¿En qué Dios creemos?

Javier Duplá sj.:
El Credo lo dice: “Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”. Esta imagen de un Dios infinitamente sabio, poderoso, que está a trillones de trillones de años luz de nuestra minúscula inteligencia, ha enviado a su Hijo para hacerse bebé minúsculo, dependiente al ciento por ciento, para que lo sintamos nuestro, cercanísimo. Mayor contraste no puede haber ni lo habrá nunca. En Navidad somos Niño Dios, hijos del Padre, cercanos a Él. Y Jesús ya lo dijo: quien me ha visto a mí, ha visto a mi Padre. De manera que ese Dios lejano se hace cercano, ese Dios infinito se hace finito, ese Dios incomprensible se pone al alcance de nuestra menguada inteligencia.
María se asustó cuando el ángel Gabriel la saludó como llena de gracia, llena de la presencia de Dios. Y no era para menos, sobre todo cuando le dijo que iba a concebir por obra del Espíritu Santo. ¡Dios en sus entrañas! Su hijo igual a una célula que se va multiplicando… Solo las madres pueden sentir esos cambios que provocan los fetos dentro de ellas. Y María los sintió dentro de sí. Dios no solamente se acercó a la raza humana, se metió dentro, se hizo una partecita minúscula de ella. Si decíamos que Dios es incomprensible por su grandeza, ahora podemos decir que es incomprensible por su pequeñez. ¡Pero no, sí es comprensible, abarcable en cuanto un recién nacido puede serlo! Cuando nace un bebé, todos felicitan al padre y, sobre todo, a la madre. Cuando nació Jesús, José la miró con veneración y los pastores corrieron a felicitarles. Ha nacido un niño dependiente en todo: de la leche materna, de la limpieza que ella le hace, del cariño inmenso con que lo recuesta contra su pecho. ¡Dios hecho niño! Nadie podría pensar en un Dios así, pero nosotros podemos pensarlo y cantar muchos hermosos villancicos e inventar otros que broten de nuestra admiración por un Dios así, de nuestro amor por un Dios así, de nuestra esperanza por el mundo mejor que nos vino a traer.
“Niño lindo, ante ti me rindo”, “Corre caballito, vamos a Belén”, “Din, din, din, es hora de partir”, “Si la Virgen fuera andina y san José de los Llanos”, “Noche de paz”, “Cantemos, cantemos, gloria al Salvador”, “Sublime ideal de la inspiración”, “El Niño Jesús llanero”, “El poncho andino”, “Nació el Redentor”, “Fuego al cañón”, son algunos de los miles de aguinaldos que ha compuesto el amor humano por ese niño divino. Me quiero asociar a ese espíritu navideño tan bonito, que nos permite esperar lo mejor para nuestras vidas y para nuestro país:
Oh Niño recién nacido, suave como un tierno beso, caliente como el amor, mi alma entera te adora, te venera como Dios. A ti quiero encomendarte esta tierra Venezuela, para que hagas que todos, se den la paz verdadera. Y a ti Virgen tan preciosa, que has dado a luz a la luz, ayúdanos a amarnos siempre, a los hombres y a Jesús.-