Los Partisanos
El autor analiza la actividad de este movimiento de resistencia, particularmente en Italia, y las enseñanzas que nos deja para el rescate de la democracia
Ismael Pérez Vigil
Politólogo
9 de noviembre de 2024
Cuando escribí sobre la “resistencia” a la invasión alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial (ver Resistencia Política 1, https://bit.ly/4eF5vOp), mencioné brevemente la “resistencia” al fascismo en Italia, que fue protagonizada por numerosos grupos y organizaciones. Uno de estos grupos, que aglutinó a muchos de los anteriores, se conoce con el nombre, casi genérico, de «partisanos». Hoy quiero detenerme a analizar este “movimiento” (¿o más bien, fenómeno?) no solo porque un amigo me lo recordó, sino también porque considero que nos puede ofrecer lecciones valiosas para la reconversión democrática.
Como he señalado en otras ocasiones, esto no es un tratado exhaustivo sobre el tema, sino más bien un acercamiento para despertar la curiosidad y fomentar la lectura y reflexión sobre este importante capítulo de la historia, invitando a investigar más a fondo.
Reconversión democrática.
Este tema está directamente vinculado con lo que vengo reflexionando en las últimas semanas: ¿cómo los movimientos de resistencia y las “lecturas políticas” del pasado pueden ayudar a alcanzar la democracia? Como lo llama Irene Vallejo, la autora y filóloga española de la que me considero un “feligrés” más que un simple lector, la democracia es una «invención extravagante» (ver su discurso en la Academia Colombiana de la Lengua, El País, 12/10/2024, https://bit.ly/3UCXkdL).
Los movimientos partisanos.
Los movimientos de resistencia partisanos se dieron en diversos países durante la Segunda Guerra Mundial: Francia, Yugoslavia, Grecia, Bielorrusia, y especialmente en Italia. Este último es el foco de mi interés, ya que el término «partisano» proviene de la palabra italiana “partigiano”, que significa «partidario», miembro de un «partido». Eran ciudadanos comunes que provenían de centros urbanos, pequeños pueblos y zonas rurales. Entre ellos había obreros, campesinos, veteranos de la Primera Guerra Mundial, e incluso desertores del ejército italiano de Mussolini y de las tropas alemanas. No eran una milicia formal, sino que se organizaron clandestinamente en grupos durante la Segunda Guerra Mundial, enfrentándose al ejército nazi y llevando a cabo operaciones de guerrilla, emboscadas y sabotajes con gran determinación y valentía.
Los partisanos italianos.
Seguramente todos hemos escuchado alguna de las versiones de «Bella Ciao», el himno más emblemático de los partisanos italianos y de la resistencia contra el fascismo. La canción, con sus alusiones a la muerte y el sacrificio por la libertad, y las historias, leyendas y anécdotas de los partisanos, están asociadas al romanticismo que siempre despiertan los movimientos guerrilleros. Sin embargo, detrás de la fascinación, hay una realidad mucho más compleja. Los primeros grupos partisanos italianos no nacieron durante la Segunda Guerra Mundial, sino que ya existían en los años 20 del pasado siglo, organizados para resistir al fascismo de Benito Mussolini. Estos grupos buscaban, además, concientizar contra el fascismo y, más tarde, a partir de 1943, contra el nazismo.
Contra el fascismo
La oposición al régimen de Mussolini comenzó, como ya mencioné, de manera clandestina desde los años 20, cuando el pueblo italiano reaccionó contra el control represivo de Mussolini sobre sus opositores. A pesar de la división ideológica entre los grupos (comunistas, anarquistas, socialistas, sindicalistas), los primeros intentos de resistencia fueron en gran medida ineficaces. La falta de coordinación y las diferencias ideológicas dificultaron el éxito de estas primeras organizaciones, aunque los comunistas fueron los más organizados y los anarquistas lograron algunos atentados destacados. Sin embargo, en estos primeros grupos ya se gestaban los futuros movimientos partisanos, especialmente en ciudades clave y regiones montañosas de Italia.
Contra los nazis.
El 3 de septiembre de 1943, Italia firmó el armisticio con los aliados, y cinco días después, el 8 de septiembre, se hizo pública, mediante la Proclama de Badoglio, llamada así pues fue anunciada por Pietro Badoglio, Almirante que sucedió a Mussolini, nombrado por el rey Victor Manuel III. Tras la Proclama y el inicio de la ocupación alemana del país, la organización y el movimiento de los partisanos adquirieron un impulso definitivo. La resistencia se consolidó como un frente guerrillero diverso, con militantes de diferentes filiaciones ideológicas: comunistas, liberales, socialistas, demócrata-cristianos, monárquicos y anarquistas, además de grupos menos definidos políticamente, como los del Partito d’ Azione y el Partido Popular Italiano.
La guerra y la ocupación nazi unieron a estos diversos grupos en una lucha común, a pesar de que cada uno mantuvo sus características e independencia. Juntos conformaron el Comité de Liberación Nacional (CLN), que jugó un papel clave en la lucha contra las fuerzas fascistas de Mussolini y las tropas alemanas. Muchos historiadores hablan de este período como una especie de guerra civil. Lo cierto es que, gracias a la resistencia, los partisanos lograron liberar varias ciudades del norte de Italia −Génova, Torino, Bologna, Parma, Plasencia−, algunas incluso antes de la llegada de las tropas aliadas.
