Iglesia nueva y sociedad
Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural

Mons Ovidio Pérez Morales:
La misión de la Iglesia es evangelizar. La introducción al primer documento del CPV lo subraya (PPEV 2). Ahora bien la evangelización tiene seis objetivos específicos o dimensiones, de las cuales la quinta desarrolla las implicaciones sociales del mandamiento máximo del amor y se la puede denominar nueva sociedad.
La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (CIGNS) es el 3er documento del CPV y constituye una especie de manual de Doctrina Social de la Iglesia (DSI) que, por su metodología de Ver-Juzgar-Actuar, tiene una particular aplicación a Venezuela. Por cierto que ha de ser manejado en estrecha unión con otro, el 13º., Evangelización de la cultura en Venezuela, por la interpretación conciliar amplia del término cultura, que envuelve los tres distintos ámbitos del conjunto societario.
Pues bien, una afirmación de importancia clave en esta materia es la siguiente:
Una de las grandes tareas de la Iglesia en nuestro país consiste en la construcción de una sociedad más justa, más digna, más humana, más cristiana y más solidaria. Esta tarea exige la efectividad del amor. Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural (CIGNS 90).
Cristo constituyó a su Iglesia como signo e instrumento (sacramento) de unidad, de comunión, de los seres humanos con Dios y entre sí (a este tema el CPV dedica su segundo documento); por ello recibió como mandamiento máximo el amor. El Pueblo de Dios alcanzará la perfección de esta comunión en la plenitud del Reino celestial, pero está llamado a realizarla en su peregrinación por este mundo.
Ese amor, como lo patentiza Jesús al narrar el Juicio Final, privilegia a los más necesitados, en los cuales Jesús se hace especialmente presente (ver Mateo 28, 31-46, texto bien interpelante). Pero el mandamiento máximo en lo que respecta al prójimo no se agota en la relación persona-persona, sino que comprende también la relación persona-sociedad, comenzando por la familia. Así, por ejemplo, el dar de comer al hambriento se ha de traducir en iniciativas comunitarias y en adecuadas políticas alimentarias. Lo caritativo se extiende de lo asistencial a lo promocional y estructural.
La fe y la religión (“religatio”) genuinas, antes que alienantes del compromiso terreno, más bien lo estimulan y fortalecen. Por ello el cristiano ha de asumir la realidad económica, política y ético-cultural como ámbitos de prueba de su autenticidad evangélica. El mundo le es dado como campo de trabajo para construir la justicia y la paz, para hacer vigentes los derechos humanos, para consolidar todo lo que favorece el bien común. Ha de preparar los nuevos cielos y la nueva tierra de la Jerusalén celestial (Ap 21-22) construyendo en este mundo nueva sociedad, civilización del amor.-