Simón Bolívar: ¿Entre los racionales, ucrónicos y utópicos?
Numerosos estudiosos del Libertador comentan que Simón Bolívar nunca realizó su sueño y murió vilipendiado y en la pobreza, mientras sus enemigos sí se convertían en dictadores de las nuevas repúblicas y promulgaban constituciones que los atornillaban en el poder”.

Luis Beltrán Guerra:
Este ensayo, como fácil de reconocer, es en esencia sui generis, de un lado, por escapar a lo que comúnmente se analiza, y por el otro, en atención a que penetra en esa especie de enredadera que supone indagar con respecto a las causas de los procesos humanos y sus consecuencias
Es innegable que la gesta adelantada por Simón Bolívar habría de calificarse, si acudiéramos al área de lo “filológico”, “fuera del orden o regla natural común”. Nuestro discípulo Rafael Arráiz Lucca en su más reciente libro, “Simón Bolívar: triunfo y ocaso”, con la sapiencia que suele ofrecer, le califica como “un venezolano extraordinario de una férrea voluntad para superar innumerables vicisitudes a lo largo de su vida. Militar y estratega político excepcional que no perdió un segundo en alcanzar sus objetivos, dueño de una capacidad de trabajo sobrehumana y de una fruición amatoria legendaria”. Razones, entre otras, que llevan al destacado escritor a calificarle como una de las figuras más emblemáticas de nuestro continente.
La excepcionalidad del “libertador de América”, como le califica el dilecto alumno, nos induce a imaginar si el análisis de una personalidad tan peculiar y muy particularmente de sus ejecutorias, por demás, sobresalientes, obliga a determinar en qué medida el caraqueño se desenvolvió entre “la racionalidad, la ucronía o la utopía”, o en una mixtura de las tres. En la tarea, no del todo sencilla, comencemos por puntualizar, prima facie, algunas ideas que expone Platón en su afamada obra “La República (Primera mitad del Siglo IV a. c)”, entre ellas:
- En una ciudad integrada por hombres de bien, no habría, en principio, necesidad de gobernar,
- El verdadero gobernante no existe para atender su propio bien, sino el del gobernado y…
- El hombre inteligente elegiría antes que recibir favores de otro, hacerlo él a los demás. Se adiciona, también, como preciso, que “la política está subordinada a la ética, sin lo cual perdería su esencia, degenerando en ambiciones personales. Y por lógica en la consecuencial defensa de intereses particulares.
Este ensayo, como fácil de reconocer, es en esencia sui generis, de un lado, por escapar a lo que comúnmente se analiza, y por el otro, en atención a que penetra en esa especie de enredadera que supone indagar con respecto a las causas de los procesos humanos y sus consecuencias. Se caracteriza porque “bucean” en la racionalidad de los acontecimientos, extrayendo de las profundidades a donde llegan pormenores que al interpretárseles coadyuvan para aclarar quienes realmente somos, qué pretendemos y alcanzamos. Es en ese contexto que analistas de notoriedad alimentados por la inquietud y su sólida sapiencia, nos ofrecen “compendios espinosos”, por no decir, “inextricables”, en lo referente a lo que esas personalidades fueron, porqué se propusieron metas tan desproporcionadas y cuáles sus fracasos y logros. Las páginas a las cuales hemos acudido en aras de definiciones objetivas conducen, de esa forma, a indagar en qué medida “resultados propuestos” habrán fluido entre lo racional o si más adosada a la personalidad del “rey, líder, caudillo, ilustre, glorioso, celebre, acreditado o prestigioso”. Ruta ella para merodear irremediablemente cercano o antitéticamente a la “racionalidad, la utopía y la ucronía”, presunción que les conduciría, consecuentemente, a calificarles o no como “racionales, utópicos o ucrónicos”.
A la triada “racionalidad, utopía y ucronía” se refiere el francés Emmanuel Carrére, autor, entre otras obras, de “Una novela Rusa, De vidas ajenas y Limónov”, las tres merecedoras de prestigiosos galardones. Lo hace en uno de sus últimos libros, titulado extrañamente, como el mismo lo advierte, “El estrecho de Bering”, en cuyas páginas, como se comenta, hace referencia “a la historia que fue y dejó de ser, así como la que pudo ser y no fue, pero, también, de la realidad y la ficción”. Con palabras distintas, pero en el mismo contexto, “se contrae a la historia en condicional, o sea, la que pudo ser y no fue”. Habla de la ucronía, en principio, imaginando a quien plantee, por ejemplo, de “qué hubiera sucedido si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta o que Napoleón hubiera salido victorioso de Waterloo”. En el autor se observa la intención de una persona que mezcla casualidad y casualidad, realidad y ficción, a su juicio “un juego de lo más provocativo”. Cortemos por lo sano, acudiendo a una presunta metodología adecuada, en procura del significado de:
- Racionalidad, “capacidad de pensar, entender y actuar según la lógica y la razón”,
- Ucronía, “reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos” y…
- Utopía, “Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”. El quid pasaría, entonces, en el contexto de este ensayo, por indagar en qué medida personajes grandiosos como Simón Bolívar, por ejemplo, han de juzgarse en atención a tales criterios.
