Lecturas recomendadas

¿Poderosa e invisible?

 

Rafael María de Balbín:

 

Cuando decimos que alguien está justificándose  u ofreciendo una justificación queremos dar a entender que está ofreciendo una explicación de su conducta recta. En el lenguaje teológico no se apunta a las apariencias sino a la realidad: justificación quiere decir que alguien se hace justo o bueno.

“La justificación es la obra más excelente del amor de Dios. Es la acción misericordiosa y gratuita de Dios, que borra nuestros pecados, y nos hace justos y santos en todo nuestro ser. Somos justificados por medio de la gracia del Espíritu Santo, que la Pasión de Cristo nos ha merecido y se nos ha dado en el Bautismo. Con la justificación comienza la libre respuesta del hombre, esto es, la fe en Cristo y la colaboración con la gracia del Espíritu Santo” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 422).

Somos justificados por Dios mediante la gracia, una fuerza poderosa pero invisible, porque es espiritual. “La gracia es un don gratuito de Dios, por el que nos hace partícipes de su vida trinitaria y capaces de obrar por amor a Él. Se le llama gracia habitual, santificante o deificante, porque nos santifica y nos diviniza. Es sobrenatural, porque depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios y supera la capacidad de la inteligencia y de las fuerzas del hombre. Escapa, por tanto, a nuestra experiencia” (Idem, n. 423).

Ésta es la gracia habitual o permanente en el alma. “Además de la gracia habitual, existen otros tipos de gracia: las gracias actuales (dones en circunstancias particulares); las gracias sacramentales (dones propios de cada sacramento); las gracias especiales o carismas (que tienen como fin el bien común de la Iglesia), entre las que se encuentran las gracias de estado, que acompañan al ejercicio de los ministerios eclesiales y de las responsabilidades de la vida” (Idem, n. 424).

La gracia es una poderosa ayuda para la libertad del hombre. “La gracia previene, prepara y suscita la libre respuesta del hombre; responde a las profundas aspiraciones de la libertad humana, la invita a cooperar y la conduce a su perfección” (Idem, n. 425).

La gracia hace que las acciones buenas del hombre sean meritorias ante Dios. “El mérito es lo que da derecho a la recompensa por una obra buena. Respecto a Dios, el hombre, de suyo, no puede merecer nada, habiéndolo recibido todo gratuitamente de Él. Sin embargo, Dios da al hombre la posibilidad de adquirir méritos, mediante la unión a la caridad de Cristo, fuente de nuestros méritos ante Dios. Por eso, los méritos de las buenas obras deben ser atribuidos primero a la gracia de Dios y después a la libre voluntad del hombre” (Idem, n. 426).

¿Qué bienes podemos merecer? “Bajo la moción del Espíritu Santo, podemos merecer, para nosotros mismos o para los demás, las gracias útiles para santificarnos y para alcanzar la gloria eterna, así como también los bienes temporales que nos convienen según el designio de Dios. Nadie puede merecer la primera gracia, que está en el origen de la conversión y de la justificación” (Idem, n. 427.

“¿Estamos todos llamados a la santidad cristiana? Todos los fieles estamos llamados a la santidad cristiana. Ésta es plenitud de la vida cristiana y perfección de la caridad, y se realiza en la unión íntima con Cristo y, en Él, con la Santísima Trinidad. El camino de santificación del cristiano, que pasa por la cruz, tendrá su cumplimiento en la resurrección final de los justos, cuando Dios sea todo en todos” (Idem, n. 428).-

(rbalbin19@gmail.com)

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