Lecturas recomendadas

Aspiración, aptitud… ¡Vocación!

¿Está el cumplimiento de nuestra vida en seguir la verdadera vocación, como la siguió Mateo, como la siguió José Gregorio?

Bernardo Moncada:

«Yo sólo tengo este “sí” …»

Siervo de Dios Luigi Giussani, sacerdote, fundador de Comunión y Liberación

Este viernes, 4 de julio, coincidiendo con la celebración del día del arquitecto venezolano, y mis cincuenta años de graduado en tan noble profesión, se conmemoró la fiesta de San Mateo Apóstol, (antes llamado Leví, de profesión publicano). Días antes había recorrido de nuevo la exposición “José Gregorio Hernández: el médico del pueblo”, alojada en el Museo Arquidiocesano de Mérida.

Aunque pareciera incongruente, los cuatro hechos se reunieron en mi cabeza alrededor de una célebre obra de la pintura: La vocación de Mateo, cuadro del Caravaggio que permanece en San Luigi dei Francesi, iglesia de Roma.

El cobrador de impuestos Leví vio su vida transformarse de ser judío renegado, al servicio de los invasores romanos, a ser devoto judío seguidor de Jesús. El cuadro plasma el momento en que éste irrumpe en la estancia donde Leví cuenta dinero y, señalándolo, lo llama, para notorio estupor del señalado y los presentes. Quizá nunca hayamos imaginado el asombro del publicano ante el acto del Rabí, ni percibido lo inaudito de la reacción que lo lleva a seguirlo sin titubeos.

La exposición sobre San José Gregorio, por otra parte, resume los dos intentos del médico venezolano para consagrarse a la vida religiosa. En abril de 2021, quien suscribe publicó “José Gregorio Hernández: un laico a pesar suyo”, subrayando el fracaso de ambos intentos que lo devuelven al servicio del prójimo, como salidas hacia el camino de la canonización. Podemos decir que tanto Mateo como José Gregorio llegaron a ser santos por vías diferentes a sus respectivas aspiraciones y empeños.

¿Está el cumplimiento de nuestra vida en seguir la verdadera vocación, como la siguió Mateo, como la siguió José Gregorio?

La vocación es a menudo confundida con aptitud o aspiración, impulsos subjetivos que pueden sustentar nuestras decisiones en lo que respecta a lo laboral. “Vocación”, en cambio, proviene del latín «vocatio«, que significa «llamado» o «acción de llamar» (vocare). La vocación es el llamado de otro, no podemos llamarnos a nosotros mismos. ¿Es decir, entonces que somos llamados a desempeñar determinada misión o función?

Recapacitando sobre estos cincuenta años de carrera, me doy cuenta de que la palabra que más me ha ayudado es “disponibilidad”; que la vida ha avanzado de “sí” en “sí”, a los llamados ¡Cuánta razón tuvo Picasso al reconocer “Yo no busco; yo encuentro”!

Desde la escogencia de mi profesión, cuando aún no tenía idea de lo que significaba, pero hubo encuentros que me la pusieron ante los ojos, hasta los cargos interesantes que han marcado mi trayectoria, fueron desafíos que, sencillamente, acepté. Y mi mayor y mejor obra que he visto construir fue un encargo que, con alguna renuencia, terminé aceptando.

Estar disponible a lo que se presenta me cambió la vida, abriendo la salida de lo que mis pretensiones, mis aspiraciones, definían como lo cierto, lo confortable. Ese proyecto que vino de la nada me convirtió, haciendo de mí lo que en realidad podía ser.

Si aquel genial médico de Isnotú hubiera cumplido su aspiración de dejar el mundo, para consagrarse a la forma de adoración a Dios que significan la cartuja o el presbiterado, seguramente hubiera encontrado la santidad, pero de manera menos significativa para su pueblo. La realidad lo llamó y su verdadera santificación fue aceptar y cumplir lo que hubo de aceptar.

Don Luigi Giussani tenía suficiencia para continuar su carrera como teólogo, y escalar como estrella de la función eclesiástica; un grupo de muchachos hallados en el tren, según contaba, lo hizo mirar hacia lo que desde fuera lo necesitaba, lo llamaba. Así se dispensó de sus lecciones del seminario, dando un paso aparentemente absurdo: entró a enseñar en un liceo público y, casi sin saberlo, salió al mundo entero, como semilla de un movimiento presente en más de 90 países alrededor del mundo, abarcando todos los continentes.

Muy probablemente, no todos somos llamados a tan amplio alcance, pero estoy seguro de que nuestro lugar en el mundo, nuestra verdadera y libre satisfacción, está en llegar a ser lo que misteriosamente se nos llama a ser. Y mi experiencia, que todavía no termina, me ha mostrado que hago mucho más bien en este mundo respondiendo a mi vocación que empeñándome en mis aspiraciones solamente.

Pertenezco a esa gozosa y misteriosa aventura de mi humanidad. Al final, si me preguntan sobre mi estrategia, respondería también: “Yo sólo tengo este sí”.-

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