Testimonios

Max Josef Metzger, el cura beato pacifista decapitado por los nazis

Fue a la Primera Guerra Mundial, obtuvo una medalla por su valor... pero decidió combatir las guerras

El rearme y la «seguridad por la fuerza» resuenan en nuestra época, con el trasfondo de las guerras de Ucrania y Gaza y el intercambio de misiles entre Israel e Irán este año de 2025, entre otros conflictos.

Jesucristo pide ser «constructores de la paz» para ser llamados «hijos de Dios». Pero ¿cómo se construye la paz?

Son malos tiempos para ser cristiano y pacifista, incluso para ser cristiano y meramente pacífico. Quizá por eso vale la pena conocer el itinerario del sacerdote Max Josef Metzger (1887-1944), beatificado en noviembre de 2024 en una ceremonia presidida por el cardenal Kurt Koch, reconociendo a Metzger como mártir de los nazis.

El filósofo trapense Thomas Merton (1915-1968), popular autor de La montaña de los siete círculos (1948), declaró que Metzger fue una de las personas que más influyó en él con su ejemplo y sus enseñanzas. Le dedicó el ensayo Un mártir por la paz y la unidad.

En español cuenta su historia con detalle el libro La Espada y la Cruz (Editorial San Pablo) de Francesco Comina, junto con el de otros cristianos bajo el régimen de Hitler.

Ejecutado por los nazis, pero nunca acallado

«Si me cortan la lengua, entonces hablaré con mi silencio», escribió Max Joseph Metzger en una poesía en 1934, cuando el nazismo se extendía por su Alemania natal y ya abundaban las amenazas que amedrentaron a casi todos. No a él.

Max Metzger fue ejecutado por los nazis 10 años después de escribir ese poema, en la prisión del barrio berlinés de Brandenburgo. Era el número 30 en la lista de ejecuciones de ese día. «Nunca he visto a un hombre ir a la muerte con ojos tan radiantes«, dijo el verdugo al capellán de la prisión, que tomó nota.

Metzger nació en Schopfheim, Alemania, en 1887. En 1911 se doctoró en Teología y fue ordenado sacerdote en 1914. Acudió a la Primera Guerra Mundial, al frente, como capellán militar voluntario, con 27 años. Allí encontró la brutalidad de la guerra. No le faltó el valor, y por su valor recibió la Cruz de Hierro en 1915. Pero la guerra le impactó, fue un shock ético y religioso para él. Decidió volcarse en prevenir más guerras.

Tras la guerra, fue a vivir a Graz, en Austria. En Graz impulsó la Liga Católica de la Cruz de Austria, que educaba contra alcoholismo. También fundó un periódico diocesano para niños.

Impulsor del pacifismo cristiano y el esperantismo

Era un buen orador y comunicador. Desde 1917 instaba a los católicos a unir fuerzas y crear la Unión por la Paz de los Católicos Alemanes. Con unos colaboradores, escribió un manifiesto de intenciones y todo un programa de construcción de paz. Es probable que fuera el primer movimiento pacifista cristiano de la Europa moderna. «Dios no quiere la guerra», insistía.

Escribía en prensa animando a construir una cultura de la paz. Ya en 1917 escribía: «Que todos los pueblos desvíen sus intereses del presunto enemigo externo y que todas las fuerzas se concentren en el enemigo interno real, común a todos los pueblos: el alcoholismo, la inmoralidad, la tuberculosis, la degeneración, la usura, la pobreza». En boletines y periódicos firmaba con el pseudónimo «Tío Max».

Desde 1918 su asociación usó el esperanto como lengua de contacto internacional: era una lengua artificial, fácil de aprender y neutral en un mundo de nacionalismos exacerbados, a menudo construidos sobre romanticismos lingüísticos. En 1920 Metzger fundó la Internacio Katolika (IKA, usando el esperanto como lengua franca) y de 1921 a 1924 editó la revista en esperanto Katolika Mondo en Graz.

