El Papa

Francisco, frente a los rascacielos de Singapur: «El edificio más hermoso, el tesoro más precioso, la inversión más rentable a los ojos de Dios somos nosotros»

Última, y multitudinaria, misa del Papa en su periplo por Asia y Oceanía

Mirando «las imponentes construcciones», que, como el estadio nacional, supone un prodigio de técnica e imaginación, Francisco pidió poner en primer lugar «el amor que construye»

 

«No existe una obra buena detrás de la cual no haya, tal vez, personas brillantes, fuertes, ricas, creativas, aunque sean siempre mujeres y hombres frágiles, como nosotros, para los cuales sin amor no hay vida, ni impulso, ni razón para actuar, ni fuerza para construir»

 

«Si algo bueno existe y permanece en este mundo, es sólo porque, en múltiples y variadas circunstancias, el amor ha prevalecido sobre el odio, la solidaridad sobre la indiferencia, la generosidad sobre el egoísmo»

 

El Estadio Nacional ‘Singapore Sports Hub’, un modernísimo complejo en el que caben deportes y espectáculos de todo tipo se quedó pequeño, de nuevo, en la última misa del Papa Francisco en su largo periplo por Asia y Oceanía. 50.000 plazas, que hubieron de ser sorteadas entre la minoría católica del país.

Un Francisco que, visto lo visto, parece rejuvenecer en los viajes largos. Atrás quedan los temores de los agoreros que pensaban que el pontífice no sobreviviría a un ‘locura’ de gira como la que está a punto de terminar. Pero no: al menos sobre el papel, se ha visto a un Papa con más fuerza que nunca, ansioso por seguir llevando el Evangelio de la misericordia y la esperanza a todos los rincones de la Tierra.

Esta vez, Francisco llegó temprano a la cita, y se entretuvo un buen rato saludando, besando y dejándose besar por decenas de niños, algunos tan pequeños que jamás recordarán que el mismísimo Papa de Roma les tuvo entre los brazos. Sin parar de sonreir, sin parar de escuchar lo que le decían los pequeños, los elegidos del Señor. Y un baño de multitudes, con pancartas de «Hagamos lío», o «viva el Papa» escritas en castellano.

Baño de multitudes del Papa en Singapur

Baño de multitudes del Papa en Singapur

Todo ello antes de una misa solemne y con todos los detalles perfectamente estudiados. En su homilía, el Papa agradeció a la Iglesia de Singapur «ser rica de dones, viva en crecimiento y en diálogo constructivo con las distintas confesiones y religiones con las que comparte esta maravillosa tierra». Mirando «las imponentes construcciones», que, como el estadio nacional, supone un prodigio de técnica e imaginación, Francisco pidió poner en primer lugar «el amor que construye».

«Quizás alguno pudiera pensar que se trata de una afirmación ingenua, pero si lo reflexionamos detenidamente, no es así», apuntó Bergoglio, quien afirmó que «no existe una obra buena detrás de la cual no haya, tal vez, personas brillantes, fuertes, ricas, creativas, aunque sean siempre mujeres y hombres frágiles, como nosotros, para los cuales sin amor no hay vida, ni impulso, ni razón para actuar, ni fuerza para construir«.

Miles de fieles abarrotaron el estadio nacional de Singapur

Miles de fieles abarrotaron el estadio nacional de Singapur

El amor prevalece sobre el odio

Porque, insistió Francisco, «si algo bueno existe y permanece en este mundo, es sólo porque, en múltiples y variadas circunstancias, el amor ha prevalecido sobre el odio, la solidaridad sobre la indiferencia, la generosidad sobre el egoísmo». Si no fuera por eso, «aquí nadie habría podido hacer crecer una metrópolis tan grande, los arquitectos no habrían hecho proyectos, los obreros no habrían trabajado y nada se habría podido realizar». resaltó, defendiendo las «historias de amor» que jalonan el pasado, y el presente, de esta ciudad-estado.