Párrafos similares se han escrito “A principios del siglo XIX Simón Bolívar formuló una propuesta utópica y genuinamente hispanoamericana: “La creación de un gran Estado Nacional sobre los territorios de las antiguas colonias españolas liberadas por sus tropas”. Sin embargo, esos planes suponían otra “utopía” que el célebre caraqueño jamás logró llevar a la práctica y que en cambio sí la ejecutaron con buenos resultados otras personalidades más pragmáticas e inescrupulosas.
Entendemos que se hace referencia, por parte, de quienes se identifican con la aseveración, a la idea del poder omnímodo y a la figura del presidente vitalicio, a la Constitución hecha a la medida y a todas las maniobras que para algunos “convirtieron al Libertador en Dictador”. Se adiciona, asimismo, que Bolívar nunca realizó su sueño y murió vilipendiado y en la pobreza, mientras sus enemigos sí se convertían en dictadores de las nuevas repúblicas y promulgaban constituciones que los atornillaban en el poder”.
¿Título del análisis que traemos a colación? “La utopía bolivariana”. Y en el que se agrega: “Hugo Chávez y Fidel Castro son quienes encarnan actualmente, si así pudiere calificársele, esa “utopía bolivariana del poder”. Pero, además, se adiciona que con el triunfo de Evo Morales en Bolivia se ha creado “un eje que permite fantasear con la utopía original: “una confederación de países bolivarianos”.
Adicionalmente, el análisis no se detiene: “Si Ollanta Humala triunfara en las próximas elecciones peruanas, el efecto dominó alcanzaría muy pronto a Ecuador, y sólo quedaría Colombia para que Chávez y Castro completaran “el puzle soñado por Bolívar”. El lector que por favor nos ayude con “la interpretación” y muy particularmente con respecto a las consecuencias, para lo cual en aras de colaborarle le copiamos que “la ucronía” la acuñó en l876 el filósofo francés Charles Renouvier, basándose en el modelo de la “utopía” a la cual, trescientos sesenta años antes, el canciller de Inglaterra Tomás Moro dio un nombre que iba a tener mayor fortuna. A la utopía, del grupo ou-topos: que no está en ningún lugar, le corresponde la ucronía. No obstante, las dificultades que en principio sobresalen “para conclusiones satisfactorias y reales”, la suerte nos condujo al libro “Cesarismo Democrático”, de Laureano Vallenilla Lanz, leyendo “Decir que la guerra de la independencia (en América Latina) fue una guerra civil, no amengua en nada la gloria de nuestros libertadores.
“Toda guerra entre hombres”, dijo Víctor Hugo, es entre hermanos la única distinción que puede hacerse es la de guerra justa y guerra injusta, y la humanidad hace mucho tiempo considera como la más justas de todas las revoluciones aquellas que llevan por objeto la emancipación de los pueblos y el acrecentamiento de la dignidad humana. La creencia, tan generalizada, anota Vallenilla, de que los sostenedores del antiguo régimen surgieron únicamente de las clases bajas de la Colonia, por ignorantes y fanáticas, es absolutamente errónea. Entre los realistas de Venezuela, como en toda hispano-américa, figuraron multitud de hombres notables que permanecieron en el país luchando en los campos de batalla, en la prensa, en las funciones públicas, en los tribunales de justicia, cooperando con su actividad, con su talento o con su dinero a sostener la lucha… revelan “su fidelidad al gobierno de España”. ¿Quién entiende a quién? Pareciera una interrogante, pero sin respuesta.
El venezolano Carlos Rangel plantea “la bancarrota del marxismo”, en su criterio y para nuestra fortuna, ha comenzado a asimilarse por parte de muchos individuos y partidos políticos que persisten en autocalificare de marxistas. Se trata, en criterio del autor, de que la revisión ha llegado al termino lógico y que el marbete ha sido puesto de lado. Se trata esencialmente, para el destacado venezolano, de la cada vez mayor complejidad y diversidad de las clases sociales, contrariamente, a la profecía marxista, pero también, aunque no se diga mucho, a la impresionante acumulación de fracasos políticos y económicos contabilizada por el marxismo en función de gobierno.
El final de este ensayo es frustrante, pues deambulamos en la compleja triada, la cual integran “los racionales, ucrónicos y utópicos, combinación que nos induce a una especie de ruleta que nos define bajo la imagenería de “donde se detendrá la bolita”.
En ese contexto moramos. Incierto por excelencia, lamentablemente sí. ¿Y, por qué? No lo sabemos.-
PanamPost