Evangelizar
Hoy en día se habla mucho de “Evangelizar”, y, en muchos casos, se la confunde con la promoción social, pero, ¿tenemos idea clara de lo que el término significa? Consideramos que la claridad en los términos es esencial, sobre todo en materia teológica

Nelson Martínez Rust:
En la solemnidad de la “Ascensión del Señor” es conmovedor escuchar las palabras del Evangelio: “Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo. Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios” (Lc 24,50-53). Digo que es un relato conmovedor por las circunstancias que le rodean: el amigo se va, les bendice, y, al mismo tiempo, les dice que estará con ellos hasta el fin del mundo. De esta manera se iniciaba para aquellos hombres una nueva etapa en sus vidas que se vería corroborada plenamente en Pentecostés. Los discípulos están alegres, pero, al mismo tiempo, tristes. Debe haber cundido cierta nostalgia. Es un relato muy humano.
Con anterioridad, Jesús les había dado un mandato: “Y les dijo: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvara; el que no crea, se condenara” (Mc 16,15-16; Mt 28,19; Lc 10,1-9). En esta línea el Concilio Vaticano II ha recordado a los fieles cristianos del mundo entero el acuciante mandato de Cristo (Ad Gentes 7;35; Inter Mirifica 3; Dignitatis Humanae 13; Orientalium Ecclesiarum 3). La Iglesia existe para anunciar a Jesucristo.
Hoy en día se habla mucho de “Evangelizar”, y, en muchos casos, se la confunde con la promoción social, pero, ¿tenemos idea clara de lo que el término significa? Consideramos que la claridad en los términos es esencial, sobre todo en materia teológica.
Pablo VI convocó un sínodo sobre la “Evangelización” – Tercera Asamblea Ordinaria del 27 de septiembre al 26 de octubre de 1974 – y de ese sínodo nació la exhortación postsinodal sobre la evangelización de los pueblos, promulgada por el mismo Pontífice: “Evangelii Nuntiandi” el 8 de diciembre de 1975, de obligada lectura para el cristiano de hoy. Y más recientemente el Papa Francisco escribió “Evangelii Gaudium”. Todo ello muestra la importancia del hecho de “Evangelizar”.
Ahora ben, definir el término y su contenido resulta por demás delicado ya que una definición de por sí, atiende al conocimiento de la esencia – al “ser” – de lo que se define. Por consiguiente, es una tarea que podríamos señalar como de “cuesta arriba”. Sin embargo, podemos intentar no una definición sino más bien una “descripción”, que, a grandes rasgos, señale los elementos fundamentales que la integran. Dicho esto, tenemos:
“Evangelizar” es un verbo, por tanto, indica una “acción”, que se deriva del vocablo “evangelio”, y tiene por finalidad la proclamación o anuncio de Jesucristo y su mensaje. Con el deseo – fin o finalidad – de que quien recibe esta alegre noticia se convierta y se bautice para llegar a ser: Hijo adoptivo de Dios , Formar parte de la Iglesia, y llevar a plenitud la vocación sobrenatural con la práctica de las buenas obras – la meta del hombre es la santidad -.
Pero, esto que parece tan sencillo encierra dificultades: ¿Cómo anunciar a Jesucristo en la sociedad de hoy? ¿Qué métodos deben seguirse? ¿Cómo presentar de manera atractiva la inmutable doctrina sin que sufra cambios? ¿Se debe continuar con la práctica de bautizar a los niños, cuando los padres y padrinos no saben lo que están haciendo y a lo que se comprometen? La misma catequesis prebautismal impartida en las parroquias ¿corresponde a la grandeza del sacramento que se recibe? ¿La catequesis de primera comunión prepara, hoy en día, para afrontar las dificultades que se presentan en la adolescencia y en la edad adulta? Si miramos a la realidad del sacramento del matrimonio: La preparación actual que se imparte a los novios ¿se corresponde a lo que el Evangelio exige de las personas casadas? Podríamos interrogarnos sobre cada uno de los sacramentos y de la vida del fiel cristiano en general. La lista se torna grande.
Sin embargo, hay que continuar y ser fiel al mandato del Señor. No entraremos en detalles, solo apuntaremos a lo siguiente: En el Antiguo Testamento el Espíritu de Dios era enviado con cierta preferencia sobre los profetas, sobre los reyes y sobre los grandes jerarcas religiosos del pueblo hebreo. En el Nuevo Testamento el Espíritu de Dios viene dado a todos los discípulos de Cristo y de esta manera, toda la Iglesia llega a ser un pueblo “profético”, “real” y “sacerdotal”.
Aun cuando hay carismas particulares para la custodia y la trasmisión de la Verdad Revelada – el magisterio -, la Verdad se le entrega a todo el pueblo creyente de Dios, y a cada uno de sus miembros mediante el bautismo. En el bautismo, el cristiano ha sido llamado a ser un profeta. Aun cuando en la Iglesia existen unos ministros particulares que tienen por finalidad la predicación y la celebración de los sacramentos, todos los miembros de la Iglesia han sido llamados a ser obreros – constructores – y, por lo tanto, distribuidores de la gracia del Señor resucitado.
Pero debemos tener presente que la distribución de la gracia divina no es solo una función reservada a algunos especialistas, doctores o licenciados, ni que esa función debe ser ejercida solo en determinados momentos; por el contrario, todo el pueblo de Dios, en todo momento de su existencia y en toda su forma y circunstancias de presencia en el mundo debe convertirse en un predicador de la Verdad y de la gracia.
La evangelización no es solo una cuestión de anuncio y celebración, ella viene presidida por el testimonio de vida del anunciante, como tampoco la sacramentalización no se puede reducir solo a la celebración dominical o administración de sacramentos: ¿Dónde queda el seguimiento o el pastoreo constante de la grey?
Hoy es Pentecostés, consideramos que es el tiempo propicio para pensar seriamente en la evangelización.-
Valencia. Junio 8; 2025