Entrevistas

Mons. Ocáriz: “Amar la libertad implica amar el pluralismo”

En esta entrevista concedida a The Pillar, el Prelado responde a cuestiones sobre la misión de los laicos y sobre el momento actual del Opus Dei

1) Uno de los temas principales del actual Sínodo sobre la Sinodalidad es el papel de los laicos en la Iglesia. ¿Qué podría aportar el Opus Dei a estas reflexiones, teniendo en cuenta la centralidad de los laicos en su mensaje, misión y espiritualidad?

El papel de los laicos en la Iglesia no es principalmente el de ocupar cargos en sus estructuras, que por lógica serán muy pocos (algunos podrán ser necesarios) con relación al conjunto. Es algo que ha emergido de nuevo en las conversaciones sinodales y que está muy presente en el carisma del Opus Dei: facilitar que cada fiel laico —cada hombre y mujer que ha recibido el bautismo— tome conciencia de la grandeza y belleza de su misión. Como sucedió entre los primeros cristianos, especialmente hoy recae en ellos y ellas la tarea evangelizadora del futuro, en unión y comunión con los pastores.

La Iglesia no son principalmente los templos o las estructuras, sino las personas incorporadas a Cristo por el bautismo. Un laico, una laica que llevan a Jesucristo en su corazón y en su estilo de vida, serán una presencia de la Iglesia, vibrante y abierta en sus respectivos barrios y comunidades de vecinos; entre sus parientes y amigos, entre creyentes y no creyentes, en el mundo del deporte y del entretenimiento; en los distintos ámbitos profesionales, sociales, culturales, científicos, políticos, comerciales.

En su exhortación apostólica Gaudete et exsultate, el Papa Francisco habla de la centralidad de los laicos cuando invita a descubrir esa “santidad de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios”. Desde sus inicios, la Obra trata de ir en esa dirección: recuerda que la gente con virtudes y defectos, como cada uno de nosotros, puede convertirse en una mano tendida por Dios hacia muchas otras personas, también aquellas que quizá no entrarían jamás en una iglesia.

Por ese motivo, diría que un gran desafío es dedicar mucho tiempo y cuidado a la formación y al acompañamiento espiritual de los cristianos corrientes, verdaderos apóstoles en su propio ambiente. Es una prioridad en la vida cotidiana de la Iglesia que, gracias a Dios, se hace presente en miles de parroquias e iniciativas.

2) ¿Por qué esta identidad laical es tan esencial para el Opus Dei como institución y como camino espiritual?

Es esencial porque es lo que Josemaría Escrivá entendió que le pedía Dios: explicar, mostrar, descubrir, recordar… la llamada universal a la santidad en medio del mundo y a través de las realidades cotidianas, como son principalmente la vida familiar y laboral. El fundador comenzó su actividad para impulsar la Obra a través del acompañamiento de estudiantes y profesionales, así como formando grupos, y rezando y pidiendo oraciones por ellos. También involucró a esos jóvenes en sus visitas a los pobres y enfermos de Madrid y organizó cursos de retiro espiritual y clases de formación que, con el mismo estilo, se fueron expandiendo por muchas culturas y naciones, entre personas de toda clase y condición social.

Cuidar y hacer fructificar este carisma es lo que el Señor y la Iglesia nos piden: la evangelización —como he dicho— en la familia y en el trabajo, en medio de la sociedad, que de modo permanente plantea grandes retos como la guerra, la pobreza, la enfermedad, etc. Son los fieles corrientes que habitan estas realidades quienes en primer lugar pueden dar testimonio de cómo Cristo se hace presente en su vida y cómo supone un impulso para la transformación personal y de su entorno. Para eso, el Opus Dei, como institución, ofrece formación, acompañamiento y una espiritualidad concreta, adaptada a mujeres y hombres con familias que cuidar, horarios exigentes de trabajo, dificultades económicas, traslados, etc. Algunas personas, al descubrir este espíritu, sienten una llamada vocacional a difundirlo con su vida.

3) En 1946, cuando san Josemaría buscó por primera vez la aprobación canónica para el Opus Dei, le dijeron que había llegado con un siglo de anticipación. Con la reforma canónica de la Obra en curso, ¿cree que estas palabras siguen siendo ciertas?

