Lecturas recomendadas

La Iglesia, misterio Humano Divino

Nelson Martínez Rust:

 

El evento “Jesucristo”, en cuanto acontecimiento humano, debía de sufrir las inclemencias de “El Tiempo” …y así sucedió – Cf.: Nacimiento, Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión -. Por lo tanto, se hacía necesario conservar en su integridad para las generaciones venideras, no solo su memoria, sino también, y de manera muy especial, su Presencia redentora”, su “Enseñanza”, y el “Evangelio”, ya que sin ellos resultaría imposible la instauración del “Reino de los Cielos”, una de las finalidades de la encarnación.

De esta manera nace “La Iglesia de Dios” o “de Jesucristo” Y así, cada uno de los autores de los cuatro Evangelios presentó a sus comunidades una visión determinada de “Iglesia” con la finalidad de hacer memoria de Cristo Resucitado y Salvador, al mismo tiempo que el de trasmitir su legado doctrinal. Esta presentación resaltaba, como era de esperar, fundamentalmente, la persona de Cristo, sin distorsión, respetando celosamente el patrimonio transmitido y recibido comunitariamente, y, sin olvidar el otro punto de apoyo: las necesidades espirituales procedentes de sus fieles y circunstancias concretas en las cuales vivían dichas comunidades y a las cuales se dirigían, iluminándolas desde la doctrina cristológica. De esta manera cada escritor sagrado tenía su visión de “Iglesia” que deja translucir en sus escritos, pero todas ellas confluían en la persona del Resucitado como núcleo fundante y unificador.

De la misma manera a como lo hacían los evangelistas, también el apóstol Pablo, elaboró por medio de sus diversos escritos una(s) visión(es) de “La Iglesia” que hacían énfasis sobre determinados aspectos de la misma. Estas nociones paulinas se deben tener presente no solo por su riqueza conceptual sino también por la vivencia espiritual que trasmiten acerca de las comunidades en la diáspora. Nos avocaremos a reflexionar sobre ellas y, aun cuando lo trasmitido por los Evangelios se torna importante, interesante y apasionante, la experiencia vivida por Pablo es por demás atrayente y provechosa para los tiempos hodiernos.

En esta reflexión trataremos de ahondar en tres conceptos paulinos que se refieren a la noción de “la Iglesia”, y aun cuando su realidad es “mistérica” – inalcanzable en su totalidad -, ellos proporcionan una luz en la reflexión: Estos conceptos son: “Pueblo de Dios”, “Cuerpo de Cristo” y “Templo del Espíritu Santo

A.-   PUEBLO DE DIOS

La expresión solo aparece dos veces en Pablo (Rm 9,25-26 y 2 Cor 6,16). Estas pocas referencias demuestran una cierta identidad paulina con el concepto de “pueblo” en el Antiguo Testamento. Sin embargo, tal expresión y posible semejanza no satisfacen al Apóstol. Para expresar la novedad traída por Cristo ha tomado un término procedente del helenismo “EKKLESIA” = “IGLESIA”. Se debe advertir queLa Iglesia” para Pablo siempre fue un concepto vivo y dinámico (1 Tes 1,1; 2 Tes 1,1). También debemos destacar que cuando habla de “la Iglesia” queriendo distinguirla del “Pueblo de Dios veterotestamentario” utiliza, añadiendo, la expresión de “en Cristo Jesús” (1 Tes 2,14; Gal 1,22). Aun cuando en ambas situaciones se hace referencia al concepto de “Iglesia” como “Pueblo de Dios”, sin embargo, cuando el concepto es aplicado al término “La Iglesia”  en el Nuevo Testamento se subraya el determinativo “de Dios” o “de Cristo”.

