Iglesia Venezolana

50 años de misión y acción parroquial

La congregación de Misioneras de Acción Parroquial surgió al calor de un grupo de mujeres de Acción Católica que en los primeros y duros años de la postguerra civil española pensaron en dedicarse a la atención de la población afectada por las carencias materiales y espirituales de los años cuarenta del siglo pasado

HOMILÍA EN OCASIÓN DE LOS 50 AÑOS EN VENEZUELA DE LAS HERMANAS MISIONERAS DE ACCIÓN PARROQUIAL A CARGO DEL CARDENAL BALTAZAR PORRAS CARDOZO, ADMINISTRADOR APOSTÓLICO DE CARACAS. Punto Fijo, Edo. Falcón, iglesia parroquial de Nuestra Señora de Belén. 19 de julio de 2024.

 

Queridas Hermanas y hermanos todos:

 

Vengo con inmensa alegría a compartir esta fecha jubilar de las Hermanas Misioneras de Acción Parroquial en los cincuenta años de su presencia en Venezuela. No tengo otro título sino el de haber compartido con ellas desde hace cuarenta años su presencia en Mérida, cuando el hoy siervo de Dios Mons. Miguel Antonio Salas las recibió en Mérida para abrir casa en el barrio popular a orillas del río Chama, en el Sector Santa Catalina donde su presencia ha sido una bocanada de aire fresco y de servicio desinteresado a los habitantes de aquel sector. Tuve la dicha de acompañar como obispo auxiliar a Mons. Salas en aquella ocasión.

 

Su presencia no se limitó a la atención de aquella barriada muchas veces visitada por mí. Una de ellas, la Hna. Faustina Hernando Garrido, comenzó a trabajar en el Tribunal Eclesiástico merideño y más tarde compartió la secretaría del arzobispado en compañía de la Hna. Teresita Medina, de la Congregación de la Presentación de Granada y fungió durante más de quince años como mi competente secretaria privada. Dios le pague por tan precioso servicio que me permitió acercarme a las otras obras de ellas en Venezuela y compartir en muchas oportunidades con su familia en Burgos y con las comunidades de ellas en España, Brasil y Chile. Son de verdad mujeres de iglesia en salida, al servicio alegre y esperanzador de la gente más humilde, condividiendo el servicio samaritano de la fe con la promoción integral en la catequesis y cursos de capacitación en diversos emprendimientos.

 

La congregación de Misioneras de Acción Parroquial surgió al calor de un grupo de mujeres de Acción Católica que en los primeros y duros años de la postguerra civil española pensaron en dedicarse a la atención de la población afectada por las carencias materiales y espirituales de los años cuarenta del siglo pasado. En Carbonero el Mayor, aquel grupo de mujeres encontraron en el obispo de Segovia, Don Luciano Pérez Platero, su guía y promotor. Corría el año de 1942. Al ser trasladado el Sr. Obispo a la sede arzobispal de Burgos, la sede la casa general y el colegio anexo que promovieron, tuvo a la capital burgalesa como su asiento. De allí se fueron expandiendo tanto en España como posteriormente en Venezuela, al llamado misionero de los primeros años postconciliares de ir mar adentro a otras latitudes.

 

Como su nombre lo indica, esta congregación tiene como carisma una vinculación muy especial con el “trabajo parroquial”. Se insertan en la iglesia local en medio de la realidad eclesial básica que es la parroquia. Lo que se manifiesta en todas sus actividades ir de la mano con la estructura parroquial existente en cada localidad.

 

