Biord Castillo: «Existe el peligro de ver en el obispo a un señor feudal y al párroco el dueño de su parroquia»
Remembranzas del arzobispo de Caracas del 53º Congreso Eucarístico Internacional
«Traiciona la eucaristía, quien reduzca su espiritualidad al cuerpo sacramental de Cristo, y rompa la comunión con su cuerpo que es la Iglesia y no sirva al cuerpo llagado de Cristo en los pobres»
«Estamos invitados a superar los archipiélagos pastorales que contradicen la eucaristía»
«La sinodalidad nos pide crear consensos, caminar juntos, construir comunión, lanzarnos a la misión»
“Fraternidad es más que una palabra, es un abrazo olvidando el rencor, es dar la mano al pobre y desvalido, es consolar al hermano en la aflicción”
«Traiciona la eucaristía, quien reduzca su espiritualidad al cuerpo sacramental de Cristo, y rompa la comunión con su cuerpo que es la Iglesia y no sirva al cuerpo llagado de Cristo en los pobres» o «estamos invitados a superar los archipiélagos pastorales que contradicen la eucaristía», son algunas de las reflexiones que en este escrito ofrece, a través de Religión Digital, el arzobispo de Caracas monseñor Raúl Biord Castillo, basado en su reciente intervención en el 53º Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Quito (Ecuador).
1.- ¿Cómo se está viviendo en Venezuela el sínodo sobre la sinodalidad?
El Papa Francisco nos ha invitado no solo a un sínodo como un evento, sino a entrar en un proceso de sinodalización de toda la Iglesia, a hacernos una Iglesia efectivamente más sinodal. En mi país hemos tenido una gran experiencia sinodal, aunque no la llamamos con ese nombre, se trató del Concilio Plenario de Venezuela. Una auténtica bendición de Dios. Un concilio es distinto de un sínodo, pues este termina con “propositiones” al Papa (si es un sínodo de toda la iglesia) o al obispo (si es un sínodo diocesano), para que el Papa o el obispo decidan qué se acepta y qué se debe implementar. Un concilio es legislativo, termina con normas. En el caso de un concilio plenario, son obligantes para todas las diócesis de un territorio determinado, por ejemplo, en Venezuela para nuestras 42 circunscripciones eclesiásticas que participamos de la conferencia episcopal. Por 10 años estuvimos en un proceso sinodal y esto nos ha permitido crear una espiritualidad de comunión entre las iglesias locales, reconocernos en un único proyecto pastoral.
Una de las cosas más tristes en la Iglesia es que con frecuencia nos presentamos como un archipiélago pastoral. Una diócesis donde cada parroquia va por su cuenta. Con frecuencia cada diócesis va por su cuenta, sin sinergia con las diócesis vecinas. Existe el peligro de ver en el obispo a un señor feudal y al párroco el dueño de su parroquia, donde se hace lo que diga o quiera el “jefe”. El Concilio Plenario de Venezuela nos permitió crear un espíritu de comunión, por supuesto hubo y hay dificultades y resistencias, fallas y deficiencias. Hay mucho camino por andar, pero puedo decir que en Venezuela como Iglesia estamos intentado vivir un proceso de caminar junto al pueblo a partir del compromiso bautismal, y escuchando a la gente (los que están adentro y los que están lejos, tal vez porque los hemos alejado nosotros) y para descubrir qué quiere Dios de nosotros. Es un proceso que apenas inicia, pero que nos hace ser más auténticos, porque nos pone en actitud de escucha, creando consensos, caminando juntos, construyendo comunión para lanzarnos a la misión.
2.- Si la eucaristía es centro de la vida cristiana, ¿cómo prolongarla en el camino sinodal de la iglesia?
Estamos en un congreso internacional eucarístico y, por supuesto, nos centramos en la eucaristía, pero no nos olvidemos que la eucaristía es el punto de llegada de un camino que inicia en el bautismo, que nos confiere la dignidad de ser hijos de Dios y nos da el compromiso de ser discípulos misioneros. La eucaristía es el cuerpo de Cristo, pero algunas falsas espiritualidades reducen la eucaristía al cuerpo sacramental de Nuestro Señor Jesucristo. El cuerpo de Cristo es, ante todo, el cuerpo de Jesús en el que se encarnó la Palabra de Dios, el Hijo de Dios, es también el cuerpo místico que es la iglesia, y es su cuerpo llagado en los pobres. Quien reduzca su espiritualidad eucarística al cuerpo sacramental de Cristo, y no se sienta enviado a reconocerse parte de un cuerpo de místico, de un cuerpo eclesial, y a servirlo en el cuerpo de los pobres, traiciona la eucaristía. Hace falta una conversión teológica hacia una visión más amplia: reconocernos y encontrarnos con el cuerpo total de Cristo.