Ahora bien, ¿qué contenido debe atribuírsele a la expresión “Iglesia de Dios” o “de Jesucristoen San Pablo? La expresión debe entendérsela de la siguiente manera: a.- Que la Iglesia, en cuanto “Pueblo de Dios en Cristo”, mantiene una continuidad con el “Pueblo de Dios del Antiguo Testamento” – Israel -. “La Iglesia de Cristo” hecha sus raíces en el Antiguo Testamento en cuanto que esta es figura, preparación, anticipo de lo que había de acaecer en el Nuevo Testamento. Con diferentes conceptos y expresiones Pablo enseña esta verdad (Rm 4,11ss; 9,7s; 11,17ss; Gal. 3,6ss.29). El hecho de profundizar en el conocimiento del Antiguo Testamento esclarece y permite profundizar en la realidad salvífica implantada en el Nuevo Testamento. b.- Que la Iglesia es el cumplimiento -plenitud – de lo anunciado en el Antiguo Testamento: “La Iglesia de Dios en Cristo Jesús” o bien “La Iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” (1 Tes 1,1; 2,14), es el pueblo de Dios de los últimos tiempos. Ahora, ciertamente, en la realidad terrena, es un “Pueblo” insignificante pero que llegará a ser un “Pueblo” peculiar – libre de pecado y muerte -. Este “Pueblo” adquiere su plenitud, según Pablo, en la Iglesia de Cristo, con la cual Dios-Padre ha sellado una nueva alianza en la sangre de Jesucristo y, de manera continua, en el banquete del Señor Jesús celebrado en medio de la comunidad de creyentes (1 Cor 11,25). c.- Que este “Pueblo” escatológico – que mira constantemente hacia su porvenir en Cristo – es el único pueblo de Dios: no son varios ni está fragmentado. Cada una de las comunidades es una representación de ese único “Pueblo de Dios” en Jesucristo.

Pablo cuando utiliza esta denominación piensa, la mayoría de las veces, en la comunidad particular (Rm 16,1.16; 1 Cor n4,17; 6,4), pero también piensa en otras ocasiones en una comunidad doméstica (Rm 16,5; 1 Cor 16,19; Col 4,15; Flm 2) de tal modo que el Apóstol puede hablar de “Las Iglesias” en plural cuando se refiere a varias Iglesias locales (1 Cor 11,16; 14,33; 16,1.19). Sin embrago también habla de la Iglesia universal a la cual llama frecuentemente “La Iglesia de Dios” o “de Cristo”. De esta manera se debe entender que es la misma y única “Iglesia de Dios” que se manifiesta en Corinto, en Roma, en Tesalónica o en cualquier otro lugar mediante la respectiva Iglesia local. Así “El Pueblo de Dios” se hace presente en cada una de las comunidades locales o domésticas. d.- Que la reunión de los creyentes forma una comunidad sacra y festiva. Esto se desprende de un calificativo que el Apóstol da a las Iglesias de Roma y Corinto (Rm 1,7; 1 Cor 1,2). Lo que en estos versículos se traduce por “llamados santos” podría ser traducido también por “los miembros de la asamblea festiva”. Por lo tanto, los miembros de la Iglesia son santos y festivos en cuanto que constituyen la “Iglesia de Dios” y se reúnen en el banquete eucarístico para la alabanza al Dios de los cielos y alcanzar su gracia.

