Pruebas que la Virgen María tuvo que superar

- Javier Duplá sj:
La Virgen María se venera en más de 100 advocaciones en territorios católicos. Nadie es tan querida como ella, y con razón, porque a nadie quiso Dios como a ella. Llena de gracia, llena de ternura con su Jesús pequeñito, fuerte para soportar dolores físicos y para superar dudas sobre el mesianismo de su hijo. La veneramos, la queremos, le pedimos por Venezuela, por nuestros seres queridos, también por los que nos hacen daño. Veamos ahora cómo supo superar los trances malos por los que pasó.
- Creer que el ángel le anuncia el embarazo sin varón (Lc 1, 34)
Dios le exige una fe enorme en su palabra a través del ángel. Un embarazo sin concurso de varón es imposible, dicen entonces y dirán después hombres sin fe y sin devoción a esa joven María. Pero ella cree, acepta esa palabra del ángel y el Espíritu la hace concebir. Pronto lo notará en su seno y adorará desde entonces a ese ser que siendo Dios depende de ella. Fe humilde, fe total, entrega de todo su ser a ese misterio de Dios con nosotros.
- Incredulidad inicial del embarazo por parte de su esposo José
José quiere mucho a su prometida María, confía en ella totalmente y sabe que llegará intacta a los desposorios. Por eso se confunde todo y ruega a Dios que no haya sucedido lo que ve en María. Pero el Señor le hace ver en sueños la realidad del embarazo por parte del Espíritu y José derrama lágrimas de agradecimiento y pide perdón a María por hacer dudado de su virginidad.
- Largo viaje a Belén al final de su embarazo
La distancia que debían recorrer José y María desde Nazaret hasta Belén, montada ella en una acémila, era de aproximadamente 145 kilómetros, que se hacían en seis días. Se dirigieron hacia el sur a lo largo de las llanuras del río Jordán y luego se desplazaron hacia el oeste por las colinas que rodeaban Jerusalén. María iba incómoda, ¡cómo no! si sentía ya próximo el parto y temía por el niño. Pero lo superó con gallardía, sin aumentar el miedo de José, que también iba muy preocupado.
- Dar a luz en condiciones extremas de pobreza (Lc 2, 7)
No hubo posada para ellos, no se compadecieron del estado prenatal de María, de su vientre hinchado. ¿O vieron que eran pobres y pensaron que no les podían pagar? Tuvieron que refugiarse en un pesebre para animales, que posiblemente tenía ya ovejas, vacas, quién sabe cuántos de esos animales. Buscaron un rincón y María dio a luz ayudada por José. No tuvo ayuda de una partera, pero lo superó con gallardía, oración y alegría al ver al recién nacido.
- Predicción de Simeón sobre la espada que le atravesará el corazón (Lc 2, 35)
Simeón, iluminado por el Espíritu, predice a María que una espada le atravesará el corazón. ¿Qué quiere decir con esta predicción? Que María sufrirá mucho por Jesús. No sabe María cuándo ni dónde, pero sabe que sufrirá mucho y con ello entiende que su papel en la vida de Jesús y en la redención es muy duro. Lo acepta sin dudar, como ha aceptado hasta ahora las penalidades que ha tenido que sufrir con Jesús en su seno, al dar a luz y ahora al presentarlo en el templo.
- Destierro a Egipto por la amenaza de Herodes (Mt 2, 14)
Así es siempre la actuación de los tiranos, que cuando creen que su poder está amenazado recurren al asesinato. Y Herodes lo hace a plena conciencia, después de haber sido engañado por los reyes magos. El viaje es agotador, con un bebé que se aferra a su madre lleno de temor. No comprenden el idioma, se orientan por otros emigrantes como ellos. José y María ¿cómo pudieron soportar tanto sufrimiento? Mirando a Jesús y abrazándole y dándole besos.