Una comunión que se cierre en sí misma y que no se sienta enviada, se convierte en un gran egoísmo
Una comunión que se cierre en sí misma y que no se sienta enviada, se convierte en un gran egoísmo: formar parte de un club de amigos y centrarnos en una espiritualidad que, en realidad, nos descentra. Tal vez en la eucaristía no le damos mucha importancia a las dos frases que le corresponden al diácono: “podemos darnos un signo de paz”: la comunión, y “podemos ir en paz”: la misión. En el proceso sinodal, la eucaristía nos reúne como hermanos después de un camino de iniciación a la vida cristiana que no podemos saltarnos. No podemos pretender enseguida llegar a la eucaristía sin este un proceso de iniciación y de inserción en una comunidad. La eucaristía es verdadero alimento, pero tiene sentido si nos lanza a la misión.
Yo estoy gratamente sorprendido del gran eco que ha tenido el sínodo sobre la sinodalidad, una verdadera primavera sinodal. No sé si el Papa convocara un sínodo sobre la misión, como fue el sínodo de la evangelización que alimentó la exhortación Evangelii Nuntiandi, del Papa Pablo VI, se despertara el mismo interés y compromiso. La sinodalidad nos reúne en comunión y participación, pero el verdadero fin de la sinodalidad, como el de la eucaristía, es lanzarnos a la misión.
Los discípulos en Emaús reconocen al Señor en la fracción del pan, pero el Señor desaparece, dejándoles la alegría del encuentro con el Resucitado y el compromiso de anunciar a los hermanos su resurrección, su mensaje de vida, de justicia y de paz.
Por lo tanto, es importante que reflexionemos sobre el verdadero sentido de la eucaristía como lo hemos hecho en el congreso, pero que veamos que la eucaristía en el proceso de la vida cristiana es alimento para vivir nuestra misión de compartir con los demás la gran riqueza que tenemos que es Jesús, que es su cuerpo presente entre nosotros, que nos reúne en su cuerpo que es la iglesia, y nos invita servirlo en el cuerpo llagado de nuestros hermanos más pobres.
Nadie recibe una misión aislada o para sí solo en la Iglesia, la recibimos en comunidad, somos enviados en comunidad, y por eso nos reunimos en la eucaristía, para que con este alimento podamos salir juntos a predicar la alegría del Evangelio
3.- ¿Qué mensaje nos deja el Congreso Eucarístico?
Más allá de todas las ideas teológicas y ponencias, este congreso eucarístico ha sido una experiencia de Dios, de Iglesia, del Espíritu que nos ha reunido, de diferentes continentes, en tono a la eucaristía para salir enviados. El congreso concluirá con un envío, como fueron los encuentros con Jesús Resucitado: ir a anunciar a los hermanos la alegría del encuentro con el Señor Resucitado que encontramos en la eucaristía, ir a las periferias del mundo, compartiendo juntos y sabiendo que su misión es en plural: “Vayan por todo el mundo, anuncien el Evangelio, bauticen a todas las gentes, enséñenles a cumplir lo que yo les he mandado”. Nadie recibe una misión aislada o para sí solo en la Iglesia, la recibimos en comunidad, somos enviados en comunidad, y por eso nos reunimos en la eucaristía, para que con este alimento podamos salir juntos a predicar la alegría del Evangelio.
4.- ¿Cuál fue la experiencia más significativa?
Sin duda la procesión popular del Corpus el sábado 14 por la tarde. La mejor experiencia que me llevo es la fe de la gente sencilla que desde la mañana se reunió para alfombrar de bellas flores las calles que separan la iglesia de san Francisco de la Basílica del voto nacional, 1.300 metros de devoción, de cariño, de fe… Múltiples alfombras de pétalos de flores, diseños creativos con motivos religiosos para acompañar el paso del Santísimo Sacramento, una marea de gente sencilla caminando en la noche quiteña, mientras se hacían la estaciones todos rezaban y cantaban:
Fraternidad para sanar el mundo
eso nos muestras, Señor, desde la cruz.
Tú nos congregas en torno a tu mesa
y nos enseñas al hermano a amar.
Señor amigo, Palabra de Dios,
tú nos invitas a ser fraternidad.
Por aquí estamos y eres alimento
que nos llena de amor para sanar.
Fraternidad es más que una palabra,
es un abrazo olvidando el rencor,
es dar la mano al pobre y desvalido,
es consolar al hermano en la aflicción.
| Monseñor Raúl Biord Castillo/RD