En 1946 el Opus Dei estaba establecido en cuatro países y su mensaje era menos conocido. Ya entonces estaba formado por una minoría de sacerdotes y una gran mayoría de hombres y mujeres corrientes. En esa época chocaba la predicación del fundador al animar a los laicos a buscar la santidad en medio del mundo, a llevar el Evangelio a todos los ambientes y profesiones… Su mensaje parecía anticipatorio, a pesar de estar plenamente enraizado en el Evangelio. Hoy la Obra trabaja en más de 70 naciones, su mensaje ha sido plenamente acogido y difundido por el Concilio Vaticano II. Al mismo tiempo, es patente la dificultad que encuentra el derecho para encuadrar fenómenos pastorales novedosos y quizá el protagonismo que el Concilio deseaba que se diera a los laicos aún tiene mucho recorrido por realizar. Más allá de este punto, lo que puedo asegurarle es que la actual modificación de los estatutos solicitada por el Santo Padre se está realizando, precisamente, con el criterio fundamental de ajustarse al carisma, que en muchos lugares hoy es más comprendido y compartido. El derecho, tan necesario, sigue a la vida, al mensaje encarnado, para dar apoyo y continuidad a la vida.

4) Europa, Estados Unidos y, en menor medida, América Latina, se están secularizando rápidamente. El Opus Dei está presente en muchas de las ciudades más grandes y secularizadas del mundo. ¿Qué hace el Opus Dei para ser una presencia fiel de la Iglesia en medio de estas sociedades y para evangelizar en esos ambientes?

El 3 de marzo de 2017 fui recibido por primera vez en audiencia por el Papa Francisco. En aquel encuentro hizo a los fieles de la prelatura una petición muy concreta, cuando nos animó a dar prioridad a una periferia: las clases medias y el mundo profesional que se encuentran alejados de Dios. Sin dejar a nadie de lado, esta prioridad abre un panorama apostólico tan inmenso como apasionante, que se encuadra bien en el próximo jubileo sobre la esperanza.

El Opus Dei trata de estar presente en esos ambientes secularizados, aportando una formación integral desde iniciativas educativas o asistenciales, pero lo más importante no son esas iniciativas o estructuras sino las personas que lo forman y los cientos de miles que participan en sus apostolados: la amistad con Dios que cada miembro de la Obra trata de vivir interiormente y contagiar en todo el entramado de sus relaciones. Es bueno tener conciencia que ya en los inicios de la Iglesia la evangelización se realizó en distintos contextos: algunos de tradición profundamente religiosa —como vemos en los Evangelios— y otros en los que no era así. Esta realidad es una luz que puede darnos confianza, pues podemos aprender mucho de cómo vivió la Iglesia en ese tiempo apostólico.

De un modo sintético, y pensando en el tiempo de hoy, podríamos decir que lo esencial en la misión del Opus Dei es la amistad y la confidencia con cada hombre y mujer, usando palabras de san Josemaría. Colaborar con la gracia de Dios al encuentro con Cristo de personas y naciones, persona a persona, de tú a tú. En todos los lugares, y en especial donde hay una mayor secularización, necesitamos confiar aún más en la ayuda de Dios y de mostrar esa fuerza a través del propio estilo de vida y de iniciativas muy variadas. Cada cristiano está llamado a hacer visible el atractivo de la vida con Dios y en Dios; la Obra trata de sostener a quienes viven esa misión.

5) Parece que el Opus Dei tiene muchos «frentes abiertos» entre la reforma de los estatutos, la situación de Torreciudad, diferentes artículos, libros y documentales en los que antiguos miembros hablan en contra de la Obra, y una investigación judicial de denuncias de 43 exnumerarias auxiliares en Argentina. ¿Es este el momento más difícil de la historia del Opus Dei? ¿Cómo afronta el Opus Dei las denuncias de antiguos miembros?

La Obra se acerca a sus cien años de historia y este es un buen momento para poner los ojos en el origen y hacer balance del camino recorrido, como el mejor modo de seguir aprendiendo, de rectificar lo que haya que rectificar, de ilusionarse con el presente y proyectar el futuro.

En este marco, los “frentes abiertos” que usted menciona son también llamadas para examinar a fondo cómo hemos sabido reflejar la belleza de este carisma y, al mismo tiempo, en qué aspectos ha podido prevalecer una falta de adaptabilidad para cambiar cuestiones no esenciales, que —como decía el mismo fundador— es condición de todo organismo vivo.

Como le decía anteriormente, el trabajo de los estatutos marcha a buen ritmo y también deseamos de todo corazón llegar a una solución adecuada acerca de la diversidad de pareceres sobre Torreciudad, que está en las manos de la Santa Sede.

