De las cenizas a la luz: Nuestra Señora de Paris y la reconstrucción de Venezuela
Nota editorial de Carlos Alaimo en "Versión Final" del Zulia
Escribo estas líneas desde nuestro profundo compromiso con la reconstrucción de Venezuela. Como alguien que cree en el poder transformador de la democracia y en el poder de la dignidad de cada ser humano. Nuestro país, como Nuestra Señora de París tras su incendio, está destinado a renacer de sus cenizas. Cada piedra de esa catedral, cada vitral restaurado, nos inspira a imaginar el futuro próximo de Venezuela en el que la justicia, el amor al prójimo y la unidad guíen nuestros pasos hacia la prosperidad. Que mejor deseo para este año nuevo que compartir con la catedral el reencuentro de todo un pais con la luz y el esplendor, mejores tiempos de reencuentro y paz.
En abril de 2019, el mundo entero fue testigo del desastre que consumió el alma de Notre-Dame. Pero presenciamos también algo más: la promesa de su reconstrucción, de devolverle a la catedral su resplandor, no solo como edificio, sino como símbolo de resiliencia y esperanza compartida. Hoy, que contemplamos de cerca el portal monumental que abre al cambio, vemos como Venezuela, emprende en el 2025 el mismo camino: uno que nos conduce desde la devastación hacia la luz.
Cimentando sobre la fe y la justicia
Los cimientos de Notre-Dame, aunque no fueron tocados directamente por las llamas, revelaron la necesidad de ser reforzados tras siglos de desgaste. Así ocurre con Venezuela: los fundamentos de nuestras instituciones democráticas han sido corroídos por la arbitrariedad y la corrupción. Pero no han desaparecido. La fe en la justicia, en los derechos humanos y en la capacidad del pueblo venezolano de reescribir su destino es el cimiento sobre el cual construiremos nuestra segunda independencia.
El armazón de una sociedad unida
En la catedral, las columnas ennegrecidas por el incendio fueron limpiadas y restauradas para volver a sostener el edificio, sus torres reforzadas para que las campanas que llaman al reencuentro, mas nunca, paren de sonar. Las columnas de nuestro pais son su tejido institucional: el sistema judicial, la Asamblea Nacional, las universidades, las comunidades organizadas, las fuerzas armadas. Cada uno de estos pilares, dañados pero no destruidos, debe ser reconstruido con honestidad y compromiso, pues son ellos los que sostendrán el peso de la democracia que queremos erigir.
Vitrales de transparencia y luz para todos
Uno de los momentos más conmovedores en la restauración de Notre-Dame fue devolver la luz a sus vitrales. Obras de arte, que filtran los rayos del sol en un arcoíris de colores, simbolizan la transparencia y la claridad que tanto necesita Venezuela. La corrupción y la opacidad que han oscurecido al país durante décadas deben dar paso a un modelo de gobernanza abierto, donde cada ciudadano, desde el agricultor hasta el estudiante, del empleado al empresario, pueda ver y participar en la construcción de un país justo y prospero.
La cumbre de nuestras aspiraciones
El incendio de Notre-Dame destruyó su techumbre y la aguja gótica que se elevaba al cielo. Su reconstrucción no solo busca erigir la estructura física, sino también el símbolo de una aspiración colectiva, la elevación de la fé en un futuro mejor. En Venezuela, esta aguja representa nuestro sueño compartido: un país donde las diferencias se transformen en diálogo y las aspiraciones individuales se unan en un proyecto nacional. La educación, la cultura y el respeto al medio ambiente y la democracia serán los materiales con los que construiremos ese techo que nos cobije a todos.
El regreso de los hijos: La luz del reencuentro
Cuando las puertas de Notre-Dame se abrieron de nuevo, un torrente de luz atravesó sus vitrales y millones de visitantes regresaron para admirar su resplandor. El mismo futuro le espera a Venezuela. Millones de hijos, arrancados por el exilio a nuestra tierra, volverán. En una gran celebración, el reencuentro de nuestras juventudes de adentro y fuera empujaran las fuerzas de un desarrollo indetenible. Madres y padres festejaran el reencuentro, abuelos encontrarán el calor en sus brazos abiertos. Este regreso será un acto sublime de nuestra reconstrucción: el reencuentro de una nación consigo misma. Este reencuentro entre generaciones y latitudes será el cimiento de una prosperidad sin precedentes, basada en la justicia, el trabajo y en la fé de un futuro mejor.
La luz eterna de la democracia
Notre-Dame, en su resurrección, no es solo una catedral restaurada. Es el símbolo de lo que la humanidad puede lograr cuando se une en torno a un propósito. Venezuela puede ser eso para América Latina: un faro de democracia, paz y prosperidad. Pero para lograrlo, debemos cimentar este renacimiento en la justicia y en la fe en que los errores del pasado no deben repetirse.
Escribo estas palabras con la convicción de que, como labradores de este futuro, debemos trabajar juntos, guiados por el amor al prójimo y la dignidad de cada mujer y hombre. Venezuela puede renacer como Nuestra Señora de Paris, más fuerte, más luminosa, más unida. Las cenizas de nuestra historia reciente no son el final, sino el abono de una nueva vida que florecerá con las luces de la democracia, la alegría de la reconciliación y la esperanza de un mañana mejor.-
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