A las diligencias del entonces párroco de Mene Mauroa, en el estado Falcón llegaron a mediados de 1974 el primer grupo de religiosas. Al poco tiempo se pusieron a disposición del obispo de Coro, Mons. Francisco José Iturriza, salesiano, quien desde 1940 regía los destinos de la iglesia falconiana. Les asignó a las religiosas trabajar en Punto Fijo, con los padres jesuitas en las escuelas de Fe y Alegría, en la promoción del secretariado catequístico en las cercanías de la iglesia de Belén, donde nos encontramos en esta tarde de celebración festiva. Recordamos con cariño y devoción a aquella primera avanzada de las Hnas. Victoria, Pilar, Ercila, Aracelis y Felicidad que desde el cielo nos acompañan. Falcón fue su primera querencia que se alargó a Mapararí donde estuvieron durante 22 años, y en Churuguara y el Paují. En Bachaquero, en la costa oriental del lago de Maracaibo hicieron tienda durante ocho años. Los últimos años de Mons. Iturriza ya retirado contó con la compañía de las hermanas que lo trataron como a un buen padre proporcionándole todas las atenciones posibles. Como a Mons. Iturriza le encantaba el beisbol, y como buen valenciano fanático del Magallanes le enseñó a la Hna. Faustina los secretos del beisbol. Es muy raro encontrar a una mujer experta en este deporte y mucho más raro si es religiosa y no venezolana. La Hermana Faustina, el único defecto que le conozco es ser también seguidora del Magallanes pues yo soy capellán eterno del Caracas Beisbol Club.

 

Desde finales de 1984 gestionaron venir a Mérida donde abrieron casa de atención y de formación en 1985. Recuerdo con cariño agradecido a las Hnas. María Jesús, Julia y Mariluz quienes también desde el cielo oran junto a nosotros. Y como no agradecer a la Hna. Faustina quien desde entonces fue y es para mí, un ángel de la guarda. Posteriormente abrieron casa en Caracas en los Altos de la Vega junto a los padres jesuitas que atienden aquel barrio, y en el Delta del Orinoco desde 1992, junto a los indios waraos en la vicaría de Santa Catalina en uno de los peligrosos caños de la desembocadura del río padre Orinoco, a unas ocho horas en curiara o pequeños botes para llegar a la capital del vicariato en Tucupita. Las aventuras que les oye uno contar para esa travesía en medio de los peligros del no siempre sereno caño y cauce principal del Orinoco indica la valentía y coraje de aquellas mujeres a las que se les puede equiparar a lo que San Pablo decía con orgullo que había sufrido por mar y en tierra por causa del evangelio.

 

Me complace como a todos ustedes la presencia de la Hna. Tania, brasileña, y Hna. María José, de España, en representación de la Congregación para esta fecha jubilar. Y mayora reconocimiento a todos ustedes, queridos laicos, continuadores del carisma de las Misioneras de Acción Parroquial, que han venido de todos los lugares donde están o estuvieron las hermanas, manteniendo vivo el espíritu que ellas les trasmitieron. Este templo resulta insuficiente para dar cabida a las delegaciones, lo que hace más prometedor la celebración de estos primeros cincuenta años de la presencia de las hermanas en Venezuela.

 

Un saludo muy fraterno a todos los que siguen esta celebración eucarística por Instagram o youtube desde diversos países de América Latina, África y España. En particular a la familia consanguínea de la Hna. Faustina quienes, desde Burgos, siendo allá medianoche están siguiendo esta trasmisión. Un gran abrazo.

 

Las lecturas escogidas para esta eucaristía tienen como estribillo el salmo 115: “cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho”. Es una gran verdad el bien que han hecho las hermanas de Acción Parroquial a la Iglesia venezolana. Ellas han hecho suya la enseñanza de la primera lectura: hay diversidad de dones, pero un solo cuerpo con muchos miembros (1Cor. 12, 4-12). Es lo que ellas han desarrollado en los distintos ambientes en los que se han encarnado: servir a todos, empezando por los más pequeños, los pobres, para elevarlos a la dignidad que les corresponde: ser hijos de Dios en los que resplandece la belleza de seguir con entusiasmo al Señor. Y el Evangelio de Lucas, la visita de María a su prima Isabel, la han imitado en salida, buscando al requiere ayuda y acompañamiento para cantar con todo vigor “He aquí la esclava del Señor”.

 

Continuemos esta hermosa eucaristía para que renueve en todos, la alegría de ser cristianos auténticos que siguiendo el carisma de las Misioneras de Acción Parroquial siembran de evangelio todos los lugares donde ellas han estado. Gracias Hermanas por esta fecha jubilar. Que se multipliquen las vocaciones para seguir siendo fieles discípulas y misioneras en esta tierra de gracia que es nuestra Venezuela. Dios las bendiga siempre.-

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