Cultura Católica

El magisterio de León XIII, más que «Rerum Novarum»: fue «el mayor filósofo cristiano del siglo XIX»

León XIII gobernó la Iglesia durante 25 años y creó un completo 'corpus' doctrinal para exponer y defender la posición católica ante el mundo moderno

El magisterio de León XIII (1878-1903) fue vasto y orgánico. Hoy se le recuerda sobre todo por Rerum novarum, sobre la cuestión social, y León XIV se ha remitido a ella como inspiración y razón de su nombre pontificio. Sin embargo, el Papa Joaquín Pecci escribió un completo corpus doctrinal que sigue siendo válido para la Iglesia en su confrontación con los retos culturales del mundo moderno. Y en ese sentido cae de lleno en lo ‘políticamente incorrecto’, porque sitúa, por ejemplo, el tomismo como pilar o incluye el severo y fundamentado rechazo de la masonería

Lo ha explicado el historiador Roberto de Mattei (n. 1948) en el número de junio del mensual católico italiano de apologética Il Timone:

León XIII, el predecesor

La decisión de tomar el nombre de León XIV por parte del nuevo Pontífice Robert Francis Prevost es una elección densa de significado, que no puede limitarse a la referencia a la Rerum novarum, el documento más conocido de León XIII, sino que debe entenderse como un homenaje a un pontificado que presenta un magisterio vasto y orgánico, compuesto por no menos de 86 encíclicas en el espacio de 25 años, entre 1878 y 1903.

La encíclica Rerum novarum, del 15 de mayo de 1891, sobre la cuestión social, se caracteriza, como observó Augusto Del Noce (1910-1989, Pensamiento de la Iglesia y filosofía contemporánea, 2005), por el rigor con que desarrolla tres temas esenciales:

  • la vuelta a los principios,
  • la crítica de la mentalidad utópica y
  • la afirmación de la primacía del hombre sobre el Estado.

Para León XIII, de hecho, la doctrina social de la Iglesia se basa en la ley natural y en la metafísica que esta implica. Bajo este aspecto, la Rerum novarum debe leerse a la luz de otra encíclica, Aeterni Patris, del 4 de agosto de 1879, con la que el Papa Joaquín Pecci determinó la regla filosófica que debía seguirse en las escuelas católicas, proponiendo a Santo Tomás como único Maestro oficialmente reconocido por la Iglesia. El Pontífice estaba convencido, de hecho, de que la restauración del pensamiento a través de la filosofía de Santo Tomás debía preceder y fundar la de la sociedad.

Elogio de Étienne Gilson

Según Augusto Del Noce, las encíclicas posteriores de León XIII, Immortale DeiLibertas y Rerum novarum deben leerse a la luz de Aeterni Patris.

Otro gran filósofo católico, Étienne Gilson (1885-1978), sugirió leer las principales encíclicas de León XIII no en orden cronológico, sino en el orden racional que el propio Papa definió poco antes de su muerte.

Tras la Aeterni Patris de 1879,

Gilson, destacando el tomismo de León XIII, afirma que «ocupa su lugar en la historia de la Iglesia como el mayor filósofo cristiano del siglo XIX» (El filósofo y la teología).

Hay que señalar, sin embargo, que junto a la deuda intelectual que León XIII tiene con el Doctor Angélico, también la que tiene con el pensamiento de San Agustín.

Del Doctor de Hipona, León XIII toma prestada sobre todo la teología de la historia. En la apertura de su encíclica Humanum genus, del 20 de abril de 1884, contra la masonería, en la estela de la agustiniana Ciudad de Dios, el Papa enseña que la humanidad está dividida en dos campos que luchan entre sí sin tregua: el reino de Dios, constituido por la Iglesia de Cristo, y el reino de Satanás, compuesto por los seguidores del demonio.

Vuelve a proponer a Agustín

Esta lucha no es un episodio de la historia, sino que se remonta al primer momento de la creación del universo, y durará hasta el fin de los tiempos.

Poco antes de su muerte, el 19 de marzo de 1902, en el 25º aniversario de su pontificado, León XIII reiteró su visión agustiniana de la historia en su carta apostólica Annum ingressi, también conocida como Pervenuti all’anno vigesimo quinto. Se trata de un documento fundamental, en el que León XIII resume la historia de las luchas y triunfos de la Iglesia con la intención de «considerar en su génesis, en sus causas, en sus diversas formas, la guerra que arde contra la Iglesia y señalar sus desastrosas consecuencias, así como indicar sus remedios».

El gobierno de León XIII se caracterizó por el ambicioso proyecto de reafirmar la primacía de la Sede Apostólica mediante una redefinición de sus relaciones con los Estados europeos y la reconciliación de la Iglesia con el mundo moderno.

La política del ralliement, es decir, el acercamiento a la Tercera República Francesa, masónica y laicista, fue su piedra angular. La Tercera República emprendió una violenta campaña de descristianización, especialmente en el ámbito educativo. Para desarmar a los republicanos, según León XIII, era necesario convencerles de que la Iglesia no se oponía a la República, sino sólo al laicismo. Y para convencerlos, creía que no había otro medio que apoyar a las instituciones republicanas. De ahí su política de ralliement, o «acercamiento», expresada en la encíclica de 1891 Au milieu des sollicitudes.

Su grandeza

El intento de resolver los problemas planteados por la modernidad mediante las armas de la negociación diplomática, como he demostrado en mi libro El ‘ralliement’ de León XIII. El fracaso de un proyecto pastoralno tuvo éxito. La grandeza de León XIII no reside en su acción política, sino en su coherente corpus doctrinal, que todavía hoy ofrece a la Iglesia católica una valiosa ayuda para afrontar los retos culturales del mundo moderno.

León XIII amaba la cultura, las artes y las ciencias. Dominaba con igual maestría el italiano y el latín y tenía un amplio conocimiento de la literatura.

A un prelado que le regaló una rara edición de la Divina Comedia, respondió sonriendo que era capaz de recitar de memoria la obra maestra de Dante del primer al último verso.

El pensamiento laico del siglo XIX había intentado recuperar a Dante, sobre todo desde una perspectiva anticlerical. León XIII devolvió a Dante al redil del cristianismo y de la sabiduría cristiana, como demostró monseñor Giacomo Poletto (1840-1914), a quien el Papa confió la cátedra de Teología de Dante, la primera de los estudios dantescos que se creó en Italia. Fue el propio monseñor Poletto quien reconstruyó la relación entre el dantismo de León XIII y la Rerum novarum, en el volumen La riforma sociale di Leone XIII e la dottrina di Dante Alighieri (Siena 1898).

Dante, por tanto, junto a Santo Tomás y San Agustín, es una figura de pleno derecho en el horizonte cultural de León XIII, en el que hoy se inspira León XIV.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba