Trabajos especiales

Hacia el Quijote metafísico: una proyección editorial

Confiaremos en que, a lo largo del éter sideral, cada sujeto de Dios pueda exclamar, como el Quijote aventurero, “Yo sé quién soy”

 

Gerardo Vivas Pineda:

Transitamos un camino ambivalente. Realidad y ficción se apegan a nuestra piel por un motivo estrictamente literario, pero no inhumano. Por el contrario, un personaje molido a palos durante 126 capítulos en los que sus besos perdieron la pista del amor, recrea la vida de toda criatura desde que un pezón le dice “Anda por aquí, traga la leche de este pecho capaz de morir por ti”. Se trata del requetesabido mas no leído Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, una vez más conmemorado e iluminado por editores y algunos públicos medianamente tradicionales. El condenado señor, escrito y publicado pero despojado de lectura, se ha dedicado a representarnos, a actuar como cualquier bípedo racional desde hace 420 años por una sencilla razón: después del Cristo real bautizado por agua y sublimado por clavos el caballero de las andanzas crudas ha sido la figura más trascendente de la comedia humana donde todo ha sucedido, aun hipertrofiando sudores verdaderos. Quiso amar correctamente, desempeño que sólo alcanzan mártires y santos, y ese fue su error. Pero vayamos a una nueva, desconcertante e imaginativa reproducción heredera de Gutenberg.

No imaginó don Andrés Amorós la reformulación mediática que su atractiva Edición Cultural del Quijote inspiraría casi 25 años después. El siglo XX finalizaba su marcha de guerras mundiales y alunizajes en directo, y Amorós, sin apartar sus apreciaciones taurinas ni abandonar sus ensayos literarios —cultivando la tauromaquia y el cervantismo su temperamento es tan español como el Pórtico de la Gloria compostelano o las gárgolas circundantes—, dirigió un competente equipo profesional que ofreció a todo tipo de públicos la edición de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha más apetitosa para animar la lectura de indiferentes, flojos o despreocupados.

En poco más de mil páginas el volumen contenía, a todo color, infografías hábilmente elaboradas para acompañar el texto completo de la obra. Comprendía una introducción biográfica de Cervantes, su trascendencia a todos los ámbitos mundiales de las artes, las costumbres, la sociedad en general y la opinión resumida de reconocidos autores internacionales. Los aspectos culturales plasmados en la última sección constituían una radiografía ilustrada del tiempo del Quijote, las creencias y valores, el ideal caballeresco, la estructura social, el lugar de la hidalguía, caballeros famosos reales y novelescos, escenarios geográficos y las rutas del Quijote, indumentaria masculina y femenina al uso, alimentación, pesos y medidas, y la indicación de sitios web en el para entonces muy novedoso internet, todo ello aderezado con un bombardeo de ilustraciones y gráficas dignas de premio. Notas al margen explicaban significados difíciles o arcaicos con las líneas de texto numeradas, como había propuesto Vicente Gaos en 1987 gracias a su exhaustiva edición crítica en tres tomos. Al menos, por nuestra parte, no habíamos conocido edición quijotesca tan tentadora para estimular una lectura despojada de cansancios.

Hasta que aterrizó en nuestras manos el Quijote Liberado publicado en 2023 por una empresa barcelonesa. No más observamos la cartela de presentación en su portada roja comprendimos la vastedad de su oferta editorial: “Mil maneras de abrazar El Quijote”. Dentro de la serie denominada Clásicos Liberados, el libro contiene, además del texto narrativo, una asombrosa recopilación de fragmentos de obras musicales, películas, teatro, ballet, canciones, entrevistas y declaraciones sobre Don Quijote de la Mancha, muestras almacenadas en códigos QR que se leen tranquilamente con el celular.

