Francisco deplora el ritualismo sin caridad hacia los demás, que nos hace impermeables a la gracia
El Papa habló tras el rezo del Ángelus contra la doble vida de aparentar devoción y vivir a espaldas de ella
Francisco se encuentra, a los 87 años de edad, a las puertas del viaje más largo de su pontificado, un recorrido de doce días por el sureste asiático.
Destinos muy diversos
El lunes por la tarde sale de Roma con destino a dos países musulmanes, Indonesia y Singapur (en ambos los católicos son el 3% de la población), un país como Papúa-Nueva Guinea muy vinculado a sus creencias ancestrales y con un tercio de población católica, y a Timor Oriental, de evangelización portuguesa y donde son fieles de la Iglesia el 96% de los habitantes.
«Por favor, rezad por el fruto de este viaje«, pidió el Papa tras el rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro.
Los cuatro destinos de Francisco: de izquierda a derecha, Singapur, Indonesia, Timor Oriental y Papúa-Nueva Guinea. Mapa base: Mapamundis.org
Antes de la oración, rezó el Evangelio del día, en el que Jesús reprueba la hipocresía y afirma que lo que ensucia al hombre no viene de fuera, sino de dentro, de su corazón.
Un culto con el corazón limpio para que sea agradable a Dios
Jesús aprovecha el reproche de los escribas y fariseos a sus discípulos «para hablarnos del significado de la pureza», que «no está ligada a ritos externos, sino ante todo a las disposiciones interiores«. Para ser puros no sirve de nada lavarse muchas veces las manos -como exigían los líderes religiosos de los judíos- «si en el corazón se alimentan malos sentimientos, como la avaricia, la envidia o la soberbia, o malos propósitos, como engaños, hurtos, traiciones o calumnias».
El «ritualismo», dio el Papa, puede justificar en uno mismo o en los demás «comportamientos contrarios a la caridad«. Trasladado a nosotros mismos, puso como ejemplo, «no se puede salir de la santa misa y ya en el atrio de la iglesia pararse con cotilleos malos e inmisericordes sobre todo y sobre todos, ese parloteo que arruina el corazón y el alma«.
O bien «mostrarse piadosos en la oración, pero luego, en casa, tratar con frialdad o desapego a tus familiares, o desatender a tus ancianos padres, que necesitan ayuda y compañía».
Los fieles, en el Ángelus del primer día de septiembre.
Esto es una «doble vida» y es lo que hacían los fariseos, explicó el pontífice: «La pureza externa sin comportamientos buenos y misericordiosos con los demás«.
Pero, en sentido inverso tampoco se puede «ser aparentemente correctos con todos, e incluso hacer algún voluntariado o algún gesto filantrópico, pero internamente cultivar el odio hacia los demás, despreciar a los pobres o a los últimos o actuar de forma deshonesta en el trabajo».
Actuando así, «se reduce la relación con Dios a gestos exteriores y dentro se permanece impermeable a la acción purificadora de su gracia… Estamos hechos para la pureza de vida, para la ternura, para el amor».
Preguntémonos, resumió Francisco, si vivimos nuestra fe «de modo coherente», es decir, si «lo que hago en la iglesia intento hacerlo fuera con el mismo espíritu en sentimientos, palabras y obras»: «¿Hago realidad, en la proximidad y el respeto a los hermanos, lo que digo en la oración?».
«Pensémoslo», concluyó, invocando a la Virgen para pedirle que nuestro culto «sea agradable a Dios«.-