Entrevistas

«Ratzinger estaba convencido de que la Iglesia florecerá de nuevo cuando parezca todo perdido»

La profesora Marcela Jiménez-Unquiles preside la Fundación Internacional Ratzinger

Benedicto XVI no disimuló la realidad sobre el progresivo empequeñecimiento de la Iglesia, pero con la convicción de su reflorecimiento

Se han cumplido dos años del fallecimiento de Benedicto XVI, sin que haya decaído el interés por su obra teológica, ya célebre mucho antes de que pudiese sospechar los altos destinos que le aguardaban.

Marcela Jiménez-Unquiles, doctora en Derecho, licenciada en Ciencias Económicas y grado en Ciencias Religiosas, profesora en la Universidad a Distancia de Madrid, hizo su tesis doctoral en 2021 sobre El pensamiento de Joseph Ratzinger a la luz del Discurso de Ratisbona. Die Horizonte der Vernunft ausweiten [Ampliando los horizontes de la razón]. Y preside la Fundación Internacional Ratzinger.

Todos ellos, títulos suficientes para interrogarle sobre el ‘estado de la cuestión’ en torno a Joseph Ratzinger.

-Antes que nada, una aclaración: ¿en qué se diferencia la Fundación Internacional Ratzinger de la Fundación Ratzinger?

-La Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI es una institución creada conforme a las normas del Código de Derecho Canónico y a la Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano. En cambio, la Fundación Internacional Ratzinger es una institución sin ánimo de lucro, constituida en España, de ámbito estatal y proyección internacional, tal y como se desprende de la composición de su Patronato y de sus propias actividades.

-¿Cuándo nació la que usted preside?

-La Fundación Internacional Ratzinger (FIR) fue inscrita en el Registro de Fundaciones por Resolución de 9 de septiembre de 2024, de la Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública del Ministerio de Justicia. Por tanto, la gran diferencia entre ambas instituciones radica principalmente en su naturaleza, dado que la vaticana pertenece a la Iglesia y la FIR obedece a una iniciativa totalmente privada y seglar, lo que no es óbice para que algunos de los miembros de su Patronato y de su Consejo Asesor sean sacerdotes, obispos o cardenales de la Iglesia católica.

Marcela Jiménez-Unquiles preside la Fundación Internacional Ratzinger.

Marcela Jiménez-Unquiles preside la Fundación Internacional Ratzinger.

-Entiendo que sí hay una coincidencia en los objetivos…

-Naturalmente las dos Fundaciones coinciden en sus intereses, vinculados siempre al pensamiento y a la obra del Papa teólogo, Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. En este sentido, debo señalar que el próximo mes de marzo tendrá lugar la primera colaboración entre ambas instituciones, puesto que el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum celebrará el congreso A 60 años del Concilio. Temas selectos sobre J. Ratzinger y el Vaticano II, con el patrocinio de las dos fundaciones.

-¿Por qué se puso en marcha esta fundación española?

-La historia comenzó durante los años en que trabajé en mi tesis doctoral sobre el pensamiento y la obra de Joseph Ratzinger. En un principio pensé que podría existir una fundación iberoamericana que aunara esfuerzos entre España y el resto de países que compartimos la misma lengua. En diversas ocasiones he mencionado que este proyecto lo guardé en mi corazón y lo medité en silencio durante mucho tiempo. La verdad es que no salió a la luz hasta después de la defensa de mi tesis, y tras recibir una carta del entonces Papa emérito Benedicto XVI.

»Fue entonces cuando compartí la idea con el doctor Alejandro Sada de la Universidad Panamericana (Ciudad de México). Ahí comenzó a gestarse el nacimiento de esta nueva Fundación, cuya razón de ser, como se indica en sus propios estatutos, no es otra que preservar y promover el legado intelectual y espiritual de Joseph Ratzinger, así como la difusión de su pensamiento y obra a través del estudio, la investigación, la docencia y cualquier otro medio que permita la conexión del ámbito académico nacional e internacional con los diversos contextos culturales, sociales, políticos, económicos y religiosos del mundo.

»Nuestra institución cuenta con patronos procedentes de Estados UnidosVenezuelaBrasil México, en donde precisamente celebramos en 2024 el Primer Congreso Internacional ‘Cooperatores veritatis’, organizado por la Universidad Panamericana de Ciudad de México en colaboración con la Fundación Internacional Ratzinger.

