Trabajos especiales

Alfonsina, mujer inolvidable

Hace 87 años, la poetisa suizo-argentina Alfonsina Storni se arrojó al mar y con su muerte dio vida a uno de los mitos más románticos y trágicos de la historia de la literatura hispánica

Norma Domínguez/eneltapete:
Quien lee la obra de Alfonsina Carolina Storni (así reza su partida de nacimiento extendida el 22 de mayo de 1892, en Sala Capriasca, cantón Tesino) puede vislumbrar a la mujer que hay detrás de la poesía:
Una mujer de principios de siglo que escribe con una voz femenina y potente, que es sensual, pasional y cerebral, al mismo tiempo que contradictoria y anímica. Una mujer fuerte y débil a la vez, que trasluce las escenas clave de su historia, sin excederse ni esconderse del todo. La artista que aunque menuda fue ‘loba’ para defender a su cría y que supo coquetear con las letras rozando lo que muchos, en su época, creían indecente.

Maestra, actriz, periodista, escritora y madre soltera, derritió el cemento de la Buenos Aires del siglo XX con sus versos y desafió todos los prejuicios.

DEL TESINO A SAN JUAN


Los Storni llegaron en 1870 a la provincia argentina de San Juan. No eran una familia pobre, como se dice, sino que tenían negocios prósperos en la zona de Cuyo, entre ellos la compañía ‘Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía’.

Alfonso Storni, padre de la poetisa, se reunió con sus hermanos que ya estaban instalados en Argentina, pero en 1880 retornó a Suiza donde se casó con Paolina Martignoni, maestra de escuela, y con quien regresó a San Juan.

Sus primeros dos hijos nacieron en Argentina (María en 1887 y Romeo en 1888). En 1891 Alfonso, que no lograba adaptarse, viajó junto a su esposa al Tesino donde, un año después, nació Alfonsina.

Cuando tenía apenas cuatro años, sus padres volvieron a San Juan. La casa familiar, entonces, funcionaba como un centro social y era visitada por artistas y escritores.

ROSARIO, TIERRA DE INTELECTUALES

En 1901 Alfonso se muda con su familia a Rosario (provincia de Santa Fe) e instalan el ‘Café Suizo’, un negocio que ‘sobrevivía’ y en el que Alfonsina, con sólo 10 años, trabajaba de mesera (camarera).

Los momentos difíciles se profundizaron con la muerte del padre en 1906. Con una familia numerosa, a Paolina se le hacía cuesta arriba sostener la economía familiar, y Alfonsina, con 14 años, comenzó a trabajar en una fábrica de gorras.

Luego de incursionar casi casualmente en el teatro y emprender una gira de un año por todo el país con la compañía del actor español José Tallaví, la incipiente poetisa decide, en 1909, abandonar las tablas y comienza a estudiar para maestra en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales, de Coronda (Santa Fe) hasta 1911, cuando se gradúa.

En Rosario se involucra en diversas actividades y comienza a frecuentar los nacientes círculos intelectuales de la ciudad, donde se reúnen escritores y políticos.

En esa época ya escribía, recitaba y se conectaba con dos revistas literarias bastante interesantes: ‘Mundo rosarino’ y ‘Monos y Monadas’. También, según historiadores y biógrafos, en ese tiempo le llegó el amor.

BUENOS AIRES, UN REFUGIO

Soltera y con sólo 19 años, la poetisa emigró sola a Buenos Aires para criar a Alejandro Alfonso, nacido el 21 de abril de 1912.

Alfonsina tuvo que abrirse paso a comienzos de siglo en ‘la gran ciudad’ y convertirse en madre y padre: al año de nacer su hijo, su pericia para la redacción le valió un empleó en la firma ‘Freixas Hermanos’, una empresa importadora de aceite de oliva, bajo el cargo de ‘corresponsal psicológica’, donde tenía que responder cartas de quejas y consultas de los clientes.

Fue en las oficinas de esta empresa que Alfonsina escribió su primer libro de versos:

«…estoy encerrada en una oficina; me acuna una canción de teclas; las mamparas de madera se levantan como diques más allá de mi cabeza; barras de hielo refrigeran el aire a mis espaldas; el sol pasa por el techo pero no puedo verlo; bocanadas de asfalto caliente entran por los vanos y la campanilla del tranvía llama distante.

Clavada en mi sillón, al lado de un horrible aparato para imprimir discos, dictando órdenes y correspondencia a la mecanógrafa, escribo mi primer libro de versos, un pésimo libro de versos. ¡Dios te libre, amigo mío, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir»

TALENTOSA, VANGUARDISTA

La aparición a principios del siglo pasado de mujeres como ella, Gabriela Mistral o Juana de Ibarbourou, en las letras latinoamericanas es uno de los hechos más significativos de la historia literaria de la región.