«Historias de hombres y mujeres unidos entre sí en una comunidad; de ciudadanos comprometidos con su país; de madres y padres preocupados por sus familias; de profesionales y trabajadores de todo tipo y grado, implicados sinceramente en sus diversos roles y tareas. Y es bueno que aprendamos a interpretar estas historias, escritas en las fachadas de nuestras casas y en los trazados de nuestras calles, y a transmitir su memoria, para recordarnos que nada que sea perdurable nace y crece sin amor», advirtió.

Y es que, subrayó, en ocasiones «la grandeza y la imponencia de nuestros proyectos pueden hacernos olvidar esto, engañándonos al pensar que podemos ser los autores de nosotros mismos, de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestra felicidad». Sin embargo, añadió, «al final la vida acaba por devolvernos a la única realidad, la de que sin amor no somos nada». 

Homilía del papa

Homilía del papa

Algo que también, y especialmente, vale para los cristianos, que profesan la fe en Alguien que murió (y resucitó) por amor. «En nuestro amor vemos un reflejo del amor de Dios», proclamó, citando la homilía que, 38 años atrás, formuló Juan Pablo II en el mismo lugar. Porque «más allá de lo maravillados que nos sentimos ante las obras creadas por el hombre, nos recuerda que hay una maravilla todavía más grande, que hay que abrazar con admiración y respeto aún mayores». ¿Quiénes? «Se trata de los hermanos y hermanas que encontramos cada día en nuestro camino, sin preferencias ni diferencias. Testimonio de ello lo dan la sociedad y la Iglesia de Singapur, étnicamente tan diversas y, sin embargo, tan unidas y solidarias».

Porque, en definitiva, «el edificio más hermoso, el tesoro más precioso, la inversión más rentable a los ojos de Dios somos nosotros, hijos amados de un mismo Padre, llamados a su vez a difundir el amor». Un amor que «Dios nos muestra, y que a su vez nos invita a practicar» y que «responde generosamente a las necesidades de los pobres, se caracteriza por la piedad hacia los que sufren, está dispuesto a ofrecer hospitalidad, es fiel en los momentos difíciles, está siempre dispuesto a perdonar, a esperar», hasta el punto de «responder con una bendición a una blasfemia, esta es la esencia del Evangelio».

Conquistados por el Dios de la misericordia

Eso se refleja en muchos hombres y mujeres, «conquistados por el Dios de la misericordia, hasta el punto de convertirse en su reflejo, en su eco, en su imagen viva», señaló el Papa, citando dos ejemplos. El primero María, cuyo Dulce Nombre celebramos hoy. «¡A cuántas personas su apoyo y su presencia han dado y siguen dando esperanza!, ¡en cuántos labios su nombre ha aparecido y aparece en momentos de alegría y de dolor! Y esto sucede porque en ella vemos el amor del Padre manifestado en una de las formas más bellas y totales: la de la ternura de una madre, que todo lo comprende y perdona, y que nunca nos abandona. Por eso nos encomendamos a ella».

Francisco conversa con varios niños

Francisco conversa con varios niños

El segundo, san Francisco Javier, que evangelizó estas tierras en pleno siglo XVI. «De él -reveló Francisco- nos ha quedado una hermosa carta dirigida a san Ignacio y a los primeros compañeros, en la que expresa su deseo de ir a todas las universidades de su tiempo «dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, […] a los que tienen más letras que voluntad», para que se sientan impulsados a hacerse misioneros por amor a sus hermanos, diciendo desde el fondo de su corazón: «“Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga?”»».

Unas palabras que, hoy, también resuenan en Singapur, y de ahí, al mundo: «Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que haga?». «Que estas palabras nos acompañen no sólo en estos días, sino siempre, como un compromiso constante de escuchar y responder con prontitud a las invitaciones al amor y a la justicia, invitaciones que también hoy nos siguen llegando desde la infinita caridad de Dios», concluyó Bergoglio. –

 Jesús Bastante/RD

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