-Mencionó una carta de Benedicto XVI. ¿Cómo fue esa relación personal?

-La carta del Papa emérito Benedicto XVI me interpelaba personalmente. En ella, además de agradecer y valorar mi tesis sobre su pensamiento y obra, me encomendaba ayudar a mis alumnos a encontrar y cultivar la amistad con Jesucristo. El Papa Ratzinger añadía: «Su amistad es incesante fuente de paz interior, incluso en los momentos más arduos, en las crisis más agudas y en las pruebas más dolorosas». En efecto, Cristo -decía el Papa- abre al hombre nuevos y amplios horizontes de esperanza, una esperanza que nunca defrauda.

-¿Qué papel representaría el pensamiento de Ratzinger en una estrategia católica de revitalización de la Iglesia en España?

-Con respecto a señalar una estrategia de fortalecimiento de la Iglesia en España, he de indicar que, por un lado, la FIR cuenta con la acción de personas que proceden del ámbito público y que apoyan nuestros fines y actividades; y, por otro, dado el perfil académico de la FIR, realizaremos actividades que permitirán difundir la propuesta intelectual del teólogo alemán.

-¿Cuál es esa propuesta?

-A partir de una razón abierta y ampliada, dar paso a una nueva Ilustración que penetre en la vasta llanura de la verdad -según la bella expresión platónica-, más allá de la mera demostración empírica. Las instituciones universitarias están invitadas a crear y fomentar una nueva presencia cultural, a fin de convertirse en genuinas comunidades que se dediquen a buscar incansablemente la verdad.

-La de Ratzinger fue un alma esencialmente universitaria…

-Benedicto XVI hablaba de “laboratorios de cultura”, donde profesores y alumnos pudieran investigar cuestiones relevantes para la sociedad. Para ello es imprescindible la interdisciplinaridad, y sin duda, la valiosa colaboración de filósofos y teólogos. Ciertamente, si lo propio de la teología es poder interrogarse sobre la racionalidad de la fe, y este ha sido siempre un quehacer esencial para el cristianismo y la verdadera fuerza de convicción de la fe en Occidente, entonces -como decía Ratzinger- no podemos dar por supuesta la propia fe.

»Es menester recordar que, para el teólogo bávaro, «la fe no es una resignación de la razón frente a los límites de nuestro conocimiento; no es una concesión a lo irracional a la vista de una razón meramente instrumental». Hoy la fe, como antaño, mantiene una intrínseca relación con la razón.

»Recordemos que desde sus orígenes el cristianismo acertó plenamente al insertar el concepto Logos de origen griego en su mensaje evangélico (cf. Jn 1,1-18). Por tanto, la fe constituye un desafío natural para la razón. Así pues, en pleno siglo XXI, la mejor estrategia para abrazar la religión católica va más allá de presentar el cristianismo como simple moral o conjunto de dogmas. La existencia cristiana supone decisión.

-Decisión, ¿en qué sentido?

-El futuro de la Iglesia está en manos -como vaticinó Ratzinger- de aquellos que verdaderamente viven en plenitud su fe y la hacen visible cuando depositan su esperanza en la vida más allá de la muerte; en el encuentro personal con Cristo crucificado y resucitado que no nos abandona en la irracionalidad, ni tampoco en el vacío o la soledad del Universo.

»Ratzinger estaba convencido de que la Iglesia, a pesar de las crisis que aún tendrá que soportar, florecerá de nuevo cuando parezca que todo se ha perdido y que la crisis de fe ha propiciado una grave crisis de la existencia cristiana. Para ello la fe debe permanecer fiel a sí misma, sin rebajas y alejada de cualquier ideología.

»La fe necesita el anuncio constante en cada momento de la historia, pues es luz que ilumina la forma de pensar y de vivir. Una buena estrategia es el anuncio sin ningún temor a la ciencia. No debemos olvidar que todos los hombres de todos los tiempos tienen necesidad de verdad, bien y belleza, y que el optimismo presentado por el cientificismo no salva, ni hace más justa a la sociedad. Para Ratzinger, el auténtico progreso nunca podrá contradecir la verdad de Dios.