Alfonsina comienza a ganar espacios en ese ‘mundo de hombres’, y en 1921, ya es conocida como poetisa y se crea para ella una cátedra en el Teatro Municipal Lavardén. Dos años después es profesora de Lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas e interviene en la creación de la ‘Sociedad Argentina de Escritores’.

Inquieta, curiosa y contestataria, usa la pluma para colaborar con las diferentes revistas y los diarios ‘Crítica’ y ‘La Nación’.

Sus pares comienzan a reconocerla y cultiva grandes amistades como Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Blanca de la Vega, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Delfina Bunge y Manuel Ugarte.

Benito Quinquela Martín, Marcelo. T de Alvear, Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo integraron también el grupo de sus más entrañables amigos, y se codeó con figuras de la talla de Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Amado Nervo, Federico García Lorca y Concha Méndez, entre otros.

HUELLAS EL MAR NO BORRÓ

La trayectoria literaria de Alfonsina evolucionó desde el romanticismo hacia la vanguardia y el intimismo sintomático del ‘modernismo’.

Su poesía se pasea altiva desde la sumisión hasta la ira, siempre femenina, siempre desafiante… se hunde y se levanta y arrastra en su lectura. Así vivió y así partió.

El 20 de mayo de 1935 la poetisa fue operada de un cáncer de mama que evolucionó sin tregua, y el 25 de octubre de 1938, según relata su biógrafo Carlos Andreola, «ya muy desgastada por la enfermedad», se arrojó al mar en la playa ‘La Perla’ de Mar del Plata.

Ese mismo día garabateó sobre un papel celeste con tinta roja la frase «me arrojo al mar».

Unos días antes, el 22 de octubre, había enviado al diario ‘La Nación’, su último poema ‘Voy a dormir’:

«Dientes de flores, cofia de rocío, /manos de hierbas, tú, nodriza fina, /tenme prestas las sábanas terrosas/y el edredón de musgos escardados. /Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. / Ponme una lámpara a la cabecera; /una constelación; la que te guste; /todas son buenas; bájala un poquito. /Déjame sola: oyes romper los brotes… /te acuna un pie celeste desde arriba /y un pájaro te traza unos compases /para que olvides… Gracias… Ah, un encargo: /si él llama nuevamente por teléfono/le dices que no insista, que he salido…»

UNA MUJER MUY VALIENTE

Alfonsina Storni insistía en cambiar las posiciones que habían asumido las mujeres en la sociedad de la época. Su biógrafo, el escritor Carlos Alberto Andreola, y el historiador y autor de la letra de “Alfonsina y el Mar”, Félix Luna, conversan a dos voces sobre la mítica poetisa que revolucionó las ideas femeninas del siglo pasado. Frágil, activa, contestataria, romántica, feroz, vanguardista… todo eso era la poetisa suizo-argentina que dejó más de una vez azoradas a las ‘señoras’ de una sociedad en la que reinaba el prejuicio (y la hipocresía). Apenas podía, no dudaba en usar sus poesías, crónicas, obras de teatro o conferencias, para decirles a las mujeres que “si quieren, son libres», sin perder el privilegio de «seducir por la palabra”.

CONTEMPORÁNEOS, PERO EN LA INFANCIA

Carlos Andreola tiene 82 años, y Félix Luna, un año más. Ambos tuvieron el privilegio de escuchar hablar de Alfonsina Storni en la escuela mientras ella vivía y se comentaban sus crónicas y poemas.

“Entonces yo no sabía más que ella era una poetisa, y en el colegio se la llamaba con nombre y apellido, a diferencia de ahora”, cuenta Luna, mientras confiesa que más tarde leyó su poesía y algunas biografías, y que su poema predilecto es “Tu me quieres blanca”.

Andreola, por su parte, desde muy joven comenzó a leerla y espontáneamente quedó prendado de su poesía. A diferencia del historiador, se dedicó a desmenuzar y a tratar de entender su estilo literario, al tiempo que se tornó un investigador inagotable de la historia de la escritora.

LA GRAN POETISA DE AMÉRICA

“Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poetisa de América”. Así titulaban los diarios de la tarde la triste noticia. Luna y Andreola recuerdan aquel día en que se quitó la vida: “Yo me acuerdo perfectamente, lo leí en el diario, creo que era un domingo, y me impresionó mucho”, dice el historiador.

“Era una de esas noches cerradas, brumosas, frías y sin luna. En el diario La Capital de Mar del Plata el pronóstico ya lo indicaba, y cuando apareció la noticia en los periódicos también lo mencionaban”, cuenta su biógrafo.

