Con una pistola y la estampa de Sor Eusebia Palomino: los atracos del ex futbolista Fabrizio Maiello

En 1994, una gran estrella del fútbol italiano, Gianfranco Zola (35 veces internacional, mundialista en Estados Unidos, jugador del Nápoles, del Chelsea y del Parma, squadra con la que ganó la Copa de Italia y la Copa de la UEFA), estuvo a punto de ser secuestrado… aunque entonces no llegó a enterarse.
- Una selección de los diez mejores goles de Zola con el Chelsea.
Siguiendo un plan cuidadosamente trazado, los secuestradores de Zola (Fabrizio Maiello y su cómplice) pensaban interceptarle en una carretera a punta de pistola y luego pedir un rescate a Calisto Tanzi, presidente del Parma y de la empresa láctea Parmalat.
La lesión
Ironías de la vida, Fabrizio Maiello podía haber sido también una estrella del fútbol. Nacido en 1963, era titular en los juveniles del Monza y el histórico Milan había firmado una opción sobre él cuando, a los 17 años, una entrada en un entrenamiento le destrozó la rodilla izquierda. Los médicos le dijeron que no podría volver a jugar al nivel exigido por la alta competición.
Su rabia fue tanta, que se negó a operarse y se fugó de casa, donde un padre muy violento se sumaba a otras grandes dificultades domésticas: «De ser un chico modélico, que jamás había bebido, ni fumado, ni entrado en una discoteca, pasé a frecuentar las compañías equivocadas y a delinquir. Solo así desahogaba mi frustración, mi desilusión, mi sentimiento de injusticia por el sueño que se me había arrebatado», explica Fabrizio en su página web personal.
Casi quince años después, a punto de elevar el listón de sus delitos con un secuestro, Fabrizio era un drogadicto con un largo historial de atracos y conocía la cárcel y los hospitales psiquiátricos penitenciarios.
Ojos limpios, ojos llenos de mal
Se acercó a Zola, que estaba recargando gasolina en su vehículo, aferrando en su bolsillo una pistola. El futbolista del Parma, ajeno a cuanto estaba pasando, le sonrió, creyendo que venía a pedirle un autógrafo.
Y, contra todo pronóstico, eso hizo Fabrizio: pedirle un autógrafo.
«Vi algo en sus ojos. Eran brillantes, buenos. Los míos, por el contrario, estaban llenos de mal. Los suyos eran los ojos que yo tenía cuando era un chico que quería ser futbolista», recuerda ahora en un podcast del periodista deportivo Marco Cattaneo que recoge un reportaje de Piero Vietti en el número de julio de Tempi.
Fabrizio se despidió y volvió a su coche. Se enfrentó a su cómplice, que le reprochaba no haber cumplido lo pactado y le presionaba para volver y rematar el plan. Pero Fabrizio se negó, y ambos se fueron de allí, renunciando al secuestro.
La Beata Eusebia Palomino
¿Fue una inspiración de Sor Eusebia Palomino (1899-1935)? Porque, por asombroso que resulte, junto a la pistola con la que cometía sus crímenes, Fabrizio llevaba siempre consigo una estampa y reliquia de la religiosa salesiana salmantina, beatificada por Juan Pablo II en 2004.

Estampa y reliquia de Sor Eusebia Palomino que acompañaba a Fabrizio en su carrera delictiva, y ahora en sus actividades benéficas.Tempi
La tiene desde que, en una de sus primeras estancias en el hospital penitenciario psiquiátrico, supo que Radio María enviaba a los internos un pequeño aparato de radio para escuchar la misa.
Fabrizio la pidió y se la remitieron: «Los presos la cambiaban por tabaco, pero yo la conservé. No para oír misa, sino para oír los partidos de fútbol. Junto con el transistor venía una estampa de una monja española, Sor Eusebia Palomino. Yo la llamaba ‘mi virgencita’ y no me separaba nunca de ella. Incluso cuando era delincuente, la metía en el guante de la mano con la que empuñaba la pistola. Me santiguaba y luego entraba a robar, rezaba para que nadie sufriese daño. También la llevaba cuando quise secuestrar a Gianfranco Zola».
Liliana
Aquella fue una de las peores épocas en la vida de Fabrizio. En 1989 se había casado con Liliana, drogadicta como él, que tenía una hija de una relación anterior.
En una de sus salidas del hospital penitenciario (Fabrizio confiesa que sus habilidades con el balón le hacían caer simpático y se valía de ello para conseguir ventajas y permisos) fueron a casarse al juzgado en un coche robado y luego se fugaron. Cometieron delitos juntos. Pero, a pesar de las circunstancias, se querían.
Se juramentaron a suicidarse uno si moría el otro. En 1994, a Liliana le diagnosticaron un tumor. Murió al año siguiente, pero Fabrizio no cumplió el pacto.
En parte, porque había cosas que estaban cambiando su vida.
Cuidar a Giovanni
Por un lado, la llegada de Giovanni Marione al penal psiquiátrico. Era un hombre de mediana edad, con cara de niño, que de forma inconsciente había matado a un anciano.
«Cuando llegó Giovanni, yo estaba hasta arriba de fármacos, apenas me tenía en pie», cuenta Fabrizio: «Mi padre había muerto, Liliana había muerto, mi hermano estaba en Brasil, no quería que mi madre viniese al manicomio… Estaba solo y me encontraba mal. Oía a Giovanni gritar, y después de algunos días fui al médico y le dije que quería ayudarle».

