Verdades contra el marxismo
Oscar Arnal:
El padre Luis María Olaso s.j. uno de los profesores que dejó una huella imborrable en mi formación, e insigne defensor de los derechos humanos, en memorables clases en la UCAB y en su libro de “Introducción al Derecho” nos enseño por qué los cristianos no podemos ser marxistas. Marx en esa obra monumental (3 tomos) “El capital” que cambió al mundo con el advenimiento de la URSS y la China comunista de Mao, y con lo cual después de la segunda guerra mundial dos terceras partes de la humanidad profesaban esta doctrina; trató de probar lo que había señalado diez años antes en “el manifiesto comunista”: “un fantasma recorre Europa”, lo que significaba que el marxismo se haría imparable en un mundo donde predominaba el euro centrismo.
Para Marx “la religión es el opio del pueblo”. La tesis de Marx del materialismo histórico propagó que la materia siempre estuvo presente, y que el ser humano es el desarrollo de la materia más elaborada. Marx desconoció que de la nada solo puede surgir la nada y negó la existencia de Dios, con la que habían comulgado incluso antes de Cristo civilizaciones milenarias, especialmente la judía. Fueron los judíos quienes en buena medida anticiparon que el Dios de Moisés era el único Dios, señalando con más fuerza que nunca antes el camino del monoteísmo. Los egipcios habían creído en muchos dioses, con la excepción de Akhenaton, para después seguir creyendo en muchos otros como por ejemplo el sol.
El padre Olaso s.j, citaba a ese genio francés que fue Theilar de Chardain “Los seres humanos no somos seres materiales, somos seres espirituales teniendo una existencia material”. Los sabios griegos, especialmente los de Atenas: Sócrates, Platón y Aristóteles, también argumentaron que había un motor inicial creador del universo que demostraba la existencia de Dios. De la misma forma, dejaron claro que el cuerpo estaba acompañado de un alma. “El cuerpo envejece el alma se mantiene incólume”. Olaso nos enseñó que nosotros los que creemos en el Dios de Moisés no podemos nunca estar de acuerdo con “la lucha de clases”, para nosotros nunca “el fin justifica los medios”. Nuestra prédica y accionar nunca podría ser el odio, sino el amor. Para Marx con su teoría de la plusvalía, el oligarca o burgués despojaba al trabajador del valor de su trabajo y lo explotaba. Aunque la Iglesia católica reaccionó tardíamente, rebatió el fondo de la tesis señalando que el hombre no era esclavo del trabajo sino que el trabajo dignificaba al hombre. La mujer tampoco era esclava del trabajo de la casa y del cuidado de los hijos, sino que se realizaba en esa labor fecunda de orientar a la prole y acompañar a su marido en el descanso. La dictadura del proletariado como camino al “paraíso comunista” era un contrasentido. Marx encandilado por los atropellos que trajo especialmente al comienzo la revolución industrial, desconoció la creciente clase media que progresivamente se agigantaría en la sociedad. El gobierno del proletariado, dejaba de lado precisamente a esa clase media de donde paradójicamente saldrían los grandes cambios que se producirían en la humanidad. Para Marx al final llegaba “el paraíso comunista”, lo que era una utopía irracional, al desaparecer el Estado con “el fin de la historia”. Lo que contradecía así mismo al materialismo histórico y dialéctico, debido a que ese movimiento de “tesis, antítesis y síntesis” con el que progresaba la humanidad ahora llegaba a su fin y se congelaba en la última etapa.
Las consecuencias de la implantación del marxismo resultaron en una profunda tragedia para la humanidad. Violaciones a las libertades públicas y a un sin fin de derechos humanos. La tragedia económica fue monumental, multiplicándose la pobreza y generándose grandes hambrunas. Las clases sociales que iban a desaparecer escalaron en número. El mejor ejemplo de la tragedia marxista la tenemos en las dos Coreas. La Corea del norte arruinada, con una tiranía nepótica que mantiene a su pueblo esclavizado, violandose todos los derechos humanos. La Corea del sur democrática donde reinan el progreso económico y las libertades. Xen Xiao Ping en China se dio cuenta del atraso económico causado por el marxismo, y dio un giro espectacular que sacó a millones de la pobreza y despertó a lo que era ese “Gigante dormido”.
Marx cometió el gravísimo error de vilipendiar a nuestro Libertador y padre de la patria. Lo tildó de cobarde, de “ser el Napoleón de las retiradas”. Acusó a Bolívar de ser un tirano y lo comparó con un degenerado rey haitiano llamado “Soluluque”, quien se había rodeado de una corte corrupta de aduladores. Llegó a decir que nuestra independencia sólo había sido posible por el apoyo de Inglaterra y la legión británica. Acusó a Bolívar de oligarca y le dio más méritos por la independencia a un primo de Bolívar, que al propio Libertador. Para Marx estos pueblos eran pueblos bárbaros.
Lo anterior lo escribió para una enciclopedia que estaba preparando en los EEUU su amigo “Dana”. Lo peor fue que cuando el editor de la enciclopedia le reclamó que las noticias que tenían de Bolívar era que se trataba de un Libertador de pueblos y que había liberado a cinco naciones, le escribió una carta a su socio Engels donde le ratificó las agresiones contra nuestro “Padre de la patria”.
A pesar de los ataques irrefutables del padre Luis María Olaso s.j contra Marx, con ese lenguaje fino y universal que lo caracterizaba nos recitaba ese poema del Obispo de los pobres Helder Camara: “especialízate en descubrir en todas y en cada una de las personas la parte de bondad que haya en ellas no hay nadie que solo sea maldad…especialízate en descubrir en todas y en cada una de las ideologías la parte de verdad que haya en ellas, el entendimiento humano es incapaz de adherirse al error absoluto”.
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