Opinión

La popularidad: ¿cómo se logra?

La Abuela del Casco Rojo anda en motocicleta, protestando por todas partes que se requiera, el apoyo a una causa justa

Gloria Cuenca:

         Para Leyda Brito, la Abuela del Casco Rojo

Educada dentro de los parámetros de la igualdad entre hombres y mujeres, por mi padre Humberto Cuenca y mi madre, Gisela Valladares, nunca dudé de mis posibilidades para lograr lo que quería. Hubo luchas, en los comienzos de la carrera de periodista. Ahora, me resultan hasta graciosos, los intentos por “devaluarme”, por ser mujer. No me conocían; después, ¡Qué remedio! Me tuvieron que aceptar. Tal vez por ello he sentido, desde siempre, una gran admiración por las mujeres, mis congéneres, en este país: fuertes, valientes, amorosas, leales, hermosas, luchadoras, trabajadoras por lo que quieren. Dignas y solidarias, como pocas veces se encuentra en el género humano. Una luchadora, a quien admiro, completa y preocupada por formarse y crecer, es Leyda Brito a quien dedico este artículo.

La anciana montando una moto. Una Foto de stock 158223344 | Shutterstock

Efectivamente, la Abuela del Casco Rojo anda en motocicleta, protestando por todas partes que se requiera, el apoyo a una causa justa: sean presos políticos, trabajadores exigiendo salario, las enfermeras en crisis, entre todas las manifestaciones que se hacen a diario en este martirizado país. Ahora, dedicada a prepararse cada vez más para cuando llegue el momento de asumir la responsabilidad que le toque, se sigue empoderando para ser una mejor líder. Expresó su preocupación, al decirme que creía, que esos “héroes del mal”, de los que escribí en reciente artículo, se forman vía los medios de comunicación social. Seríamos los periodistas los primeros responsables de ello. Medité al respecto y   decidí escribir, estas palabras para explicar, lo que pienso y creo.

En efecto, la popularidad, bien o mal ganada, se expande a millones de seres, vía las redes sociales; mientras por los mensajes de los medios audiovisuales e impresos, cuando los había, el impacto de una información noticiosa puede ser mayor. Se divulga algo, conmueve y estimula la curiosidad de la ciudadanía, el o la protagonista del suceso se hace conocido, De allí al próximo paso, la popularidad, se hace inmediata. Entonces se requiere que el público, la gente, los posibles fans, sientan algún tipo de conexión con la persona en cuestión. Alguna gente con carisma, enloquece a la audiencia. ¿Se acuerdan del “por hora”? Ejemplo clarísimo de lo que el sociólogo francés Edgar Morín llama la “prospección de las estrellas”. Se dice algo que impresiona, conmueve, encanta a la gente, y a partir de allí, surge la transformación y la popularidad-merecida o no- del sujeto. Lo sabemos, puede ser tóxico, negativo, inconveniente, sin embargo, se produce el fenómeno. Con las redes es peor. Ejercen un dominio, casi absoluto sobre los seguidores. Los pensantes, los críticos somos los menos. La gran mayoría apoya esas personalidades, surgen de la nada y se transforman en el eje de canciones, equipos de deporte, partidos políticos. Se vuelven un producto y hasta una marca. Es la interacción, no meditada, entre el personaje y aquellos que lo auspician. Atención, las personas de la Tercera Edad somos propensas a creer fake news y caer en el “encantamiento” del que se habla.

¿Por qué se produce ese encanto? No está claro. Sin embargo, hay lo que los sociólogos han denominado las “necesidades sentidas.” Cuando eso ocurre, el fenómeno que estamos escribiendo, en medio de la necesidad sentida, la difusión es rápida y efectiva. Nosotros los venezolanos, tal vez por nuestra historia reciente, queremos que las cosas pasen a la velocidad del rayo. No solo olvidamos, que el único “tiempo perfecto es el de Dios”; además hemos creído que los tiempos los podemos manejar a nuestro antojo, sin reflexionar, sobre el porqué pasan determinadas cosas. En oportunidades, sin recordar aquello, de que,” del apuro, solo queda el cansancio”. Interesante destacar, la decisiva influencia que ocurre cuando, hay una crisis y allí se produce el proceso descrito.

Recuerdo que, hay diversos tipos de personalidades. Hay quienes aman la popularidad, ser reconocidos; hay quienes no quieren ser conocidos y menos “famosos”. Es cuestión de personalidad y de una decisión personal. Esto me consta, además de saberlo por haber estudiado diversas situaciones. No es mi tema, me he puesto a recordar situaciones vividas y también, imposible no recordarlo, los debates y conversaciones con Adolfo, experto en imagenología como he dicho; sin embargo, sin preocuparse mucho por su propia imagen. Margariteño, con visión amplia, se preocupaba por la imagen de sus clientes, la de él, no era su máxima importancia: muy libre de espíritu, buscaba hacer siempre lo que quería. Pretendió enseñarme sobre este tema, que era su especialidad. En vano. Recuerdo, una de mis nietas, en alguna oportunidad me dijo: “Abuela, me molesta la fama, no me gusta que los demás estén pendientes de mí.” También conozco gente que vive para la fama, para la imagen. Hay de todo en la viña del señor. Así la popularidad, surge a veces a pesar de la persona, y en otras, para felicidad y alegría de quien la busca.

Volviendo a nuestra “Abuela del Casco Rojo”, creo que ella se ha ganado una fama de valiente muy merecida. Es un ejemplo de mujer venezolana, democrática, deseosa de libertad para ella sus hijos y todos los venezolanos. Llegará, más pronto que tarde, ese momento trascendental. ¡Dios y la Virgen nos protejan a todos!.-

 

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