto está en cómo hacer una teología académica, pero desde un lugar sociopastoral. Si perdemos ese contacto, la teología termina siendo un concepto, una teoría que no tendrá resonancia y que no tendrá pues una conexión para que la realidad sea transformada.
Por eso la teología es profética o la teología deja de ser realmente un pensamiento, una reflexión cuyo horizonte es el seguimiento de Jesús de Nazaret y por tanto su praxis de justicia, paz, de solidaridad con relación a lo que él predicaba, el Reino de Dios.
¿Cómo entender los cambios en la teología actual?
Los cambios en la concepción de la teología dependen también de las distintas regiones, como en el caso, por ejemplo, de América Latina, que tenemos una visión más sociopastoral. En cambio, en otros contextos, en otras regiones, se tiene una visión mucho más, podemos llamar teórica o académica, pero sin la relación natural con la pastoral.
Por eso no es que ha habido una evolución a nivel general de toda la teología, sino que hay que situarnos en las muchas maneras de hacer teología.
Una novedad que ya desde América Latina se venía trabajando es comprender las teologías contextuales, es decir, que la teología es siempre contextual, siempre responde a un contexto y parte de la realidad en la cual se hace. Por eso el método latinoamericano de ver, juzgar y actuar hoy en día a la luz de la sinodalidad, diríamos: escuchar, discernir, tomar decisiones, siempre desde un contexto y en función de un contexto en el que el teólogo o la teóloga hace vida.
¿Cuál es su percepción respecto al reconocimiento del teólogo laico en distintos contextos eclesiales?
Cuando la Iglesia realizó el Concilio Vaticano Segundo, uno de los pasajes fundamentales fue la asunción del laico y la laica como sujeto en la Iglesia. Esto ya venía reflexionándose antes del Vaticano Segundo y luego del concilio ha habido una profundización a lo largo de los distintos pontificados.
En el actual pontificado de Francisco, el laico no sólo es considerado sujeto, sino que se ha traducido en una práctica que cada vez más permite que laicas y laicos tengan posiciones de gobierno donde se hacen las elaboraciones de las decisiones para toda la vida y la misión de la Iglesia.
Por eso es importante también tener en cuenta en los procesos que estamos viviendo de renovación y reforma, que en las diócesis se pueda llevar a cabo lo que el mismo papa hizo en la Curia romana con la constitución apostólica Predicate evangelium, con la cual reformó la Curia romana, porque en esa constitución se habla de esta separación del poder de orden y del poder de jurisdicción, lo cual permite que una persona no ordenada pueda ejercer cargos que antes eran sólo reservados a obispos o ministros ordenados.
Es importante, que, en cualquier proceso actual de renovación, la participación sea realmente de todas y de todos en la Iglesia, y no solamente de algunos que puedan tener el ejercicio en un determinado momento del gobierno o de la pastoral, porque son ministros ordenados.
Eso es un cambio fundamental que yo considero que es de gran importancia y de gran relevancia.
Sin embargo, esto dependerá de las diócesis, es decir, de las iglesias locales y sus respectivas autoridades, a través de los organismos de participación.
Una diócesis que no tenga un Consejo diocesano pastoral, una parroquia que no tenga un Consejo pastoral parroquial, entonces serán instancias que al fin y al cabo tendrán el gobierno solamente de una persona, que sería sea el presbítero o el obispo.
Por eso es importante en este sínodo tomar conciencia de la participación y la corresponsabilidad de todos y todas en las iglesias locales y especialmente a través de los organismos de participación.
Detractores del camino sinodal lo paragonan a una «Caja de Pandora» para advertir sobre resultados inciertos. Contrariamente a esa interpretación, al interior del sínodo, se habla más de proceso que de resultados. ¿A qué se debe la animadversión de algunos sectores por el sínodo de la sinodalidad?
Desde el inicio el camino sinodal ha sido muy claro en todas las consultas, en los procesos de escucha que ha hecho y que se ven reflejados en los distintos documentos. En los documentos se invitan a pensar ciertos temas que son aquellos que han ido saliendo de las propias personas e instancias consultadas.
Por eso yo invitaría a quienes aún no los han leído, los distintos documentos, que lo puedan hacer; eso nos ayudaría a aclarar muchas dudas y especialmente a aquellas personas y grupos que se están oponiendo al proceso sinodal.
En cualquier proceso de reforma de la iglesia es importante estar bien informados y para eso es necesario, en este caso, desde el inicio del proceso sinodal, ir leyendo los documentos.
El actual Instrumentum laboris es muy preciso en aquellos temas que van a ser discernidos en la asamblea de octubre de este año.
Por ello no veo ninguna agenda, no hay ninguna ideologización detrás. Bastaría pues leer y hacer una reflexión sobre lo que se ha venido recogiendo en los documentos.
