Opinión

En Mérida respetan los semáforos, como ejemplo de otras cosas

Para aprender a no “comernos la luz”, ni “mordernos la cola” es necesario invertir la fórmula de las tres motivaciones psicosociales. Necesitamos privilegiar la dosis de Afiliación, del sentido de pertenencia al grupo y de responsabilidad por uno mismo y por el colectivo

José Antonio Gil Yepes:

Sorpresa me llevé vacacionando en Mérida: ¡Los conductores de autos y motos respetan los semáforos y ninguno sobrepasa por la derecha! Este comportamiento lo observé hasta en situaciones en las que se cumple aquello de “dale que no viene nadie”. Excepciones las hubo, pero pocas.

Haciendo memoria para explicarme este fenómeno recordé que los andinos se originaron en tribus Timoto-Cuicas-Chibchas, cultura diferente a las de las demás etnias, entre las cuales predominaron Caribes y tribus con rasgos culturales parecidos: Arahuacos, Yanomamis, Waraos, Waikeries, etc.

Los Timoto Cuicas eran tribus sedentarias, agricultores. Vivían al lado del mismo vecino por generaciones. Además, las montañas y el frío no facilitan las mudanzas.  Por eso estas tribus necesitaban ponerse de acuerdo en reglas de juego que facilitaran la convivencia y apoyo mutuo entre sus habitantes. El cacique, reconocido como buen agricultor y, donde fuese el caso, representaba la tribu ante un Consejo de Ancianos, instancia encargada de resolver, en paz, los problemas entre diferentes tribus.

Cuando Carlos V le alquiló (1528 – 1546) a los Welsares buena parte de nuestro territorio para que se cobraran deudas pendientes con la Corona, entraron por Coro. Pero pronto establecieron su centro de operaciones en El Tocuyo, parte occidental del hoy estado Lara, bajo influencia Timoto Cuica y de una tribu parecida, Jirajaranos. La escogencia de esta ubicación se debió a que estaba más al sur, hacia donde estaría El Dorado y también a que observaron que estos indígenas vivían más que los de otras tribus, lo que se explicaba por mejor alimentación, mejor clima y menos guerras.

El resto del país, sobre todo la costa, estaba habitada por Caribes, los cuales vivían de la caza, la pesca y la recolección. A lo sumo eran conuqueros, por lo que se mudaban constantemente. Estas condiciones no ponían el mismo énfasis en la vigencia y respeto de reglas de convivencia, de allí que estas tribus fueron conocidas por sus guerras entre ellos y luego con los colonizadores. De allí la figura aguerrida, pero primitiva, del indígena que “adorna” la autopista en Caracas, denominada “Gran Cacique Guaicaipuro”.

La pregunta obligada es ¿Cuándo respetaremos los semáforos? La respuesta no puede ser “cuando nos volvamos Timoto Cuicas”. Pero sí podemos aspirar a crecer en civismo cuando caigamos en cuenta de que “comernos la luz” o violentar cualquier ley legítima es parte de un comportamiento primitivo, dañino a la sociedad y hasta peligroso para quien la infringe. Necesitamos ver y sentir que la sociedad es el vehículo para alcanzar una vida mejor. No hay otra; así lo indican los pocos países más desarrollados.

El actuar al margen de las normas revela una baja inteligencia racional y emocional. Baja inteligencia racionalporque, quien viola las leyes puede arriesgar hasta su propia vida o su libertad.

En cuanto a revelar baja inteligencia emocional cuando se violenta una ley justa, los mensajes del análisis de sus cinco componentes son más poderosos aún.

