El encierro de Juana I de Castilla: un acto de crueldad política
La figura de Juana I de Castilla, conocida, popularmente, como «Juana la Loca», ha sido durante siglos objeto de fascinación y controversia. Su vida, marcada por la tragedia y la intriga, ha sido interpretada de diversas maneras, a menudo distorsionada por los prejuicios de su época
Beatríz Pineda Sansone:
La figura de Juana I de Castilla, conocida, popularmente, como «Juana la Loca», ha sido durante siglos objeto de fascinación y controversia. Su vida, marcada por la tragedia y la intriga, ha sido interpretada de diversas maneras, a menudo distorsionada por los prejuicios de su época y por la necesidad de legitimar las acciones de aquellos que la rodeaban. La idea sobre la “locura” de Juana es una simplificación excesiva y ha sido moldeada por la historia para justificar decisiones políticas. Al momento de designarla heredera, no existía un diagnóstico médico como el que conocemos hoy.
Juana nació en el seno de una familia real, hija de los poderosos Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Su infancia, aunque privilegiada, estuvo marcada por una serie de pérdidas que pudieron influir en su salud mental. La muerte de varios de sus hermanos a temprana edad, así como la presión de ser la heredera de dos grandes reinos, pudieron haber contribuido a generar en ella una gran angustia y un sentimiento de inseguridad.
La etiqueta de «loca» que se le adjudicó a Juana ha sido, durante mucho tiempo, objeto de debate entre historiadores y psiquiatras. Si bien es cierto que su comportamiento en ocasiones fue errático y que su salud mental se deterioró con el paso de los años, es importante tener en cuenta el contexto histórico y social en el que vivió. En una época en la que las mujeres eran consideradas inferiores y sus emociones eran vistas con desconfianza. Cualquier comportamiento que se saliera de la norma era rápidamente atribuido a la locura.
La historia de Juana I de Castilla es mucho más compleja y trágica de lo que sugiere el simple calificativo de «loca». Detrás de este personaje histórico se esconde una mujer inteligente y sensible, víctima de los prejuicios de su época y de las ambiciones de quienes la rodeaban. Aunque es difícil hacer un diagnóstico a posteriori, algunos expertos han sugerido que Juana pudo sufrir de un trastorno bipolar o de una depresión severa, agravados por las circunstancias personales y políticas que la asediaban.
Juana fue, sin duda, una víctima de las circunstancias. Su padre, Fernando el Católico, la utilizó como herramienta política para asegurar la unión de Castilla y Aragón, y no dudó en apartarla del poder cuando sus intereses así lo exigieron. Su marido, Felipe el Hermoso, falleció joven, el 25 de septiembre de 1506 en Burgos, Castilla, a la edad de 28 años, dejando a Juana desconsolada y sumida en una profunda tristeza. Y su hijo, Carlos I, más interesado en consolidar su propio imperio, apoyó su confinamiento en el Palacio Real de Tordesillas, donde permaneció recluida durante el resto de su vida: cuarenta y seis años.
La tormentosa relación entre Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso, así como su reclusión en Tordesillas, ha sido objeto de numerosas especulaciones a lo largo de los siglos. A menudo se ha presentado como un gran amor, pero la realidad fue mucho más compleja y trágica. El matrimonio entre Juana I de Castilla, última monarca de la dinastía de los Trastámara, con Felipe, el Hermoso de la familia de los Habsburgo fue, en primer lugar, una alianza política entre ambas casas destinada a fortalecer los lazos entre Castilla y el Sacro Imperio Romano Germánico. Este matrimonio dio lugar al nacimiento de Carlos I de España y V de Alemania, quien heredó un imperio sin precedentes que abarcaba gran parte de Europa y América. A pesar de las apariencias, no existía una gran conexión emocional entre ambos al inicio de su relación. Sin embargo, con el tiempo, parece que se desarrolló un profundo afecto entre ellos. La relación también estuvo marcada por la inestabilidad política: las constantes disputas entre los reinos de Castilla y Aragón, sumadas a las ambiciones de Felipe y de su padre, Maximiliano de Habsburgo, crearon un ambiente de tensión y desconfianza. Infidelidades: Felipe era conocido por sus numerosas amantes y relaciones extramatrimoniales. Esto, sin duda, generó celos y resentimiento en Juana. Lucha por el poder: la muerte de Felipe dejó a Juana como heredera de un vasto imperio. Sin embargo, su padre, Fernando el Católico, no estaba dispuesto a cederle el poder de inmediato, lo que desencadenó una lucha por la sucesión.