- Incomprensión de por qué Jesús se quedó en el Templo a los 12 años (Lc 2, 48)
Primer desencuentro entre madre e hijo: ¿por qué te quedaste sin avisarnos? Sufrimos mucho al creer que estabas perdido. Jesús no se excusa, sino que pone su obediencia al Padre por encima de todo. Anuncio temprano de lo que será su vida pública y su muerte. Tendrá que desprenderse de los lazos familiares para establecer el reino de Dios en la tierra. María conserva en su corazón todo lo sucedido, es decir, lo acepta aunque no lo entienda.
- En las bodas de Caná rechazo aparente de su petición a Jesús (Jn 2, 4-5)
Otro aparente rechazo de Jesús frente a la petición de la madre: ¿qué tenemos que ver tú yo con lo que aquí está pasando? No somos los anfitriones… Pero la fe de María en su hijo está muy por encima del aparente rechazo, y por eso les pide a los sirvientes que lo escuchen. La influencia de la Virgen hace que Jesús adelante su tiempo mesiánico.
- Respuesta de Jesús a la pregunta sobre quiénes son su madre y sus hermanos (Mc 4, 31-35; Lc 8, 19-21)
Los que hacen la voluntad de Dios son los más cercanos a Jesús, casi parientes consanguíneos. ¿Y María no la hace? Por supuesto que sí, y por eso queda incluida en la respuesta de Jesús. Jesús pospone la atención a su familia porque está empleado en la atención a los oyentes, acto que en ese momento refleja la voluntad del Padre. Y María lo entiende y lo acepta.
- Incomprensión del rechazo que sufre Jesús en su vida pública
¿A qué madre no le duele el fracaso de su hijo? Sobre todo, que Jesús propone el Reino, es decir, una sociedad en la que se cumpla plenamente el amor a Dios y el amor a los hermanos. Se da cuenta de que eso no es lo que quieren los dirigentes ni muchos de los que le escuchan y ven su actuación milagrosa. Y le duele ese rechazo y tal vez sufre la misma tentación de Jesús en el desierto: arrójate desde lo alto del templo, haz un milagro portentoso para que crean en ti… Pero lo rechaza y acepta el proceder de su hijo.
- Inmenso dolor durante la pasión de Jesús (Jn 19, 26-27)
Ahí tienes a tu hijo, dice Jesús crucificado entregándole a Juan. Quiere disminuir el dolor inmenso de María viéndola sufrir tanto. Y en Juan estamos todos entregados a María. Pero el hijo de sus entrañas es insustituible y sabe que muchos de los hombres y mujeres también le van a traicionar. María contempla a su hijo desfigurado por tanto sufrimiento corporal y espiritual y nos invita a que lo hagamos nosotros Y podemos recitar: “No me mueve mi Dios para quererte / el cielo que me tienes prometido / ni me mueve el infierno tan temido / para dejar por eso de ofenderte…”
- Jesús muerto en brazos de María
Una madre como María recorre en su mente todos los episodios en que estuvo presente con su hijo: los años infantiles, su adolescencia en Nazaret con José, su separación de casa para emprender su ministerio. Y se asombra y se enternece de cómo pudo sufrir tanto él con ella y ella con él. En el fondo de su alma sabe que no todo va a acabar ahí, que Jesucristo es Dios y algo pasará. ¿Qué pasará? No lo sabe, pero lo presiente. Y le abraza fuertemente y siente su cuerpo dislocado a punto de que se lo arranquen de los brazos para llevarlo a la tumba.
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Acompañar a María, aunque sea de lejos. Verla llorar, verla reír, verla cómo mira a Jesús. Y pedirle que nos mire, que nos compadezca como solo ella sabe hacerlo.
Jesús, hijo de María / míranos con compasión / y haz que tu madre bendita / nos bendiga con su amor.
¿Cómo es mi devoción a María, qué significa ella en mi vida ordinaria?
Dame tu mano, María
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
Y tus gozos de Belén:
“No, mi niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna”.
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel.
¿Dónde está ya el mediodía
Luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: “Ave, María”?
Virgen ya de la agonía,
Tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
Ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario
Cítame en Getsemaní.
A ti, doncella graciosa
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
la jornada de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
Cumplir ni humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.