Lecturas recomendadas

Vestidos para la vida

Una mirada profunda a la armadura del cristiano

 

Rosalía Moros de Borregales:

Todo lo que existe no es visible. Todo lo que se siente no se conoce. Comienzo este artículo con una pregunta existencial: ¿Alguna vez has sentido que luchas contra alguien o algo pero no sabes contra quién o qué? Los días transcurren aceleradamente, sientes una presión callada, persistente, que pareciera tratarte sin compasión alguna. De repente, te das cuenta que hay pensamientos debilitantes, los cuales campanean en tu mente como anunciando oscuridad, como llamándote a acciones que no quieres ejecutar, como succionando tu fuerza.

Pareciera que la vida se desarrollara en un campo de batalla. No siempre podemos verlo, pero lo sentimos. Hay días en los que nos levantamos con el alma cansada, como si hubiésemos librado una lucha mientras dormíamos. Hay otros que hasta las labores más sencillas se tornan en una escalada difícil, peligrosa. Y no estamos equivocados. El apóstol Pablo, lo describió de esta manera: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Efesios 6:12.

Encerrado en una prisión romana, rodeado por muros fríos y cadenas de hierro, viendo más allá de lo visible, Pablo escribió con fuego en el corazón, una revelación que traspasaría los siglos. Desde esa celda, vigilado por un soldado romano, nació una de las enseñanzas más poderosas de toda la Escritura: La armadura de Dios.  La epístola a los Efesios fue escrita entre los años 60 y 62 d.C., durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma. El gran apóstol de Jesucristo, había sido encadenado por predicar el Evangelio; sin embargo, no estaba abatido, sabía que su lucha no era contra emperadores ni carceleros, sino contra entidades invisibles de maldad.

En esta epístola, Pablo hace esta declaración tan contundente que nos abre el entendimiento espiritual a una verdad de la que muy pocos hablan. Las agotadoras luchas de la existencia tienen una naturaleza más allá de la carne y la sangre; es decir, no son propiamente humanas sino espirituales, de la oscuridad.

Por una parte, según la terminología griega usada en las escrituras la palabra para principados es archás en cuya etimología encontramos los significados principio, comienzo, autoridad y jefatura. En el uso bíblico hecho por el apóstol Pablo algunos teólogos concuerdan en que se trata de entidades espirituales en jerarquía de autoridad. Tomando en cuenta otros dos pasajes escritos también por el apóstol Pablo, en otro contexto, pero que nos afirman no sólo la existencia de estos principados sino que nos remarcan la soberanía de Dios por encima de todo. Uno es Colosenses 1:15-16. “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.” El otro es Romanos 8:38. “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

Lo que Pablo describe no es alegórico. Es real. Hay fuerzas espirituales que buscan destruir la verdad, apagar la fe, debilitar el corazón, confundir la mente y distorsionar el propósito de Dios en nuestras vidas. Ante esa guerra, no hay armas humanas que sean efectivas. Necesitamos ser fortalecidos por Dios y cubrirnos con Su protección; es decir, la armadura espiritual de la que Pablo escribió en esta carta a los Efesios. Por otra parte, las potestades según la palabra usada en griego, Exousía, significa autoridad o derecho delegado. De acuerdo a la teología paulina, estas potestades no están sujetas a la voluntad de Dios; por el contrario, operan en rebelión contra Él, son parte de los ángeles caídos. De tal manera que, archás son los jefes y exousías podrían verse como los subalternos que ejecutan órdenes y supervisan dominios. En fin, se trata de seres demoníacos que ejercen dominio sobre los seres humanos, sobre sistemas, ideologías, culturas y todas las estructuras del mundo no redimido. Un tema del cual es muy incómodo hablar; sin embargo, es una verdad expresada en las Sagradas Escrituras, cuyo conocimiento trae una gran liberación al creyente.

Por esa razón, no es suficiente la religión, la filosofía, las afirmaciones positivas, los ritos, ni ninguno de los apegos a figuras representativas de la fe. Es necesaria una vestimenta espiritual. Pablo exhorta a los Efesios: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo… Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” Efesios 6:10-18.

Pablo identifica siete piezas de la armadura en total. Las tres primeras son: El cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, y el calzado del evangelio de la paz, las cuales parecen piezas de la armadura que jamás deben ser removidas mientras nos encontramos en el campo de batalla. Las otras cuatro piezas de la armadura son: El escudo de la fe, el yelmo o casco de la salvación, la espada del Espíritu y la oración, sin las cuales es imposible defenderse en el mundo espiritual. Por lo tanto, necesitamos la armadura en su totalidad. Dios nos ha provisto de siete piezas claramente definidas. Entender el significado de cada una, su sistema de operación y su uso, sin duda, marcará una diferencia absoluta en nuestras batallas espirituales.

Es mi intención estudiar cada una de estas siete piezas en los siguientes artículos. Comprendemos que solo estudiando la Palabra de Dios en profundidad podemos entender Su voluntad. Mientras más profundicemos en la Verdad más fácil nos será reconocer las mentiras del enemigo. Y sabemos que solo yendo cada vez más hondo en el conocimiento de Dios, iremos en ascenso en nuestra relación con Él, caminando según las leyes de Su reino. Por ahora, démosle una mirada rápida a cada una de estas piezas de la armadura a la manera en que la llevaba un soldado romano:

1.- El cinturón de la verdad: El cinturón era lo primero que el soldado se colocaba. Sujetaba la túnica y permitía moverse con libertad. La verdad nos sostiene, nos afirma y nos libra del engaño.

2.- La coraza de justicia:  Protegía el pecho (corazón) y demás órganos vitales. La justicia de Cristo nos cubre del juicio, del pecado y de la culpa.

3.- El calzado del evangelio de la paz: Sandalias resistentes que daban firmeza en el movimiento de combate. La paz con Dios nos permite avanzar con seguridad en terreno hostil.

4.- El escudo de la fe: Un escudo grande, cubría el cuerpo entero. La fe apaga los dardos de fuego del enemigo: dudas, temores, mentiras.

5.- El yelmo de la salvación: Protegía la cabeza, centro del pensamiento. La seguridad de la salvación resguarda nuestra mente de la desesperanza.

6.-  La espada del Espíritu: La única arma ofensiva realmente de cada soldado. Para los creyentes, la Palabra de Dios. Con la Palabra Jesús respondió a satanás en medio de la tentación. La Palabra es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino.

7.- La oración constante: Pablo concluye diciendo: “orando en todo tiempo…” La oración es el aliento del guerrero; sin ella, no hay conexión ni dirección. Dios no te ha dejado sin defensa, Él mismo ha diseñado tu protección.

  “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.” Efesios 6:13.-

Rosalía Moros de Borregales

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