Escuchar para ser sabios: El llamado divino a abrir nuestros oídos espirituales
La soberbia o el orgullo es una causa común de la falta de escucha
Rosalía Moros de Borregales:
La salud de las relaciones interpersonales depende fundamentalmente de la capacidad de escucharnos unos a otros. La escucha es fundamental para la comunicación efectiva, ya que no solo permite recibir información, sino también comprenderla y procesarla adecuadamente. Escuchar es crucial para la comprensión del otro; aún más, es necesario saber escucharnos a nosotros mismos, escuchar esa voz interior que nos revela nuestras emociones y sentimientos; de tal manera que seamos capaces de transmitirlos y podamos procurarnos bien a nosotros mismos y en nuestras relaciones interpersonales. Escuchar es la clave para todo tipo de aprendizaje en la vida.
El órgano del oído humano está dividido en tres partes que parecieran mostrarnos no solo la anatomía sino la diferencia entre simplemente oír y escuchar atentamente. El Oído Externo: Comprende el pabellón auricular, esa parte visible, conocida como la oreja, la cual capta las ondas sonoras y las dirige hacia el conducto auditivo externo, que las transmite al tímpano. El Oído Medio: El cual está compuesto por la cavidad timpánica, donde se encuentran los huesecillos del oído: martillo, yunque y estribo. Estos huesecillos amplifican las vibraciones sonoras que provienen del tímpano. El tímpano es una membrana delgada que vibra cuando las ondas sonoras la alcanzan, y esta vibración se transmite a los huesecillos. Por último, el Oído Interno: La principal estructura en el oído interno es la cóclea, que contiene células ciliadas sensibles a las vibraciones. Estas células convierten las ondas sonoras en señales eléctricas que viajan a través del nervio auditivo hacia el cerebro. Además, el oído interno incluye el aparato vestibular, que es responsable del equilibrio.
Oir es simplemente el proceso fisiológico de captar sonidos a través de los oídos, es el resultado de este maravilloso órgano; mientras que “escuchar” implica el acto consciente y activo de prestar atención, procesar y comprender; es decir, implica nuestra capacidad cognitiva. La mayoría de las personas nacen con la capacidad de oír pero no necesariamente escuchan, lo que implica que la información no siempre se recibe y se procesa de manera efectiva. En las relaciones humanas, escuchar activamente tiene un gran impacto en la empatía, la comprensión mutua y la resolución de conflictos. La escucha activa requiere atención plena, sin distracciones, y el esfuerzo por comprender las emociones y pensamientos del otro. La falta de escucha activa puede generar malentendidos y frustración, por lo que es clave en cualquier relación interpersonal.
El ritmo acelerado de la vida moderna, la sobrecarga de información y la constante distracción digital han hecho que muchas personas dejen de escuchar de manera atenta. Hoy todos quieren hablar, expresar sus opiniones y ser escuchados; sin embargo, muy pocos consideran importante la necesidad del ejercicio de la escucha activa, no solo para comprender al interlocutor sino para hablar de tal manera que nuestras palabras produzcan empatía; la cual es la capacidad humana de comprender, compartir y responder a los sentimientos, pensamientos y experiencias de otras personas desde su perspectiva, es decir, poniéndose en su lugar. Una habilidad compleja que combina componentes emocionales, cognitivos y conductuales, permitiendo a las personas establecer conexiones más profundas y significativas entre sí. La mayoría de nosotros, a menudo estamos más interesados en hablar que en escuchar, lo que es un gran obstáculo en las relaciones interpersonales.
La soberbia o el orgullo es una causa común de la falta de escucha. Las personas soberbias tienden a creer que ya tienen todas las respuestas o que su opinión es la más importante. Esto les impide escuchar a los demás, ya que no están dispuestos a considerar otros puntos de vista ni aprender de ellos. Agudizar el sentido de la escucha con la práctica consciente es fundamental para mostrar empatía. Al no interrumpir constantemente al otro, puedes prestar atención no solo a sus palabras sino a sus gestos, al tono de su voz y su mirada, lo cual te muestra de manera clara las emociones expresadas o contenidas en las palabras. El psicólogo y escritor ampliamente conocido en la actualidad, Jordan Peterson, nos confirma que la escucha activa requiere humildad, es decir, la disposición a aprender de los demás y estar abiertos a modificar nuestros pensamientos. El escuchar profundamente implica estar dispuesto a considerar diferentes perspectivas sin juzgar de inmediato. En este aspecto Peterson enfatiza que una de las habilidades clave para mejorar las relaciones interpersonales es escuchar con atención plena, lo que significa estar completamente presente y comprometido en una conversación. Según él, muchas veces las personas no escuchan realmente, sino que se están preparando para hablar, lo que genera malentendidos. Peterson destaca que muchas personas hablan sin escuchar primero, lo que limita su capacidad para entender al otro. La verdadera comunicación, para él, comienza con la capacidad de escuchar y comprender antes de ofrecer una opinión o respuesta.
