San Ezequiel Moreno, patrono e intercesor de los enfermos de cáncer
Cada 19 de agosto se celebra a San Ezequiel Moreno y Díaz O.A.R. (1848-1906), sacerdote agustino recoleto nacido en España, quien se desempeñó como obispo de Pinara, Colombia, y, posteriormente, de la diócesis de Pasto en ese mismo país. Es venerado como patrono de los enfermos de cáncer, enfermedad que sufrió en carne propia.
San Ezequiel poseyó tal ardor misionero que no dudó en arriesgarlo todo por la causa más noble: desde cruzar ríos caudalosos hasta soportar las inclemencias del clima tropical, todo con tal de llevar más almas a los pies de la Cruz. El santo se caracterizó por su espíritu fuerte, probado en las penas, frente a la crítica injustificada o en la enfermedad. En virtud a esa entrega apasionada a Dios y a su labor constante, se le considera uno de los más grandes apóstoles de la evangelización de América Latina y las Filipinas.
Cómo se forja un corazón misionero
Ezequiel Moreno Díaz nació el 9 de abril de 1848 en Alfaro, Rioja (España). Sus padres fueron Félix Moreno y Josefa Díaz, ambos de condición humilde, pero de alma devota, conscientes de que la fe católica es el más elevado tesoro de una familia.
Ese espíritu piadoso impreso en el hogar marcó su corazón para siempre. Desde la primera infancia, Ezequiel se sintió atraído por la vida religiosa, lo que no quiere decir que tuviera todo claro desde el inicio. Él, como tantos otros, pasó de la atracción incipiente a la conciencia madura de lo que una vocación implica.
El santo fue un niño como cualquiera: vivaz y muy juguetón, aunque siempre mostró espíritu de sacrificio. Sería durante la adolescencia que empezó a desarrollar un lado menos común: en más de una oportunidad dejó de asistir a alguna fiesta del pueblo -de esas a las que todos van- para quedarse al cuidado de algún amigo o familiar enfermo. Tras una noche velando por el prójimo, en gesto que alguien podría calificar de “heroico”, volvía a ser el chico común que le gustaba cantar y tocar la guitarra.
Con todo, gran sorpresa se produjo entre sus amigos y familiares cuando el buen Ezequiel expresó su deseo de consagrarse a Dios por entero, a través del servicio a los que sufren.
Filipinas
Con sólo 16 años, siguiendo el ejemplo de su hermano mayor, Eustaquio, ingresó al convento de los agustinos recoletos en Monteagudo, Navarra, el 21 de septiembre de 1864. Un año después hizo su profesión religiosa y cuatro años más tarde fue enviado como misionero a Filipinas. Allí culminó su formación y fue ordenado sacerdote el 3 de junio de 1871.
Tiempo después, fue enviado junto a su hermano a evangelizar a los habitantes de la isla de La Paragua (Palawan, una de las islas Filipinas). Ezequiel contrajo allí la malaria, enfermedad generalmente mortal en ese entonces, por lo que se vio obligado a regresar a Manila e interrumpir su ministerio. Dios, que lo quería para otras empresas, le concedió de vuelta la salud.
En 1876, el P. Ezequiel fue nombrado párroco de Lespinasse y cuatro años más tarde predicador conventual de Manila; allí asumió las riendas de una finca de los agustinos recoletos en Imus -fue notable administrador e impulsor de las obras de caridad-.
“Una sola alma vale más que toda mi vida” (San Ezequiel Moreno)
En 1888, regresó al convento de Monteagudo (España) como prior. Durante tres años trabajó por dejar en los jóvenes novicios el sello de la espiritualidad agustiniana y el amor hacia los pobres. Aquellos fueron tiempos de exigencia y tensión espiritual: el P. Ezequiel animaba constantemente a los candidatos a renunciar a pequeñas cosas para amar con más libertad o generosidad; y debía dar el ejemplo.
Varias veces, él y todos quienes vivían en el convento redujeron sus raciones de comida para poder abastecer adecuadamente a los mendigos y la gente sin hogar.
‘Dios y Colombia’
Tres años después, a inicios de la década siguiente, el P. Ezequiel volvió a embarcarse como misionero. Esta vez su destino fue Bogotá (Colombia), en América, donde viviría austeramente por cinco años, ocupando el cargo de provincial de su Orden. Allí se dedicó a predicar y atender a los enfermos, y realizó varios viajes a la región de Casanare -zona poco explorada en ese entonces- para evangelizar y administrar los sacramentos.
En 1894, el agustino fue nombrado obispo titular de Pinara y Vicario Apostólico de Casanare. Como obispo destacó por sus cuidados pastorales y la fidelidad a la Iglesia. Creó el programa de trabajo denominado ‘Dios y Colombia’ sin detener su labor misionera. Continuó con las visitas a las zonas alejadas o de difícil acceso, movido por su lema apostólico: “Una sola alma vale más que toda mi vida”.
En 1896, fue nombrado obispo de Pasto. Sus prédicas contundentes contra los malos políticos o la difusión de doctrinas confusas como el liberalismo -muy en boga en esos días-, así como su habitual sencillez en frente del pueblo provocaron la ira de sus enemigos. Penosamente entre estos hubo algunos obispos, quienes lo atacarían por medio de la prensa local. Pese a todo, San Ezequiel trató a sus agresores con misericordia y siempre los incluyó en sus ruegos.
De vuelta a casa
En 1905, le diagnosticaron cáncer y, ante las reiteradas súplicas de sus hermanos y de la gente que lo quería, decidió embarcarse rumbo a España para operarse. Lamentablemente, la intervención fue muy dolorosa y no tuvo éxito. El buen P. Ezequiel se fue debilitando físicamente de manera progresiva, no así el espíritu de oración que brotaba de sus labios: “Dios mío, dame valor para sufrir por ti”.
San Ezequiel Moreno y Diaz murió el 19 de agosto de 1906. Fue beatificado por el Papa San Pablo VI en 1975, y el 11 de octubre de 1992 fue canonizado por el Papa San Juan Pablo II, en el marco de la celebración de la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, República Dominicana, con ocasión del V Centenario de la Evangelización del Continente Americano.-
Aciprensa