-¿Hubo un «continuum» en el pensamiento teológico de Ratzinger?

-Ciertamente, podemos hablar de un continuum tanto en su pensamiento como en la orientación fundamental de su existencia. Para quien fue un infatigable reivindicador de la verdad, las costumbres de la curia vaticana le eran totalmente desconocidas cuando en 1977 fue llamado a ser obispo de Múnich y Frisinga. Su vida hasta entonces había girado en torno a la docencia, a un mundo académico en el que había ingresado con éxito en 1959.

»Es a raíz de asumir las nuevas responsabilidades pastorales cuando se difunden los rumores acerca del famoso pero infundado “giro copernicano”. El traslado a Roma parecía ser la causa de ese presunto cambio; y ahí se comienza a hablar de un Ratzinger progresista y un Ratzinger conservador identificado con el guardián de la fe.

-Pero usted no cree que hubiese tal cambio…

-En su famosa conversación con su biógrafo Peter Seewald, publicada con el título La sal de la tierra, el entonces cardenal afirmaba que la decisión tomada por él de vivir para Dios, Cristo y la Iglesia jamás se vería alterada. Su sentido de fidelidad a lo esencial de su vocación y, por ende, a estar al servicio de la verdad, se mantuvo siempre firme.

»No obstante, él mismo recordaba con palabras del cardenal Newman que «vivir es cambiar, y ha vivido mucho quien ha sido capaz de cambiar mucho». Personalmente, creo que quienes hablan de esos saltos puede que no conozcan en profundidad su obra o su pensamiento. Al margen de las posibles divisiones entre conservadores y progresistas, algo que es más propio del ámbito político, lo cierto es que Ratzinger percibió un cambio en quienes pocos años después del Concilio Vaticano II se apartaban de los textos conciliares porque de algún modo reflejaban la doctrina más tradicional. En Informe sobre la fe Ratzinger respondía con rotunda contundencia: «No soy yo el que ha cambiado, han cambiado ellos«.

»Así fue. A partir de 1973 hubo quien deliberadamente se alejó de los ricos textos aprobados en el Concilio. En el fondo, a base de falsas interpretaciones, se trataba simplemente de eludir la Tradición. Sin embargo, el teólogo Ratzinger siempre permaneció fiel al Vaticano II. Una buena parte de su legado teológico, en cuanto a la Iglesia se refiere, se encuentra en la «hermenéutica de la reforma» versus la «hermenéutica de la discontinuidad».

-¿Cuál es la aportación fundamental de Ratzinger a la teología?

-La teología de Ratzinger es una teología de corte personalista, una teología muy guardiniana en la que no deja de latir nunca la gran tradición platónico-agustiniana. Así pues, la obra de Ratzinger se inscribe, sobre todo, en esa línea de pensamiento que busca la apertura y el diálogo incluso con aquellas ideologías que rechazan la fe cristiana, como es el caso del ateísmo, el vago gnosticismo, el pluralismo religioso, el cientificismo, el pseudo humanismo, o bien, el mortífero relativismo. Porque la teología de Ratzinger es una teología que no renuncia al compromiso del cristianismo con la razón.

»Para Ratzinger, la razón debe purificar a la religión y viceversa, de tal modo que las dos están obligadas a realizar un verdadero ejercicio de autocrítica. De ordinario, los escritos filosóficos, teológicos y pastorales del papa Ratzinger son la mayor prueba de su permanente esfuerzo por articular armónicamente razón y fe. En consonancia con las mejores aportaciones filosóficas y científicas del siglo XX, el trabajo teológico del pensador alemán tuvo como clave de bóveda una nueva articulación de fe y razón, de modo que la razón supere la estrechez positivista. Tanto su obra como la propia matriz de su pensamiento, nutrida de la cultura griega, la corriente agustiniana, franciscana, dialógica hebrea y personalista, alumbran una nueva noción de razón: la noción ratzingeriana de “razón abierta”. De ahí que Benedicto XVI sea conocido como el “Papa de la razón”.

-El discurso de Ratisbona fue un momento clave en el pontificado de Benedicto XVI, por su polémica repercusión mundial, inclusive violenta. ¿Cree que él pudo arrepentirse, no de lo que dijo, sino del momento y la ocasión?

