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Una obra cristiana acoge a migrantes venezolanos en la ciudad andina de Cuzco

Apurimac ETS, organización inspirada por el carisma agustiniano, asiste desde inicios de 2025 a cientos de venezolanos llegados a Perú en busca de un futuro mejor. Con apoyo italiano, ofrece orientación legal, acceso a la salud y programas nutricionales

La ciudad peruana de Cuzco, situada a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar en plena cordillera de los Andes, es conocida por su clima templado y seco, así como por la calidez de su gente. Sin embargo, pocos imaginarían encontrar en sus calles a cientos de migrantes venezolanos que, tras arduos y peligrosos trayectos desde Colombia o Brasil, han llegado buscando un futuro más digno lejos de la crisis que asola su país de origen.

Ayuda que cruza el océano

Desde comienzos de 2025, quienes logran llegar a Cuzco encuentran apoyo gracias a una iniciativa liderada por la asociación cristiana «Apurimac ETS». Esta organización sin ánimo de lucro, financiada por el programa italiano del «8×1000» y la Oficina del Primer Ministro de Italia, ofrece una amplia red de asistencia.

El proyecto está dirigido por Marta, una joven italiana que explicó en una entrevista con Vatican News que una de las primeras líneas de ayuda es facilitar a los migrantes el acceso a los sistemas administrativos del Perú. «A través de nuestro punto de información», comentó, «les orientamos en todo el proceso de regularización migratoria y trabajamos para que puedan acceder al sistema público de salud, un derecho reservado en Perú a quienes poseen permiso de residencia, con excepción de los menores de cinco años y mujeres embarazadas».

El acceso a la sanidad es uno de los problemas más urgentes que enfrentan. Por ello, el proyecto colabora con el Hospital Santa Rita de Cuzco para organizar campañas de salud. «Hacemos esto», explicó Marta, «para cubrir las necesidades médicas de quienes no pueden registrarse o son excluidos por las largas listas de espera».

Atención a la desnutrición y el acompañamiento espiritual

Otra necesidad crítica que atiende Apurimac es la desnutrición, especialmente entre madres venezolanas, niños pequeños y mujeres embarazadas. «Hemos desarrollado programas nutricionales específicos para este grupo vulnerable», compartió Marta. «Es un trabajo exigente, pero profundamente gratificante».

Las actividades de Apurimac se inspiran no solo en la solidaridad y los derechos humanos, sino en el carisma espiritual de la Orden de San Agustín, que orienta su labor misional a nivel mundial. Este espíritu de amor sin fronteras impulsa a sus voluntarios a acompañar a los migrantes, muchos de los cuales llegaron hace años, pero aún necesitan ayuda para integrarse plenamente.

Aunque ya no se les considera recién llegados, Marta señaló que «siguen enfrentando grandes obstáculos para su inclusión social. Muchos no están registrados legalmente y solo acceden a trabajos informales, lo que les impide obtener permisos de residencia».

Una migración marcada por la esperanza

La ruta migratoria hacia Cuzco suele atravesar Colombia y Ecuador. Según explicó Marta, «la migración venezolana en América Latina tiende a ser circular, pero en Cuzco la comunidad se ha establecido con mayor estabilidad».

Las causas de este éxodo masivo siguen siendo la falta de oportunidades económicas y la inestabilidad sociopolítica en Venezuela. A pesar de la distancia, los migrantes conservan un fuerte vínculo emocional con su patria. «Sueñan con regresar algún día a Venezuela», relató Marta, «aunque el flujo migratorio se ha mantenido estable en los últimos años».

Solos, pero no abandonados

Hoy en día, la de Apurimac es la única iniciativa de este tipo que continúa activa en Cuzco. «En años anteriores», recordó Marta, «también trabajaba aquí ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados. Pero ya no están. Ahora solo quedamos nosotros».

Aunque la responsabilidad es grande, Marta y su equipo encuentran fortaleza en un aliento espiritual muy especial: la elección de un Papa agustino. «Es cierto —dijo—, nos da esperanza e impulsa nuestro trabajo con energía renovada y optimismo».-

(VaticanNews/InfoCatólica)

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