La muerte prematura de Felipe, acaecida el 25 de septiembre de 1506, fue un golpe devastador para Juana. Se dice que no se separó del cuerpo de su esposo durante días y que lo llevó de un lugar a otro. Este comportamiento, que en su época se consideró desmesurado, fue interpretado como una prueba de su locura. La relación entre Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso fue una historia de amor, de pérdida y tragedia. Tras la muerte de Felipe, su padre Fernando el Católico, aprovechando la inestabilidad emocional de su hija, asumió la regencia de Castilla y con el objetivo de consolidar su poder y evitar que Juana pudiera reclamar el trono, ordenó su encierro en el Palacio Real de Tordesillas en marzo de 1509, a la edad de 29 años. Esta decisión se tomó en medio de una compleja situación política que involucraba luchas por el poder y la regencia del reino.
El encierro de Juana en Tordesillas fue un flagelo para ella, un acto de crueldad política que marcó el resto de su vida.
Aislada del mundo y privada de sus libertades, su salud mental se deterioró aún más. A pesar de que su hijo Carlos I (futuro Carlos V) la visitó en varias ocasiones, nunca la liberó completamente.
La imagen de una mujer desconsolada y loca ha calado profundamente en el imaginario colectivo. Sin embargo, es importante recordar que esta imagen de loca es, en gran medida, una construcción histórica que responde a los intereses de quienes la perpetraron. Desde entonces, la etiqueta de «loca» sirvió para justificar el confinamiento de Juana y legitimar el poder de aquellos que la rodeaban.
La relación entre Juana I de Castilla y su hijo Carlos I (futuro Carlos V) fue marcada por la ambición política, el afecto familiar y la tragedia. Al mantener a Juana recluida, Carlos I consolidaba su posición como único gobernante de Castilla y Aragón. A pesar de los lazos sanguíneos, sus intereses divergieron en muchos aspectos, lo que aseguró el confinamiento de Juana en Tordesillas. Es evidente que Juana sintió un profundo afecto por su hijo. Existen testimonios de que se preocupaba por su bienestar.
¿En qué condiciones vivió Juana I de Castilla desde que su padre, Fernando el Católico, la recluyera en 1509, hasta su fallecimiento en 1555?
La reina Juana I de Castilla vivió en este Palacio-cárcel, aislada del mundo y privada de sus libertades durante 46 años. Fue separada de la corte y de su círculo de confianza. Se le prohibió recibir visitas de personas que pudieran influir en ella. La soledad y la falta de estímulos intelectuales y afectivos influyeron profundamente en su estado mental. Estaba bajo la vigilancia de guardias que controlaban todos sus movimientos. Se le impusieron diversas restricciones a su libertad, como la prohibición de salir del castillo. A pesar de su deterioro mental, Juana no recibió una atención médica adecuada.
El dolor por la pérdida de Felipe se agravó con el paso de los años, y la falta de cariño y comprensión la sumieron en una profunda tristeza. El encierro prolongado y la falta de ejercicio contribuyeron al deterioro de su salud física. Sufrió diversas enfermedades, entre ellas: reumatismo y problemas dentales, que no fueron atendidas adecuadamente.
Al mantener a Juana recluida, Carlos I consolidaba su posición como único gobernante de Castilla y Aragón. Su “locura” se convirtió en el velo utilizado para para ocultar las luchas internas y las intrigas palaciegas.
Afortunadamente, la psicología ha permitido una reinterpretación de la figura de Juana I de Castilla, ofreciendo una visión más compleja y humana de esta reina. Al cuestionar la etiqueta de «loca» y al analizar las circunstancias históricas y psicológicas en las que vivió, podemos comprender mejor sus acciones y reconocer su derecho a ser juzgada por sus méritos y no por un presunto trastorno mental. Manuel Casamitjana Peiró sostiene que la imagen de Juana I como una mujer enferma mental e incapaz de gobernar ha sido exagerada y manipulada por intereses políticos. El historiador argumenta que Juana fue una reina activa, antes de su encierro, que demostró capacidad para gobernar y tomar decisiones importantes.-
América 2.1