Por su parte, psicólogo Carl Rogers, dice que en una relación, cuando una persona siente que es escuchada de manera genuina, se crea un ambiente de aceptación y comprensión, lo que refuerza la empatía. A lo que la psicóloga social Sherry Turkle añade que la escucha activa contribuye a la confianza. Las personas sienten que son valoradas cuando los demás realmente las escuchan. En un mundo cada vez más digital y distraído, escuchar activamente ayuda a crear una conexión genuina entre las personas. Además, La psicóloga Deborah Tannen ha señalado que una de las claves para resolver conflictos en las relaciones interpersonales es la habilidad de escuchar. Cuando se escucha con atención, se reduce la probabilidad de malentendidos y se crea un espacio para el diálogo respetuoso. La escucha activa permite a las partes involucradas comprender las preocupaciones y puntos de vista del otro, lo que facilita la resolución de conflictos. Según el psicólogo Stephen Covey, autor de “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, la escucha activa es fundamental para una comunicación efectiva. Covey sostiene que escuchar primero permite comprender realmente los problemas o necesidades del otro, lo que a su vez mejora la cooperación. Escuchar sin interrumpir reduce la ansiedad en la persona que habla, ya que siente que sus pensamientos y emociones son tomados en serio. Esto es crucial en relaciones personales y profesionales, ya que la falta de escucha puede generar frustración y resentimiento.
Isaías 35 (5-6) habla de la apertura de los oídos de los sordos como una señal de restauración. Este acto simboliza no solo la restauración física, sino también espiritual, ya que escuchar a Dios es el hecho más importante de nuestra vida y absolutamente clave para alcanzar sabiduría; porque al escuchar a Dios y a los demás con atención, en una postura de apertura y humildad, nuestras respuestas y decisiones mostrarán una comprensión más profunda. El escuchar nos permite ponderar nuestras opiniones antes de dar respuestas. Cuando escuchamos de verdad, somos más reflexivos y menos impulsivos, lo que contribuye a una mejor toma de decisiones. La escucha activa es una cualidad de aquellos que han sido restaurados por Dios.
Jesús constantemente usó la frase: “El que tiene oídos, que escuche” (Mateo 11:15) Una manera de llamar la atención acerca de la importancia de la escucha activa. En Deuteronomio 6 (4-5) vemos que el llamado a escuchar fue siempre una práctica de Dios al dirigirse a su pueblo: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es; amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. En Apocalipsis 3:20 Dios nos expresa que la acción de escuchar su voz nos permitirá recibir sus bendiciones: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”. La escucha activa, no solo de las personas, sino principalmente de Dios, es vital para nuestra transformación espiritual y para vivir una vida conforme a su voluntad.
Escuchar atentamente la Palabra de Dios es un tema que ha sido enfatizado por muchos teólogos y cristianos a lo largo de la historia. San Agustín, uno de los teólogos más influyentes de la historia del cristianismo, habló sobre la importancia de escuchar y entender la Palabra de Dios. Para él, escuchar las Escrituras es un acto de humildad y fe. En su obra Confesiones, Agustín describe cómo, antes de su conversión, él había oído las enseñanzas de la Iglesia, pero no las comprendió ni las aceptó. La conversión vino cuando escuchó con el corazón abierto y dispuesto a aceptar la verdad de la Palabra. Agustín subrayó que la Palabra de Dios debe ser escuchada de manera profunda y reflexiva, no simplemente oída superficialmente. La Palabra debe ser recibida no solo con los oídos, sino también con el corazón, porque solo así produce un cambio verdadero en la vida del creyente.