Pero las sorpresas no se detienen allí: también mediante QR incluye el e-book para acceder al texto completo de la obra —el texto impreso va seleccionado—, y el enlace para ver la película entera del director ruso Grigori Kózintsev, a su vez fuente de los fotogramas con que se elaboró la fotonovela incluida en varias secciones del libro, estímulo irresistible a modo de historieta para los más pequeños. Llueven sobre el lector las opiniones textuales, orales, visuales o musicales de Jorge Luis Borges, María Zambrano, Joan Manuel Serrat, Roberto Bolaño, Julio Iglesias, Franz Kafka, Miguel de Unamuno, Luis Buñuel, Vladimir Nabokov y una estela de autores tan diversos como contradictorios en formas de ser y pensar. Uno se pregunta cómo fue posible tan insólita reunión de caracteres. La respuesta es inequívoca: sólo una especie de espantapájaros a estilo de cristiano viejo, decidido a masticar las crueldades del mundo para cambiarles el sabor de su amargura, es capaz de convocar bajo la misma epifanía a David Bowie, Bill Clinton, Italo Calvino, la cantante Rosalía, Fiódor Dostoyevski, la poeta Gloria Fuertes o Milan Kundera entre muchos otros. Cada cual interpreta la aventura quijotesca como le sale del alma.

Cualquier interesado, dedicando sólo un rato al envión multimedios de la edición, quedará atrapado por la universalidad de la novela, la mezcla de lo agridulce humano bien contado, la puntería de su flecha sentimental, y quizás suelte alguna lágrima escuchando a la adolescente Rocío Dúrcal cantar “Don Quijoteeee, don Quijoooooote, jamás vendía su lanza, y al bueno de Sancho Panza, le contagió su valoooor” mientras protagoniza la película Rocío de la Mancha en 1963. Admirará asimismo la estrepitosa y bien lograda caída de Rocinante que derriba al caballero de la Triste Figura en el episodio de los mercaderes toledanos filmado por el director Rafael Gil en 1947. Contemplará las ocurrencias del ciudadano Orson Welles al inventar, en plena España franquista, un don Quijote personalísimo atacando motonetas Vespa y pantallas de cine dentro de la piel de Francisco Reiguera, actor de carne y hueso calcado del caballero dibujado por Doré.

Y para echar un poco más de condimento plural al tomo de ochocientas y pico de páginas Disney roza la edición con el Quijote de Ub Iwerks, su animador estrella, a la sazón trabajando por su cuenta. Cantinflas también se entromete, pero propone un Sancho Panza demasiado mexicano para ser creíble en dos muestras cinematográficas, una de las cuales reproduce El Quijote Liberado. El mamotreto nos pone ambiciosos, y echamos en falta la película Man of la Mancha con Sofía Loren y Peter O’Toole de 1972 en esa pasmosa muestra de Quijotes multicolores que pesa un kilo, pero acaricia la vista y engorda el alma.

Siempre queremos más, y habría que prever entonces un próximo caballero andante cabalgando en un probable ciberespacio donde nos veamos obligados a evadir un chip craneal con que la inteligencia artificial nos engañe a su gusto arrimándonos un Hamlet manipulador de calaveras malolientes, o un Nosferatu chupasangre recordándonos el monstruo real de nuestros desvíos, antes de que una momia a lo Boris Karloff envuelva de mortajas el cerebro de nuestra juventud incapaz de leer y lo sepulte indefinidamente. De ser el caso, ojalá un burrito como el rucio de Sancho o el Platero de Juan Ramón nos acompañen en esa huida cibernética.

Muy borgeanamente seríamos protagonistas del Quijote Metafísico, futura edición por ahora insospechada pero posible, dado el atrevimiento digital de cualquier agenda mundial que pretenda la igualación de las almas. Al menos nos tranquiliza el hecho de saber que ningún microchip, código o link podrá encasquetársele al espíritu libre de la humanidad frente a la encrucijada colectivista —alguien nombrado con E y apellidado con M así lo asegura: implantes neuronales conectarán el cerebro humano con sistemas digitales—, y confiaremos en que, a lo largo del éter sideral, cada sujeto de Dios pueda exclamar, como el Quijote aventurero, “Yo sé quién soy” (I, 5).-

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