Fabrizio, con Giovanni: se salvaron mutuamente la vida.TGEvents Television (captura)
El médico se lo desaconsejó: «Fabrizio, a Giovanni le quedan tres meses de vida y tú estás como flotando, te va a hundir. Morirá de todos modos, olvídalo«.
Pero Fabrizio insistió y se consagró a la atención de Giovanni, que no vivió tres meses, sino cinco años, y llegó a abandonar el centro.
Entregarse al cuidado de Giovanni fue redentor para Fabrizio.
-¿Por qué te manchas las manos con su m…? -le espetaba algún que otro preso.
-¡Donde me manchaba las manos era fuera! -respondía Fabrizio.
Ayudando en misa
Otra ayuda le llegó de parte del capellán de la prisión psiquiátrica, don Daniele Simonazzi, quien un día le pidió que leyese la primera lectura de la misa. Lo estuvo haciendo durante trece años.
«Lo hacía porque tenía algo de fe«, dice Fabrizio: «Me la había transmitido mi madre, que me llevaba siempre a misa. Y eso me ha quedado, sigo yendo con don Daniele los domingos y fiestas de guardar. Y jamás he tirado a mi ‘virgencita’ [la Beata Eusebia Palomino], me aferro a ella cuando ahora bato récords de peloteo, como antes cuando atracaba».
Éxito en otro tipo de fútbol
Porque ésa es la tercera motivación que ha cambiado la vida de Fabrizio: el balón, su obsesión desde que era niño.
- La historia de Fabrizio.
Valeria Calevro, directora del hospital psiquiátrico de Reggio Emilia donde estaba internado, le ofreció una pelota y la posibilidad de participar en competiciones de toque de balón con ambos pies y con la cabeza, en estático y caminando.
Fabrizio aprovechó el regalo para mejorar su vida como interno, saliendo del centro para participar en carreras y espectáculos benéficos de lucha contra el cáncer. Ha logrado varios récords. El 8 de septiembre de 2022 logró un récord en 1500 metros. Hace un año asombró a todos recorriendo hacia atrás un kilómetro durante 68 minutos y 38 segundos y un total de 8.120 toques.
El nuevo Fabrizio y la Eusebia de siempre
Ahora Fabrizio lleva una vida normal. Trabaja en una cooperativa. Tiene una novia, Daniela, a la que conoció en el hospital. Ha contactado con Marina, la hija de Liliana, a la que apenas conoció cuando era bebé. Y da charlas explicando a los chicos el camino que no hay que recorrer.
Con sus récords de toque de balón y su historia de superación, y ahora reforzado con el podcast de Mario Cattaneo (quien le ha bautizado como «el Maradona de las cárceles«), ha alcanzado una celebridad en Italia casi parangonable a la que le fue arrebatada por una lesión.

En el centro, Gianfranco Zola. A la izquierda en la foto, Fabrizio Maiello con la indumentaria de la Seleçao Internazionale Sacerdoti Calcio (la selección italiana de sacerdotes), para la que fue seleccionado por el entrenador, Moreno Buccianti.FabrizioMaiello.it
Incluso se dio un abrazo en el podcast con Gianfranco Zola, al que un día quiso secuestrar y cuya hipotética resistencia tal vez habría resuelto entonces con un disparo.
Quizá no sea ése un milagro de los que cuentan para elevar a una beata a la categoría de santa. Pero seguro que entre los más «alegres en el cielo» (cf. Lc 15, 7) por la conversión de Fabrizio figura Sor Eusebia Palomino, que a tantos de sus crímenes asistió en directo.-