Martín Lutero, el reformador del siglo XVI, hizo un énfasis claro en la centralidad de la Palabra de Dios en la vida del cristiano. Lutero destacó que la escucha activa y atenta de las Escrituras es fundamental para una vida cristiana. Lutero creía que la Palabra de Dios era la principal fuente de sabiduría y guía para el cristiano. En sus escritos, enfatizó que no solo debemos escucharla, sino también meditarla y dejar que transforme nuestro corazón y nuestras acciones. Juan Calvino, otro gran teólogo de la Reforma, también subrayó la importancia de escuchar y estudiar la Palabra de Dios. Para él, la Predicación y el estudio de las Escrituras son esenciales para el crecimiento. Calvino entendía que la predicación de la Palabra de Dios era el principal medio por el cual Dios se comunicaba con Su pueblo. Spurgeon creía que escuchar la Palabra de Dios no solo es un acto de obediencia, sino una forma de recibir vida y santificación. Según él, cuando se escucha la Palabra de Dios, esta tiene el poder de transformar el corazón y la mente, guiando al creyente hacia una vida de santidad. Spurgeon a menudo comparaba la Palabra de Dios con alimento espiritual, afirmando que los cristianos deben escucharla regularmente para crecer en su fe. Escuchar la Escritura con devoción y reverencia es vital para ser alimentados y fortalecidos espiritualmente.
Escuchar atentamente no solo implica oír las Escrituras, sino entenderlas, meditarlas y vivir de acuerdo con ellas. Esta escucha activa, combinada con obediencia, es lo que transforma la vida del creyente, guiándolo por el camino de la sabiduría, la fe y la santidad. La relación entre escucha activa y sabiduría es profunda y multifacética, especialmente en el contexto cristiano. Escuchar activamente no solo implica prestar atención a las palabras que se dicen, sino hacerlo de una manera reflexiva y con la disposición de aprender, lo que está íntimamente relacionado con la adquisición de sabiduría. La sabiduría no es solo el conocimiento acumulado o la habilidad para resolver problemas prácticos; en un sentido más profundo, la sabiduría es la capacidad de entender y aplicar el conocimiento de manera justa, ética y reflexiva. La escucha activa es el primer paso fundamental en este proceso. Una de las características de la sabiduría es la capacidad de reflexionar antes de actuar, lo que evita decisiones impulsivas o apresuradas. La escucha activa ayuda a frenar la tendencia a hablar o reaccionar rápidamente, lo que da espacio para pensar, ponderar y elegir mejor. En este sentido, la escucha activa permite que la sabiduría fluya a través del proceso reflexivo, haciendo que las respuestas sean más prudentes y sensatas.
Desde una perspectiva cristiana, la sabiduría no solo se refiere a un entendimiento humano o intelectual, sino también a la capacidad de discernir la voluntad de Dios y vivir conforme a Su verdad. La Escritura nos enseña que escuchar a Dios es un acto fundamental para ser sabios. Proverbios 1:5: “El sabio oirá y aumentará su saber, y el entendido adquirirá consejo”. Este versículo destaca que la sabiduría comienza con una actitud de escucha. El sabio no solo acumula conocimiento, sino que escucha atentamente para crecer y mejorar. Santiago 1:19-20: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. En este versículo, Santiago subraya la importancia de escuchar antes de hablar, lo cual es un principio esencial para vivir de manera sabia y justa. La escucha activa no solo nos ayuda a entender a los demás, sino que también nos permite controlar nuestras reacciones y tomar decisiones más sabias.
Desde una perspectiva cristiana más profunda, la sabiduría espiritual se obtiene principalmente a través de la escucha de la voz de Dios. Dios nos habla a través de Su Palabra, de la oración, y de las experiencias de la vida. La escucha activa de la Palabra de Dios nos permite discernir Su voluntad y aplicar Su verdad en nuestra vida. La sabiduría espiritual surge cuando escuchamos a Dios con un corazón dispuesto a cambiar. En 1 Reyes 3, Salomón pide a Dios sabiduría para gobernar, y Dios le da una sabiduría excepcional. La sabiduría divina que Salomón recibió se basó en su disposición a escuchar a Dios. Este acto de escuchar y pedir dirección a Dios le permitió ser guiado con sabiduría en sus decisiones. Esta historia ilustra que la sabiduría divina no solo se obtiene por el conocimiento humano, sino por la humildad y disposición de escuchar a Dios.
La escucha activa no es solo una habilidad aislada, sino un ejercicio diario que nutre la sabiduría. Practicarla constantemente en nuestras interacciones cotidianas nos ayuda a crecer. La escucha activa nos permite reflexionar antes de emitir juicios, lo que nos ayuda a ser más sabios al tomar decisiones y al responder a las situaciones de la vida. Este ejercicio constante nos lleva a vivir con más serenidad y equilibrio. Escuchar activamente no solo a las personas, sino también a la naturaleza, la Biblia, las circunstancias de la vida y, sobre todo, a Dios, nos abre el entendimiento para ver y comprender más allá de lo superficial, para ser sabios en toda nuestra manera de vivir.-
Rosalía Moros de Borregales.
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