Opinión

Mis conversaciones con Giacopini

Muchos saben de su papel relevante en la Revolución de Octubre  (1945)  constituyéndose en enlace eficaz entre militares y civiles

Julio César Arreaza B:

En los días aurorales de la Ley que Reserva al Estado la Industria de los Hidrocarburos (nacionalización petrolera), tuve el gusto de conocer al personaje que fue José Giacopini Zárraga, amigo de mi papá, conocedor de la historia y con una memoria prodigiosa, como pocos.

Muchos saben de su papel relevante en la Revolución de Octubre  (1945)  constituyéndose en enlace eficaz entre militares y civiles. Se le reconoce desde entonces como facilitador de la alianza que cambió a Venezuela y la orientó hacia los 40 años de democracia,  a pesar del paréntesis perezjimenista. La semilla democrática había sido sembrada en el alma de los venezolanos.

Entablé con él una discusión que considero fundamental, sobre las capacidades de la democracia sobre los hombres fuertes, para implantar el orden y progreso en la sociedad. Giacopini había internalizado el positivismo imperante en su juventud, que postula la necesidad de un gendarme como vía para alcanzar el orden y progreso, en medio de una sociedad infantil y analfabeta.

En esos tiempos de finales de los años setenta, yo era bastante joven, y bajo  un ambiente de confianza que me concedía la cercanía con Giaco, le aducía mi preferencia y fe en la potencia civilizatoria de la democracia  por encima de los hombres fuertes y autoritarios, a quienes despreciaba convencidamente. Él me insistía que la democracia aquí era, lamentablemente, un bochinche, y necesitábamos un tiempo largo bajo la égida militar para alcanzarla. Él admiraba, conocía y simpatizaba con el espíritu castrense y era muy amigo de sus integrantes en los diferentes grados.

Hoy día, en 2025, evoco aquellas enriquecedoras conversaciones, y contando  ahora con mayor madurez y meditaciones políticas en mi haber, ratifico que lo mejor para mi país siempre será la democracia y constituye nuestro desafío histórico.

Creo que más allá del ejercicio cívico y rutinario del voto, la democracia debe implantar sólidas instituciones que generen condiciones, en las que los ciudadanos puedan desplegar una vida digna de ser vivida, alineada con el bien común y respetando a los otros.

Promovemos a un ciudadano que desarrolle capacidades para decidir y que sepa cuestionar al poder, que muchas veces termina envilecido. Un ciudadano militante de la verdad que logre superar el castrador culto a la personalidad que tanto daño nos ha hecho. Precisamos de ciudadanos que con la herramienta del razonamiento crítico lleguen a la propia comprensión de la realidad y sepan articular contraargumentos.

La representación política no es un ejercicio arbitrario del poder, sino un instrumento de búsqueda de consensos con la sociedad que gobierna.

Tenemos las capacidades para implantar la democracia y contamos para ello con el proyecto Tierra de Gracia, y un formidable proyecto de formación ciudadana elaborado y articulado por Gustavo Coronel.

¡Libertad plena para Javier Tarazona, los menores de edad, los policías metropolitanos, los activistas políticos y los defensores de los derechos humanos, Rocío San Miguel, Dignora Hernández, Henry Alviarez, Carlos Julio Rojas y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!.-

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