Las Buenas Noticias de «Trabajo y Persona» – Febrero 2025
No se trata solo de la pobreza material, sino, y sobre todo, de la pobreza espiritual, o dicho de otro modo, el poner nuestra esperanza en algo más grande que le puede dar sentido a todo. Este es uno de los grandes riesgos que tenemos como fruto de la modernidad, pensar que el poder, el éxito, la fama

«Si un hombre pudiera contemplar el mundo al revés, con los árboles y las torres colgando cabeza abajo, tal como los vemos reflejados en un estanque, una de las consecuencias sería el subrayar la noción de “dependencia”. Cuando se contempla normalmente la ciudad, el grosor de las piedras de sus murallas, así como los macizos cimientos de sus atalayas y de su elevada ciudadela le dan un aspecto de seguridad y estabilidad, pero en cuanto se le diera la vuelta, toda esa mole la haría parecer una ciudad indefensa y en peligro. […] En vez de estar meramente orgulloso de la inalterabilidad de su poderosa ciudad, estaría también agradecido a Dios omnipotente por no dejarla caer. Le daría las gracias por no permitir que todo el cosmos se cayera y se hiciera añicos como un enorme cristal, transformándose en estrellas fugaces».
Esta imagen descrita por G.K. Chesterton en su biografía de San Francisco de Asís pone sobre la mesa una gran paradoja sobre de qué y de quién depende el resultado final de todos los intentos del ser humano por construir. Es evidente que la existencia y el mantenimiento de una ciudad depende del trabajo de miles de personas. Sin embargo, debemos evitar caer en la trampa de atribuir nuestros logros y éxitos únicamente a nuestras capacidades.
En la editorial del mes pasado, afirmamos con certeza el valor incalculable de la esperanza y su vínculo indisoluble con la comunidad. Sin embargo, a medida que el año avanza, nos enfrentamos a nuevos desafíos y corremos el riesgo de depositar todas nuestras esperanzas en lo que podemos alcanzar con nuestras fuerzas, capacidades, mediante nuestra voluntad, o en los bienes que poseemos.. A través de esta particular biografía, Chesterton pone de relieve el valor de la pobreza. No se trata solo de la pobreza material, sino, y sobre todo, de la pobreza espiritual, o dicho de otro modo, el poner nuestra esperanza en algo más grande que le puede dar sentido a todo. Este es uno de los grandes riesgos que tenemos como fruto de la modernidad, pensar que el poder, el éxito, la fama, ser el más capaz e independiente nos hará más felices, inevitablemente ponemos nuestra esperanza en alcanzarlos. En este sentido, la falta de pobreza espiritual es un obstáculo para la verdadera esperanza.
Durante este mes de febrero, hemos tenido la oportunidad única de compartir con personas, quienes aunque carecen materialmente de muchas cosas, a través de nuestros proyectos hemos podido observar, la gran riqueza que existe en las ganas de salir adelante y la capacidad de lograr grandes cosas con poco. Es evidente que valoran profundamente lo que tienen y lo que pueden lograr, y esto nos brinda una perspectiva única sobre cómo la pobreza puede servir como catalizador para una mayor conciencia y, al mismo tiempo, nos ofrece una lección invaluable sobre el valor del trabajo, lo que no es casual mencionarlo, cuando este mes también vemos los frutos de 16 años de nuestro nacimiento como organización.
Esta pobreza de espíritu, con la certeza de que Dios cuenta con mi trabajo y esfuerzo, y de que el resultado depende de Él, nos llena de una esperanza más auténtica que nos libera de las imágenes que construimos en nuestra cabeza. Podríamos parafrasear, como el mes pasado, a Václav Havel cuando dice que «la esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, salga como salga». Descubrir ese sentido es clave, y sin duda es la pobreza genuina del espíritu la que puede ponernos en la postura más adecuada.
Un ejemplo concreto a seguir para todos los venezolanos, es la figura de José Gregorio Hernández, cuya canonización fue anunciada este mes de febrero. Siempre se esforzó por alcanzar la excelencia a través del estudio y el trabajo, pero no para presumir o ejercer el poder, sino para servir a quien lo necesitara y ofrecer su vida a Dios, desde una simple práctica: ¡haz el bien!.-
Alejandro Marius