-Mi tesis doctoral, precisamente, es una interpretación general del pensamiento filosófico y teológico de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI a la luz de una racionalidad ampliada tal como se presenta en el discurso de Ratisbona. Dicho discurso fue pronunciado por el Papa profesor durante el encuentro con el mundo de la cultura en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona. Así, sin perder la objetividad, diré que se trata de un discurso perfectamente articulado, analítico, brillante e inteligente. Una lección magistral dotada de gran finura argumentativa, que refleja muy bien la síntesis de su pensamiento, resumida en una de las afirmaciones principales del Discurso: «No actuar según la razón [Katan lógon] es contrario a la naturaleza de Dios».

»Inmediatamente se alzaron voces que acusaron a Benedicto XVI de una reorientación de la cuestión interreligiosa. Pero no debemos olvidar su magnífica labor, que al igual que la de su antecesor Juan Pablo II, trató siempre de dar continuidad a las declaraciones del Concilio Vaticano II, particularmente a Nostra aetate, la declaración sobre las religiones no cristianas.

-La reacción del mundo musulmán fue brutal…

-Durante la lectio de Ratisbona el Papa habló de nuevo como profesor, desde la verdad y el rigor histórico. Por ese motivo, Benedicto XVI señala el papel de la religión en la sociedad actual, y aborda de fondo la relación entre fides ratio sin sopesar las lamentables consecuencias que trajo consigo su intervención.

Manuel II Paleólogo.

Una cita por parte del Papa del emperador bizantino Manuel II Paleólogo (1350-1425) sobre el cristianismo y el islam fue el pretexto para una ola de violencia en todo el mundo.Wikipedia

»Es probable que el peso de tantos años de cátedra, él los percibiera de una manera totalmente natural. Por ese motivo, creo que no se arrepintió del contenido de su brillante intervención, pero sí de las lamentables consecuencias. Rápidamente sintió la obligación de incorporar a su Discurso una nota aclaratoria, en la que lamentaba que una cita del texto del emperador Manuel II Paleólogo, con la que pretendía poner de relieve la relación esencial entre fe y razón, hubiera sido interpretada de aquel modo. El nudo gordiano del asunto quizás fue no valorar suficientemente la relevancia política que posee el cabeza de la Iglesia. En resumen, se dio una mala interpretación por parte de quienes no entendieron el gran nivel académico del discurso e intentaron manipular y retorcer su verdadero contenido.

-¿Considera suficientemente explicadas las razones de la renuncia al pontificado? ¿Pudo haber un motivo oculto que alguna vez salga a la luz?

-Estas preguntas son complejas, sobre todo, si las interpretamos en términos de misterio. Pero, en este aspecto, me parece interesante acudir a la obra de Giorgio Agamben publicada en 2013, precisamente bajo el título El misterio del mal. Benedicto XVI y el final de los tiempos. En ella se analiza una deriva política del mesianismo del fin de los tiempos o del final de la historia; una visión que el filósofo italiano Agamben ofrece para comprender la renuncia del papa Benedicto XVI.

»Una renuncia histórica. Se trata de un momento crucial en la historia de la Iglesia tras un gesto de humildad y de profundo amor alejado del abuso de poder y corrupción tan frecuentes en las organizaciones humanas. Una forma auténtica de hacer “teología de rodillas”.

-Auténtica y dramática…

-La sorprendente decisión de renunciar solo activamente al ministerio pretino no cuenta con precedente alguno. Así, para Agamben, el acto de renuncia de Benedicto XVI habría reforzado su autoridad espiritual, tratándose de un nuevo paradigma vinculado con el mysterium, con la oposición entre legitimidad y legalidad, poder espiritual y poder temporal, auctoritas y potestas, justicia y derecho. Un acto, pues, de dignidad y ejemplaridad.

»En definitiva, una decisión de profundo discernimiento teológico de la dimensión espiritual del munus pretino, que para Agamben entronca con una adecuada exégesis de dos pasajes de la Escritura, 2 Ts 2, 1-111 Jn 2, 18, y una decisiva influencia de la visión eclesiológica de Ticonio en la obra agustiniana La Ciudad de Dios.-

Carmelo López-Arias

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