Devociones y tradiciones

San Calixto mártir, el esclavo que llegó a ser Pontífice

Cada 14 de octubre se celebra la fiesta del Papa San Calixto mártir (Roma, c.155 – c.222), decimosexto Papa de la Iglesia Católica. Su pontificado abarcó el periodo entre los años 217 y 222.

Liberado de toda esclavitud

Calixto fue el primer Papa “liberto”; es decir, vivió parte de su vida bajo la condición de esclavo -estuvo sometido al duro trabajo en las minas-. No obstante llegó a obtener su libertad -probablemente pagó por ella a la usanza del momento-. Una vez libre, se dedicó a tiempo completo al servicio de la comunidad cristiana.

San Ceferino, su predecesor en la Sede de Pedro, lo convirtió en su hombre de confianza, encargándole el cuidado y administración de las catacumbas. Estas eran los cementerios subterráneos de los cristianos; pero, como se sabe, servían también de refugio en tiempos de persecución.

Bajo la administración de Calixto, las catacumbas fueron ampliadas y llegaron a tener hasta cuatro niveles de profundidad y más de 20 kilómetros de corredores -toda una proeza hecha con mínimos recursos-. En la actualidad, las llamadas “Catacumbas de San Calixto” son uno de los lugares históricos más importantes de la ciudad de Roma. En su interior reposan los restos de Papas, mártires y santos.

Amigo de la caridad y de la verdad

En el año 217, a la muerte del Papa San Ceferino, Calixto fue elegido Sumo Pontífice. Durante su pontificado soportó la férrea oposición de un sector de la Iglesia, liderado por Hipólito, quien lo acusó de ser indigno de su cargo. Para Hipólito un liberto carecía de la dignidad apropiada para ser cabeza de la Iglesia. De la misma manera, Hipólito se oponía a que hombres que hubiesen dejado atrás pecados graves como la poligamia o el concubinato pudiesen ser ordenados sacerdotes, sin importar que hayan pedido perdón públicamente y convertido sus vidas a Cristo.

Similares restricciones y rechazos pretendía Hipólito para otros cristianos conversos, o para aquellos que habían cometido apostasía y querían regresar al seno de la Iglesia. Providencialmente el espíritu pastoral de Calixto rechazó todas estas formas de rigorismo al considerarlas contrarias al mandato de la caridad dado por el Señor.

Lejos de cambiar de actitud, Hipólito acusó a Calixto de ser un propagador de herejías sobre la Trinidad, como último intento. Poco importó, y no tuvo éxito.

Como el Apóstol Pedro

Víctima de la persecución contra los cristianos, San Calixto fue apresado y encerrado en una mazmorra, sin comida y sin luz, a la espera de que le llegara la muerte. Semanas después, cuando se abrió su celda, lo encontraron tranquilo y saludable. Hoy, la tradición conserva el testimonio de las palabras que pronunció ante quienes quisieron recoger su cadáver:

«Acostumbré a mi cuerpo a pasar días y semanas sin comer ni beber, y esto por amor a mi amigo Jesucristo, así que ya soy capaz de resistir sin desesperarme».

La autoridad imperial dispuso así que, al no haber negado su fe, el Papa fuese echado a un profundo pozo y que la boca del hoyo fuera cubierta con tierra y escombros. San Calixto murió allí, enterrado vivo. Hoy, se sabe que sobre aquel pozo se alza la Iglesia de Santa María en Trastevere.

Las Actas de los mártires dan cuenta de un dato adicional: San Calixto fue el segundo Papa que padeció el martirio, después del Apóstol San Pedro.-

Aciprensa

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