Usted ha investigado la II Conferencia del episcopado latinoamericano realizada en 1968 en Medellín. ¿Qué elementos aporta dicha conferencia al actual proceso sinodal?
La Iglesia latinoamericana ha sido, en mi opinión, una de las que más ha aportado a que este proceso sinodal se construya en torno a la idea de Pueblo de Dios. No fue fácil, pero ciertamente en la medida en que han avanzado las distintas etapas del sínodo, se ha ido tomando conciencia de esta noción que define a la iglesia.
De hecho, ya en el Instrumentum laboris para la próxima sesión de octubre del 2024, aparece ya con toda claridad la iglesia es Pueblo de Dios.
Esta visión en América Latina es recogida con mucha fuerza en Medellín.
La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín 1968, recordemos que fue una conferencia que dio forma y figura a la iglesia latinoamericana; lo que se llama la Iglesia fuente, una Iglesia capaz de dar una propia contribución, redefiniéndose a la luz de las realidades sociales, políticas, económicas, culturales de nuestro continente.
Por eso considero que Medellín es clave en este proceso sinodal, no sólo por la eclesiología del pueblo de Dios, sino también por otra dimensión que es muy importante y en el caso de América Latina le ha ayudado a consolidar su propia identidad y ésta es la imagen de Iglesia de iglesias.
Recordemos que las Conferencias Generales del Episcopado son reuniones, encuentros de iglesias que forman parte en el continente latinoamericano y caribeño.
Por ello no es un discernimiento que se hace de una iglesia para el resto, queriendo imponer su propia forma de ser o su propia manera de pensar la realidad, sino que es un encuentro entre iglesias y los obispos de esas iglesias para pensar en conjunto, comunitariamente, los retos pastorales.
Además, la conferencia de Medellín hizo un aporte muy interesante en cuanto al método; fue la conferencia en la que las distintas mesas de trabajo donde se discutían los temas estaban conformadas por laicos, presbíteros, vida religiosa, obispos y eso permitió que hubiese una reflexión realmente donde todos participaban: laicado, vida religiosa, presbiterado, episcopado; y esa construcción de una visión en conjunto podemos decir hoy que también es un aporte fundamental al proceso sinodal.
En su opinión, ¿Qué figura de Iglesia que va surgiendo en el proceso sinodal?
El proceso sinodal desde el inicio ha sido vivido a través de dinámicas comunicativas, con esto quiero decir la consultación, la escucha, el discernimiento en conjunto, la elaboración de reflexiones y propuestas comunitarias y de este modo se han ido generando formas y prácticas de una iglesia sinodal.
Por eso es tan importante entender que la escucha no es simplemente una práctica metodológica, es un modo mediante el cual se va haciendo una imagen de iglesia, que es la iglesia sinodal, pero a la vez esta iglesia sinodal está con relación a la misión, es una iglesia sinodal para la misión y desde la misión.
Es decir, que la sinodalidad no es un fin en sí mismo, sino que su finalidad es la misión de la Iglesia.
Por eso es que a través de estos procesos de escucha y discernimiento en conjunto se va captando la realidad en la cual la Iglesia vive y a la cual debe responder, es decir, a los signos de los tiempos actuales. Por eso lo que va emergiendo no es simplemente una práctica metodológica e instrumental, sino una forma de ser y de operar en la iglesia, que es la iglesia sinodal en misión.
Una pregunta final, a propósito del ministerio del teólogo y de la teóloga y en general del compromiso social de los bautizados, ante la situación de nuestros pueblos, Venezuela, Colombia y toda Latinoamérica. ¿Qué aporta en el momento actual el Sínodo de la sinodalidad?
Hoy en día es notorio cómo la democracia se ha ido erosionando como un valor de un sistema político que buscaba la participación y la corresponsabilidad de todos los actores de una sociedad.
La sinodalidad es el mejor aporte que puede hacer la iglesia para reconstruir ese tejido social que hoy en día se encuentra fracturado, fragmentado y con poca credibilidad con relación a los sistemas democráticos.
No se trata de suplantar o anular la democracia, sino de rescatar lo que ella realmente es y especialmente hoy en día cuando los contextos autoritarios y los contextos autocráticos se están haciendo cada vez más del poder.
Por eso la iglesia en su misión o es profética o no es iglesia, porque precisamente responder a su misión es responder al seguimiento de Jesús como una persona que dio su vida para que la realidad cambiara, para que los pobres pudieran tener vida y pudiera haber una sociedad más justa.
Dr. Rafael Luciani, gracias por aceptar esta invitación a una entrevista para Religión Digital.
Gracias a ustedes por la invitación.-