La estructura de los partisanos.
Las brigadas partisanas eran muy diversas, con nombres como la Brigata Garibaldi (comunista), la Brigata Mateotti (socialista, denominada en honor del diputado socialista Giacomo Mateotti, asesinado en 1924), y la Brigata Giustizia e Libertà (socialista-liberal). También hubo brigadas autónomas integradas por exmilitares sin filiación política específica, pero simpatizantes de la monarquía; otras de clara ideología imperialista, como los “badogliani”, seguidores del ya mencionado Mariscal Pietri Badoglio; y la última a destacar, la XI Zona Patrióti del famoso y legendario “Pipo”, Manrico Ducceschi. A pesar de sus diferencias, todas compartían la misma meta: la liberación de Italia del fascismo y la ocupación nazi. La resistencia fue difícil: muchos partisanos tuvieron que dejar a sus familias, abandonar su trabajo e incluso su nombre real para infiltrarse en las montañas y enfrentarse al ejército de Mussolini y a las bien apertrechadas tropas alemanas.
No eran una milicia formal, pero constituyeron brigadas y comités y se organizaron clandestinamente en pequeños grupos, que aunque eran independientes, realizaban operaciones conjuntas. No tenían uniforme y usualmente llevaban ropa común, para las condiciones montañosas o agrestes donde se movían. Sus suministros eran limitados, lo que lograban obtener con la población civil o campesina que los apoyaban y el armamento era muy escaso, lo que tenían y lo que iban capturando en sus enfrentamientos o emboscadas; se coordinaron con tropas aliadas y otros movimientos de resistencia internacional. Entre sus principales actividades estaban, obviamente las operaciones de guerrilla, emboscadas y sabotajes contra las fuerzas nazis y fascistas, atacando convoyes militares, líneas de suministro y en ocasiones realizaban incursiones en instalaciones militares; destruían puentes, vías férreas y depósitos de municiones para obstaculizar las operaciones enemigas; ayudaban a rescatar prisioneros de guerra y protegían a la población civil de las incursiones fascistas y nazis; muchos de ellos, realizaban tareas de concientización y contra las ideologías fascista y nazi.
Aunque no hay consenso sobre el número exacto de partisanos, se sabe que, a partir de 1943, su movimiento creció considerablemente y fue clave en la rendición alemana del 29 de abril de 1945, con el apoyo de las fuerzas aliadas. Su ejemplo sigue siendo fuente de inspiración para muchos movimientos de resistencia en todo el mundo.
Disolución y el fin de los partisanos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el Comité de Liberación Nacional, constituido en 1943, asumió el control civil y militar −sustituyendo a Pietro Bodoglio− y las brigadas partisanas fueron desmovilizadas y desarmadas por orden de las fuerzas aliadas, al mando del mariscal británico Harold Alexander. Sin embargo, los conflictos internos entre las diferentes facciones partisanas afloraron rápidamente. Hubo desórdenes, ejecuciones sumarias de presuntos fascistas, venganzas personales y rivalidades políticas, lo que contribuyó al fin de este movimiento; pero, no me detendré en el análisis de este punto.
El tema de los partisanos en Italia es demasiado extenso y su análisis exhaustivo, político, social, ideológico, escapa a las limitaciones de un artículo como éste. Pero, estos eventos han sido documentados en numerosas novelas, ensayos y películas, como El jardín de los Finzi-Contini (1970), dirigida por Vittorio De Sica. Solo mencionaré, para concluir el punto, que la Associazione Nazionale Partigiani d’Italia (ANPI), fundada en 1943, aún existe y entre sus objetivos está el mantenimiento de la memoria histórica y el apoyo ideal y ético de los altos valores de libertad y democracia expresados en la constitución de 1948, que según ANPI recoge los ideales de la resistencia partisana en Italia. (https://www.anpi.it/)
Conclusiones.
Es evidente que el movimiento partisano fue mucho más que una serie de hechos románticos y heroicos. Su historia nos deja lecciones valiosas para la reconversión democrática. Si bien un artículo como éste no puede abarcar toda la complejidad del movimiento, su objetivo es despertar el interés por investigar más a fondo este tema, a menudo desconocido en su profundidad, para no limitarnos a sus aspectos más románticos o idealizados, sino comprender las lecciones que pueden ser útiles para la reconstrucción democrática de nuestros tiempos.
Veamos cuales son, en mi opinión, algunas de las lecciones aprendidas:
1) Una vez más se demuestra que la sociedad civil, los ciudadanos, son capaces de organizarse, para luchar contra el fascismo, el nazismo, o cualquier tiranía.
2) La “unidad” ante una causa común, usualmente externa, es un factor clave de éxito.
3) Es posible mantener esa “unidad”, aun conservando la diversidad de grupos e ideologías, para hacer un frente común
4) Es necesario considerar, definir, como conducirse para mantener esa unidad, con posterioridad al éxito o triunfo de la resistencia a una tiranía, para evitar la disolución.-