Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

Rosalía Moros de Borregales:
Jesús había anunciado su muerte. Desde entonces, la tristeza había inundado los corazones de los discípulos, se sentían a punto de naufragar, tal como aquella noche de tormenta cuando el agua había inundado su barca. Una multitud de pensamientos saltaban inquietos en sus mentes; la duda, como una sombra, cubría todo vestigio del gozo que habían experimentado, al comprobar las manifestaciones del poder de Dios en su primer ejercicio misionero. Ahora, cuando finalmente estaban comprendiendo quién era el Maestro; ahora, cuando sus vidas estaban despertando a las revelaciones divinas; ahora, que habían llegado a ser sus seres más cercanos y amados; ahora, Él partiría a la presencia del Padre.
No se turbe vuestro corazón
Se encontraban cenando, quizá en el momento de la sobremesa, cuando surgen las historias, cuando la familia comparte sus quehaceres diarios, sus sueños, sus retos, sus tristezas y sus alegrías. Entonces, en medio del silencio, su voz, firme y tierna, atraviesa la incertidumbre ocasionada por los últimos acontecimientos, por las últimas noticias y verdades conocidas. Les dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. Les habla acerca de la casa de su Padre, donde hay moradas para todos ellos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Luego tiernamente les reitera su amor, les expresa su deseo de estar con ellos: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Finalmente, afirma: “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”. Juan 14:1-4.
¿Cómo podemos saber el camino?
Las despedidas siempre causan una herida en el alma, a pesar de la esperanza del reencuentro. Las sombras del adiós se deslizaban entre los rostros de los discípulos. Cada uno procesaba en su fuero interno las palabras del Maestro…“Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”. Estas últimas quedaron vibrando en el corazón de Tomás. Y sin titubear le preguntó: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Juan 14:5. Entonces se revela la Palabra viva, una de las 7 declaraciones que manifiestan el carácter divino de Jesucristo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6. Todos quedaron en absoluto silencio, todos comprendieron una vez más que tenían ante ellos al tan ansiado Mesías. Sin embargo, sus mentes estrechas, acostumbrados a los ritos religiosos, con sus espíritus sin alas, tal como todos nosotros, como simples mortales, incapaces de percibir en todo su significado la trascendencia de aquel momento.
Yo Soy: el eco eterno de la voz del Padre
Esa frase “Yo Soy” no es tan solo una expresión, es el eco eterno de la voz del Padre desde el monte de Horeb, la voz que le habló a Moisés, la cual, así como la zarza ardiente, se convirtió en fuego del alma para él y por siglos ha sido fuego para todos los que buscan su presencia: “Yo soy el que soy”. Éxodo 3:14. Esa voz que no tiene explicación, porque simplemente ES. Es la voz que declara: Yo soy suficiente, Yo no tengo nombre, Yo soy todos los nombres, Yo soy el Creador del Universo, Yo soy el alfa y el omega, Yo soy el principio y el fin.
Al responderle a Tomás, Jesús no sólo señala un camino, no solo enseña una verdad, no solo promete una vida. Él se revela como el Camino, como la Verdad y como la Vida. Como lo dice Juan en el primer capítulo de su Evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. Juan 1:1-5. Jesucristo es Dios con nosotros. Es el gran “Yo Soy”, el que aún camina entre los hombres. No es una “entidad superior” que podemos llamar como nos parezca mejor; no es un camino más, como todos los caminos que llevan a Roma. No es una verdad para los que creen, es la Verdad de Dios manifestada y revelada a la humanidad. Es la vida presente y eterna.
Jesús es el camino: sendero de cruz, paso de amor
Jesús es el Camino. No es un camino más, no es un atajo, tampoco es un pasaje secreto al que solo pueden acceder los místicos. Él es la senda viva que nos conduce al corazón del Padre. No es el mapa de un viajero, es la mano extendida a través de su Espíritu Santo que nos guía. Cada huella que dejó marcada en el sendero de su vida humana fue un acto de entrega. El transitó el camino de la obediencia, de la mansedumbre y de la rendición total a la voluntad del Padre. Camino que lo llevó al Getsemaní, y después al Gólgota y luego lo elevó al Padre, donde está sentado a su diestra, intercediendo por nosotros: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Romanos 8:34. Él nos llama a seguirle, no solo a admirarle, a caminar con Él, no sólo hacia Él.
Jesus es la verdad: No un concepto sino una persona
Vivimos en tiempos de verdades líquidas, de opiniones elevadas a dogmas, de gritos malcriados, de lágrimas ahogadas. ¡Esa es la verdad del mundo! No obstante, Jesús es la Verdad inmutable. La Verdad que llama y cuando es recibida, libera: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32. Su verdad no se descubre en argumentos, ni siquiera en estudios teológicos; su verdad se revela en comunión, en adoración y obediencia.
La Vida: no sólo respiro, sino eternidad
Jesús es la Vida. No se trata de la prolongación de los años, se trata de vivir en comunión con nuestro Creador. Él es la vida que vence la muerte. Es tener la consciencia de que la muerte, con todo lo que nos duele, es solo el paso a la continuación de nuestra vida haci la eternidad. Él es la vida que restaura al caído, y lo traslada del dominio de las tinieblas al Reino de su amado Hijo: ‘»Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”. Colosenses 1:12-14 Jesús es la Vida que resucitó a Lázaro… y resucita a todo aquel que cree, proveyéndole una vida plena en esta Tierra y la vida por siempre a su lado: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Juan 10:10. “Yo soy la resurrección y la vida.” Juan 11:25.
Nadie viene al Padre sino por mí: la puerta estrecha, abierta por amor
Esta declaración no admite ambigüedad: Nadie va al Padre, sino por medio de Jesús. No hay múltiples senderos que suban al mismo monte. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado. Una sola cruz que reconcilia cielo y tierra. Una única tumba vacía que abre la esperanza. Es una puerta estrecha, sí, pero abierta con amor para todos los que quieran entrar. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.” I Timoteo 2:5.
Un llamado al alma: caminar, abrazar, vivir
Las palabras de Jesús están vigentes hoy. Él no cambia.
Jesús es el Camino: Camina tomado de su mano.
Jesús es la Verdad: Abrázalo y no lo sueltes núnca.
Jesús es la Vida: Vive con Él, respira su presencia.-
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Rosalía Moros de Borregales
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