Cada libro, artículo o documental a los que usted se refiere nos pesa en la medida en que expresan un dolor o frustración en alguna persona. Como comprenderá, trabajamos para que no haya motivos para ello, porque deseamos que vivir la vocación a la Obra sea un motivo de felicidad, como gracias a Dios lo es para muchos miles de personas. Pero siempre cometeremos errores, porque somos una institución formada por seres humanos. Naturalmente, deseamos detectarlos a tiempo y poner remedio en la medida de lo posible.

Al mismo tiempo, las críticas –también cuando no respondan a la realidad– pueden ser una ayuda para descubrir aspectos en los que mejorar. Aunque puedan no ser agradables ni sean siempre justas, en ocasiones resultan momentos de examen y, a veces, de maduración interior. Siempre, en general, es importante afrontar con serenidad y confianza lo que sea preciso mejorar o corregir.

En referencia a las reclamaciones que menciona en Argentina, allí se llevó a cabo una comisión de escucha. Con la experiencia adquirida, se puso en marcha una primera oficina de sanación y resolución para resolver cada eventual conflicto. Nos dio alegría llegar a acuerdos con varias personas y eso facilitó también ofrecer una petición de perdón personal y concreta. Además, la escucha amplia permitió aliviar el dolor de quienes han pertenecido durante un tiempo a la institución o han buscado en ella un acompañamiento y una ayuda que no encontraron. Después de ese trabajo, que está generando procesos de sanación, se están habilitando procedimientos similares en otros países.

A las personas que han formado parte de la Obra y que, por el motivo que sea, se desvincularon, las queremos con toda el alma, y les agradecemos sinceramente el bien que hicieron en ese tiempo y el que siguen sembrando en el presente. Tenemos un gran respeto por cada una, además, porque en esa decisión de ser del Opus Dei había un deseo de entregar su vida a Dios. En numerosas ocasiones he tenido la oportunidad de pedir perdón a quienes conservan alguna herida, por alguna falta de caridad o de justicia, o por el motivo que sea. En muchas otras, soy testigo de su agradecimiento por el tiempo pasado en la Obra y por el acompañamiento recibido, que les lleva a seguir participando en las actividades espirituales y formativas. En el último año, como he tenido la posibilidad de explicar en otra ocasión, casi cada día hemos recibido alguna petición de admisión en el Opus Dei de personas que anteriormente han formado parte de la Obra: la vida muestra que la realidad tiene más matices de los que podríamos suponer según una narrativa excesivamente dicotómica o polarizada.

6. En ciertos medios, especialmente en Estados Unidos, se acusa al Opus Dei de estar detrás de una conspiración ultraconservadora para hacer presidente a Donald Trump, entre otras cosas. ¿Qué tiene que decir de esto?

No le puedo decir mucho porque sencillamente es fantasía. En el Opus Dei no damos indicaciones, consejos u órdenes políticas de ningún tipo a nadie: si alguien lo hiciera los demás nos rebelaríamos. Es contrario a nuestro espíritu. Hay buenos católicos que votan por distintos partidos o candidatos, según su sensibilidad. Yo no les diré, ni nadie en el Opus Dei les dirá, por quién votar, a quién apoyar o qué causa promover. Tampoco sería adecuado que indirectamente se creara un clima en las actividades formativas que diera por descontado que hay una sola opción legítima para las personas del Opus Dei. Amar la libertad implica amar el pluralismo.

En estos medios a los que se refiere se hacen hipótesis y teorías conspirativas, mencionando a personas con nombre y apellido que sin embargo no son miembros del Opus Dei. Estoy seguro de que serán muy buenos católicos, pero simplemente se manipula la verdad con el fin de comprometer en cuestiones políticas a una institución de la Iglesia.

Por otro lado, ojalá se entendiera mejor la libertad de los laicos en lo político, lo social, lo cultural… En el ámbito de la gestión pública, cada cristiano tiene la responsabilidad de formar su conciencia según la doctrina social de la Iglesia, informarse de las propuestas de los candidatos o partidos, reflexionar sobre la mejor opción para el bien común y decidir libremente. Por eso, la labor de acompañamiento espiritual que realiza el Opus Dei evita interferir en sus legítimas opciones terrenas. Ante un laico que participa en política (sea o no del Opus Dei) es clave el respeto a su autonomía: sus aciertos y sus errores son responsabilidad suya, no de la Iglesia. Atribuir al Opus Dei o al conjunto de la Iglesia las iniciativas culturales, políticas, económicas o sociales de sus fieles es clericalismo.-

18/11/2024


  • La entrevista fue publicada originalmente en inglés por The Pillar. 

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