San Odón Abad, “gran maestro de disciplina espiritual”
San Odón de Cluny fue un monje francés nacido alrededor del año 879, conocido por ser el segundo abad de Cluny (Borgoña, Francia), el más célebre monasterio de su tiempo; así como por haber tenido bajo su dirección a más de mil monjes, a lo largo de su vida, en diversos monasterios de Francia e Italia.
El Papa Benedicto XVI lo calificó como uno de los más elevados espíritus de la Edad Media, debido a su contribución al resurgimiento del espíritu religioso a través de la reforma de la vida monástica. Benedicto XVI lo llamó “gran maestro de disciplina espiritual».
Un espíritu inquieto
Odón, siendo niño, fue consagrado por su padre a San Martín de Tours, santo del siglo IV, uno de los más populares de la época. De adolescente, empezó a estudiar la Regla de San Benito y a observar su disciplina sin ser monje aún.
Luego, fascinado por la forma de vida benedictina, dejaría Tours (Francia) para ingresar como monje en la abadía de Baume, de donde pasaría a otros dos monasterios: Aurillac y, finalmente, Cluny. En este monasterio llegaría a ser abad en el año 927.
Todo cristiano está llamado a liderar los auténticos cambios
Desde Cluny, convertido en centro espiritual, ejerció una gran influencia en los monasterios del Viejo Continente. Odón insistía mucho en orar fervorosa y constantemente los salmos, así como en la observancia del silencio dentro de los monasterios. Con él, Cluny alcanzó tal esplendor espiritual que se construyeron otros quince monasterios bajo su tutela.
En la catequesis que Benedicto XVI dedicó al monje Odón en 2009, el entonces Papa señalaría: “San Odón fue un verdadero guía espiritual tanto para los monjes como para los fieles de su tiempo… Ante el gran número de vicios difundidos en la sociedad, el remedio que él proponía con decisión era el de un cambio radical de vida, fundado en la humildad, la austeridad, el desapego de las cosas efímeras y la adhesión a las eternas”.
“Madre de Misericordia”
Otro aspecto de la personalidad y vida de Odón que destacaba el entonces Papa fue su piedad filial a la Virgen María: «Odón era aún adolescente, de unos dieciséis años de edad, cuando, en una vigilia de Navidad, sintió cómo le salía espontáneamente de los labios esta oración a la Virgen: «Señora mía, Madre de misericordia, que en esta noche diste a luz al Salvador, ora por mí. Que tu parto glorioso y singular sea, oh piadosísima, mi refugio» (Vita sancti Odonis, I, 9: PL 133, 747). El apelativo «Madre de misericordia», con el que el joven Odón invocó entonces a la Virgen, será la forma que elegirá para dirigirse siempre a María, llamándola también «única esperanza del mundo… gracias a la cual se nos han abierto las puertas del paraíso»».
Receta para el escéptico del medioevo: Eucaristía y buen humor
San Odón merece ser recordado en otro aspecto ejemplar: su «devoción» al Cuerpo y a la Sangre de Cristo. El segundo abad de Cluny deploraba la cada vez más difundida negligencia de muchos presbíteros que celebran la Eucaristía como si de un acto rutinario se tratase. Convencido hasta el tuétano de la presencia real, bajo las especies eucarísticas, del Cuerpo y de la Sangre del Señor, escribía: «Dios, el Creador de todo, tomó el pan, diciendo que era su Cuerpo y que lo habría ofrecido por el mundo, y distribuyó el vino, llamándolo su Sangre» (Odonis Abb. Cluniac. occupatio, ed. A. Swoboda, Lipsia 1900, p. 121).
El monje no dudaba en el milagro que se produce en cada Eucaristía: «Es ley de naturaleza que tenga lugar la transformación según el mandato del Creador… inmediatamente la naturaleza cambia su condición habitual: sin tardar el pan se convierte en carne, y el vino se convierte en sangre… la sustancia se transforma» (ibid., p. 121).
El Papa Benedicto concluye: «Aparece aquí un rasgo del santo abad a primera vista casi escondido bajo el rigor de su austeridad de reformador: la profunda bondad de su alma. Era austero, pero sobre todo era bueno, un hombre de una gran bondad, una bondad que proviene del contacto con la bondad divina. Odón, como nos dicen sus contemporáneos, difundía a su alrededor la alegría de la que rebosaba. Su biógrafo atestigua que no había oído nunca salir de boca de hombre «tanta dulzura de palabra». Acostumbraba [según uno de sus biógrafos]… invitar a cantar a los niños que encontraba por el camino para después hacerles algún pequeño regalo (…): «Sus palabras estaban llenas de gozo…, su hilaridad infundía en nuestro corazón una íntima alegría» (ib., II, 5: PL 133, 63)».
San Odón murió santamente el 19 de noviembre del año 942.-
Aciprensa