1.En relación a las Motivaciones Psicosociales, el irrespeto a la norma revela el predominio de la motivación al Poder Negativo: “Lo hago porque quiero”; sin considerar la motivación al Logro (cruzar la calle sin riesgo), ni, mucho menos, considerar la Afiliación o Afiliación o Solidaridad, que nos hace humanos, al buscar el bien del otro y evitarle el mal. El exceso de motivación al Poder Negativo hace que confundamos Libertad con Individualismo extremo, que no considera a los demás. El concepto del individuo es creación del cristianismo. Pero, para los cristianos, el individuo no se realiza sino por el reconocimiento de la comunidad donde convive. Lo que le da valor y razón de ser al individuo no es su independencia sino su interdependencia. En la medida que contribuya a su comunidad, en esa misma medida su vida, filosóficamente, cobra significado porque proyecta valores compartidos (Víctor Frankel). Psicológicamente, estudios recientes muestran que más felices son las personas que se ocupan más de los demás que quienes buscan la felicidad para sí mismos (Mattieu Ricard, Happiness). En términos cristianos, no se es más feliz ni mejor por perseguir ni privilegiar los fines propios, sino por ejercer la caridad y hasta por ir más allá, por ver en cada persona a un hijo de Dios y, si todos somos un reflejo de Dios, es porque todos somos hermanos y como tales debemos tratarnos. Cuando “nos comemos la luz”, hacemos lo contrario.

  1. El autoconocimiento de nuestras emociones. La fogosidad de la motivación al poder negativo, probablemente mezclada con mucha adrenalina (y testosterona; el 89% de los convictos son hombres), obnubila; no permite captar que se está actuando mal en contra de los demás y pudiendo terminar herido, muerto o preso.
  2. El Autocontrol,brilla por su ausencia. Una mezcla de poder negativo y falta de reflexión-autoconocimiento no deja sentir otra cosa que el supuesto “premio” de “haberse salido con la suya”.
  3. La Empatía, o capacidad de captar las emociones de los demás y de ponerse en su lugar, queda fuera de juego porque quien no se conoce ni se puede controlar, no puede conocer lo que siente el otro.
  4. En cuanto a Destreza Socialo capacidad y sesgo de actuar para cultivar la asociación con el otro, aún en las situaciones más tensas, eso no le pasa por la mente ni sentimientos a quienes violentan las reglas sociales.

Para la muestra del daño de esta cadena de despropósitos “basta un botón”: No hemos podido cambiar la situación que vivimos debido a que partimos de una fórmula de poder negativo según la cual 1. “Alguien” (que no soy yo), tiene que arreglar esto (No! Si quieres cambiar las cosas y evitar que otros te perjudiquen, tienes que cambiar tú mismo para ocupar tus propios espacios y consolidarlos en alianzas con otros actores con intereses similares o complementarios que te acompañen en defenderlos); 2. “Hay que tomar el poder para luego arreglar esto”.  (No! Hay que hacernos más solidarios, articularnos, para tener más poder de negociación con otros sectores que también deberían alcanzar más poder); y 3. “Mientras tanto, yo veo cómo me las arreglo, allá los demás, que resuelvan como puedan.” Este modelo ha tenido vigencia desde que se empezó a escribir nuestra historia, hace 526 años. Por eso hemos sido gobernados por minorías y hemos cambiado de poder sólo por acciones de otras minorías; pero ninguna ha repartido el poder ni resuelto los problemas de los no gobernantes.

Para aprender a no “comernos la luz”, ni “mordernos la cola” es necesario invertir la fórmula de las tres motivaciones psicosociales. Necesitamos privilegiar la dosis de Afiliación, del sentido de pertenencia al grupo y de responsabilidad por uno mismo y por el colectivo. Es de allí que surge el pluralismo tan fundamental para hacer prosperar las libertades y derechos. Estos últimos no son innatos sino acordados y defendidos en grupo.  Luego, vendría la dosis de motivación al Logro, enfocada en satisfacer nuestras necesidades, considerando que aquellos con quienes interactuamos para lograrlo también tienen necesidades que requieren satisfacer. Esta reeducación y refundación de nuestras motivaciones y conductas daría pie a la refundación de una nueva sociedad en la que nuestra motivación al Poder se satisfaga por alcanzarlo como consecuencia de nuestra libre decisión de ser solidarios y por contribuir al bienestar de todos, incluyendo el propio; no buscando el poder para imponernos, ni para beneficiarnos unilateralmente, ni para acogernos bajo la sombra del poderoso.-

@joseagilyepes

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