Todo es uno: José Gregorio, la vida como armonía
Bernardo Moncada Cárdenas:
«Esta filosofía me ha hecho posible la vida. Las circunstancias que me han rodeado en casi todo el transcurso de mi existencia, han sido de tal naturaleza, que muchas veces, sin ella, la vida me habría sido imposible. Confortado por ella he vivido y seguiré viviendo apaciblemente. […] Mas si alguno opina que esta serenidad, que esta paz interior de que disfruto a pesar de todo, antes que a la filosofía, la debo a la Religión santa que recibí de mis padres, en la cual he vivido, y en la que tengo la dulce y firme esperanza de morir: Le responderé que todo es uno.» José Gregorio Hernández Cisneros. “Elementos de Filosofía”, 1912
Por la puerta grande de la humanidad, es decir, de su santificación, este 26 de octubre entramos al centésimo sexagésimo aniversario del nacimiento de José Gregorio Hernández Cisneros, Beato de la Iglesia católica.
Sus 54 años de vida implantaron su memoria en el alma profunda de su nación, haciendo de esa imagen adusta, trajeada de negro y con la apacible mirada fija en quien la contempla, icono patrio del ideal de santidad.
Nunca estará de más observar de cerca a quien por varias razones ha dejado tal impacto en lo mejor de la venezolanidad.
Hombre de múltiples mundos, habitó el Doctor José Gregorio un país en permanente crisis, recibiendo el título de Doctor en Ciencias Médicas cuando Juan Pablo Rojas Paúl lograba, como presidente, cierta estabilidad, la cual duraría hasta el sacudón de la Revolución Liberal Restauradora y el advenimiento del autoritarismo gomecista. Además, en tiempos de frecuentes y letales epidemias.
Lentamente ingresaba Venezuela en la modernidad, bajo un régimen que, en la aparente y simple división de partidarios y adversarios del gobierno, aferraba un territorio en cuyo seno se movían ya remanentes del positivismo antirreligioso, el conservadurismo ultramontano, el socialismo marxista, y el proyecto republicano demócrata moderno.
No pocos episodios violentos, no pocas arremetidas represivas, no pocas polémicas ideológico-políticas hubo de presenciar el ecuánime temperamento de este hombre; muchos de estos episodios de la pequeña historia han podido suscitar su disconformidad, la cual nunca pareció superar la altura de su verdadero ideal.
Mirando a su destino, donde se fundió la frustrada vocación clerical con la lograda vocación de “sacerdote, profeta y rey”, a la cual se nos llama en el bautismo, nuestro Beato compendió la habilidad de desempeñarse en los ámbitos de la investigación científica -impregnada de la llamada religión de la ciencia, credo rigurosamente antirreligioso- con su profunda religiosidad; la alborozada vida universitaria, la afición por la música y el baile, con la circunspección de un hombre de oración; la meditación contemplativa y filosófica, con la destreza práctica para coserse sus propios y elegantes trajes. Por último, la recóndita dedicación a la vida del laboratorio, con la del permanente servidor a la salud del prójimo.
La habilidad política de este ciudadano que jamás aspiró a cargo alguno, queda evidenciada en la polémica de la Academia Nacional de Medicina, de cuya fundación fue factor esencial, cuando una mayoría de enfebrecidos quisieron consagrar la institución al evolucionismo darwiniano, segregando expresamente al creacionismo judeo-cristiano. Finalmente cedieron a los argumentos y reclamos de sensatez del Doctor Hernández, emitiendo una declaración de principios acorde con la total apertura que la investigación científica requiere.
A la par armonizó con éxito su vida de actividad internacional y de figura pública, con una devoción indeclinable a su familia, y un conmovedor apego al su nativo Isnotú.
En resumen, la santidad de José Gregorio, centrada en la comunión con Cristo, para quien “todo es uno”, no sólo es un modelo de sacrosantas virtudes morales, sino -necesariamente- un modelo de conducta audazmente, desafiantemente, ciudadana; un modelo de humanidad apasionadamente abierta a todos sin distinciones, como la de su Divino Maestro.
¿Quién no desea, para sí mismo y para su nación, esa vida en concordia? Aprendamos de este paradigma a vivir la vida como armonía.-