BUENOS AIRES FUE CRUEL AL PRINCIPIO

Félix Luna explica que entonces Buenos Aires era más pequeña, pueblerina y conservadora, donde predominaba la voz masculina y los prejuicios estaban a la orden del día.

“Por eso digo que Alfonsina fue una mujer muy valiente porque se metió en un mundo donde predominaban los hombres. Y finalmente conquistó el respeto de todos, no solamente por el gran nivel de su poesía, sino por la forma en que encaró la pobreza y por su dignidad de vida”, dice y agrega:

“La sociedad porteña en aquella época era bastante cerrada y exclusivista. Tenía una marca muy fuerte del inmigrante. Y al mismo tiempo era una sociedad que premiaba el éxito económico. Sin importar quién fuera, si tenía dinero era aceptado”.

Andreola señala que Alejandro nació cuando ella tenía 20 años. Su primera suplencia de maestra en Rosario fue en 1911, y como ya estaba embarazada y no podía estar en la escuela en ese estado, se vino antes de terminar la suplencia:

“Ni su familia sabía que estaba embarazada. Su hermana María me juró que la familia no sabía nada y que se enteraron bastante después. En aquella época, siendo una madre soltera tuvo que soportar un montón de cosas, desprecios, agresiones…”

TE VAS ALFONSINA…

Cuando a Félix Luna se le pregunta qué lo llevó a escribir la zamba que musicalizó Ariel Ramírez y que inmortalizó la figura romántica de la poetisa suicida, responde “me inspiró esa mujer”:

“Esa mujer solitaria, tan valiente, que se animó a tener un hijo cuyo padre no se sabía quién era, que para esa época era realmente un escándalo… Por eso no quise darle un tono trágico, sino algo alegre, donde el mar la recibe con alegría”.

“La primera parte de la letra la hice en un suspiro: Ariel me mostró la música y cuando la escuché tuve esa inspiración y le dije, “se va a llamar Alfonsina y el Mar”, y me encerré en un cuarto y así, de un solo trazo, la escribí. Para la segunda parte demoré un poco más”.

TODOS QUIEREN UNA ALFONSINA A LA MEDIDA

Aunque su suicidio se vivió con espíritu romántico por la densidad de su vida y de sus letras, los mitos sobre su figura fueron dibujando una Alfonsina alternativa que no responde a la mujer real.

Más allá de algunas de sus expresiones y de que no se mostraba practicante, la poetisa estaba bautizada en la fe católica, y hasta estudió en Rosario un tiempo en el Colegio de los Sagrados Corazones.

No se internó en el mar caminando, con los cabellos al viento, sino que presa de un cáncer que ya no soportaba y sin esperanzas de cura, se arrojó al mar desde un muelle, ya cansada por el dolor que la consumía.

Andreola se esmera en desmitificar a la poetisa, y cuenta que no fue una niña de familia pobre, sino todo lo contrario: los Storni eran una familia tesinesa muy respetada en San Juan, con relaciones al nivel gubernamental y empresarial, con emprendimientos prósperos en bodegas y minas de plata, entre otros.

“Para muchos es más atractivo pensar lo contrario, que eran muy pobres. Sin embargo, cuando Alfonsina llega a la provincia de San Juan en 1896, con apenas cuatro años, el esplendor económico de la familia estaba decaído”.

“Primero, porque en 1894 los agarró un terremoto en el que perdieron muchas cosas, sobre todo en las bodegas, y segundo porque cuando murió Antonio, el tío de Alfonsina que llevaba el tema económico (eran 4 hermanos) los agarró con una inversión muy grande en Letras de Tesorería, y al poco tiempo la familia se muda a Rosario, profundizando la caída”.

LAS LETRAS, EL AMOR, EL DOLOR…

Existe un pacto tácito en el cual –aunque muchos lo saben- nadie revela el nombre del padre de Alejandro, y primer y gran amor de la poetisa. Todos mencionan que se trató de un amor prohibido, con un hombre importante (quizás un político), mucho mayor que ella y con una familia previa.

Lo cierto es que la historia de ese amor puede seguirse a través de los poemas de Alfonsina, donde muta de la sumisión a la ira, del dolor a la felicidad y del ruego al reproche.

Para Andreola, no sería justo calificar su vida como trágica, porque conoció la gloria de ser leída y valorada en el mundo de las letras en aquellos años donde reinaba el patriarcado. Gozó de un círculo de amigos de lo más selecto en la cultura y la política.

Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Blanca de la Vega, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Manuel Ugarte, Benito Quinquela Martín, Marcelo.T de Alvear, Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo, fueron sus entrañables.

Fue escritora, maestra, periodista, actriz, feminista, socialista y sobre todo, madre. Hoy sus descendientes la recitan y recuerdan, cuidando su memoria y su legado.-

swissinfo.ch

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