B.-    CUERPO DE CRISTO

La Iglesia hace suyo a Cristo, la Iglesia es para Él “el cuerpo de Cristo”. La expresión aun cuando insinuada en 1 Corinto y en Romanos, adquiere su profundización teológica en Efesios y Colosenses. En estas cartas, además de hablar de la Iglesia como Cuerpo de Cristo, se habla también de Cristo como “cabeza” (Ef 1,22; 412.16;5,23.30; Col 1,18.24; 2,19). La Iglesia es el cuerpo de Cristo. No se trata de una simple analogía. El Apóstol desea resaltar una realidad eclesial profunda y constitutiva. La Iglesia es Cristo en su cuerpo. Para Pablo, el cuerpo de un hombre es el hombre en su cuerpo, es decir, el cuerpo es el hombre en un determinado modo de existir y no solo una parte de él. Por lo tanto, en esa realidad se da una profunda y más que estrecha vinculación entre cuerpo y alma, tan inseparablemente unidos, que le permite a la realidad humana expresarse y ubicarse como única e indivisible unidad – no repetible nunca – en el espacio-tiempo (Rm 1,24; 6,12; 7,24; 8,10s.23 12,1). Traslademos esta realidad a Cristo y su Iglesia. Lo mismo ocurre con Cristo. En el cuerpo de Cristo está Cristo, de tal manera y de modo tan peculiar que la Iglesia se puede situar delante de Él y entablar con Él una relación profunda de amistad, filiación y gracia, como no se da en ninguna otra parte. La Iglesia como cuerpo suyo, en un determinado momento, puede separarse de Él – el pecado -. Pero, al mismo tiempo, no puede ni debe identificársele con Él en un sentido pleno. Él – Cristo – y ella – la Iglesia – no son lo mismo, siendo Él para ella la “VIDA”. Por lo tanto, Cristo es para la Iglesia esencial, fundamental y vital, a tal punto que sin Cristo no existe la Iglesia.

Cristo es el fundamento imperecedero de la Iglesia y su meta permanente. La Iglesia, en cuanto cuerpo, procede de Él. Él es el origen y el término de su vida interior. Él es su principio, su fuerza interior y permanente (Col 1,18). Pero si Cristo es la cabeza del cuerpo debe tenerse presente el otro aspecto de esta realidad: que el cuerpo, que está en la tierra, debe permitir y favorecer alcanzar la cabeza que está en la gloria imperecedera a los fieles cristianos que forman la Iglesia terrenal. De esta manera, todos llegaremos a ser “el hombre perfecto” que es Cristo, si permitimos que se edifique Cristo en nosotros mediante la Iglesia (Ef 4,13ss). Esto es parte del misterio de la Iglesia en cuanto misterio de alabanza y salvación.

C.-    TEMPLO DEL ESPIRITU SANTO

Este tercer concepto paulino se le puede encontrar en 1 Cor 3,16s; 2 Cor 6,16; Ef 2,21 y está contenido ya en los dos anteriores. La Iglesia es el lugar en donde Dios-Padre actúa por medio del Espíritu Santo activando en los corazones de los fieles las enseñanzas, el amor y la presencia vivificadora de Cristo. Dios se hace presente mediante el Espíritu (2 Cor 6,16). La Iglesia se debe a Él, y se edifica mediante su actuación, Él es el principio vital y la Iglesia actúa por que Él reparte sus dones y carismas. La Iglesia no está para sí, sino para Dios-Padre a través de Cristo en el Espíritu y para la salvación de los hombres. Ella no es un fin en sí misma, está orientada a la alabanza de Dios Trino.

Los aspectos esenciales que debemos retener de los escritos paulinos son: La Iglesia es “El Pueblo de Dios”. Es, por tanto, el cumplimiento del Israel verdadero en un pueblo compuesto por judíos y gentiles. Es el pueblo de los últimos tiempos – escatológicos -. Se hace presente con su unidad y universalidad en las comunidades dispersas por el mundo entero y se manifiesta de manera sobresaliente en sus asambleas sacras festivas – liturgia -. Pero la Iglesia es también “El Cuerpo de Cristo”, por medio del cual, Cristo, su cabeza, permanece en la tierra. La Iglesia está estrechamente unida a Cristo, como cuerpo suyo que es. Est’a sometida a Él y vive de Él y para Él. Él es quien la ha atraído hacia sí; ella está en su presencia, se coloca frente a Él para unirse constantemente con Él. En cuanto “cuerpo” abarca unificadoramente al mundo entero dentro de su estructura y, a la vez, “por estar en el mundo sin ser del mundo”, en y por la comunidad de los creyentes a quienes envía, lo evangeliza y lleva a cabo la salvación con vivo y permanente amor. Por último, la Iglesia es el templo del Espíritu Santo, y, de esta manera, es la posesión sagrada de Dios entre los hombres, penetrada por el Espíritu Santo, que la guarda en santidad, no obstante, los pecados de los hombres.-

 

Valencia; Septiembre 8; 2024

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