Con la encíclica del Papa Benedicto por la paz

En 1920 visitó en audiencia privada al Papa Benedicto XV. El Pontífice sentía el llamado a evitar más guerras y a sanar las heridas de la contienda mundial que había terminado. El Papa le animó a trabajar por el desarme en Europa.

Ese año había guerra civil en Rusia (blancos contra rojos), una invasión soviética de Polonia (con un fracaso soviético que muchos consideraron milagroso), una guerra entre turcos y griegos y la cruenta guerra de independencia de Irlanda (o parte de ella) del Reino Unido.

En ese año violento, Benedicto XV promulgó su encíclica Pacem Dei Munus sobre la paz, que Metzger promovió con tesón. De esa encíclica surgió su movimiento católico por la paz, que con el tiempo influiría a otros movimiento, como el actual grupo Pax Christi.

Ese año de 1920 también fue el año que se fundó en Alemania el NSDAP, es decir, el partido nazi. Y es también el año en que el filósofo y educador Friedrich Wilhem Foerster publicó su libro titulado Mi Lucha contra la Alemania militarista y nacionalista.

El filósofo Foerster había sido expulsado de la Universidad de Munich en la Primera Guerra Mundial por sus proclamas pacifistas. En 1917 Foerster escribía que «una civilización no presupone solo progresos técnicos y luchas de intereses egoístas, sino la elevación de las fuerzas espirituales llamadas a florecer, si no queremos que el furibundo demonio de la destrucción arrase todo hasta los cimientos». Foerster acertó: no pasarían ni 30 años antes de que cualquier alemán pudiera ver toda su nación arrasada hasta los cimientos, y a las vecinas también.

Metzger leyó con pasión a Foerster y adoptó muchas de sus ideas.

Desde 1926, instalado en Meiningen, con su comunidad de sacerdotes y laicos llamada Societas Christi Regis gestionaba obras de caridad católica. Después, en 1938, fundó una asociación llamada Una Sancta que trabajaba por dar pasos hacia una mayor unidad entre católicos y luteranos.

Hombres libres frente a la masa seductora

En un mundo de bloques nacionalistas y eslóganes, él buscaba hombres que razonaran de manera autónoma, que resistieran a las palabras seductoras de líderes cada vez más totalitarios. En la época de las masas, quería formar hombres libres, no masificables.

En 1924 escribió: «Busco cristianos que se opongan a la locura de ese monstruo que fríamente está preparando la llegada de la guerra. Busco cristianos que sepan por qué son cristianos, y que por tanto antepongan las realidades eternas a las temporales: Dios, al Estado; verdad, a la patria; la justicia, a los propios intereses. Busco creyentes que crean en el amor, en la paz, en Cristo y en su Reino».

Sonaba tan utópico, y tan cristiano, en su época, como en la nuestra, pero en su época los muertos de la Primera Guerra Mundial pesaban en el ánimo de muchos: en unos, para prevenir guerras, en otros, para vengarlos con más violencia.

En 1929, en La Haya, Países Bajos, se celebró uno de los primeros encuentros sobre la objeción de conciencia al servicio militar. Él acudió a denunciar el «perezoso letargo» que impedía prevenir «una nueva guerra, la última, que nos llevará la destrucción total de Europa, monstruosa, completamente inaccesible a la razón y el corazón humano». «La guerra que va a llegar será una guerra que superará todo lo que la invención humana sea capaz de imaginar», dijo ese 1929. Siete años después el mundo comprobó horrorizado que tenía razón. 

Primera etapa de cárcel: cartas a Pío XII

La Gestapo lo vigilaba y lo arrestó el 29 de junio de 1939. Faltaban apenas dos meses para la invasión de Polonia, para el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Desde su celda en aislamiento podía enviar cartas a amigos, familiares y hermanos. Las firmaba con el seudónimo «hermano Paulus».

También escribió al Papa Pío XII: «Padre Santo, estoy escribiendo esta carta en la celda de una prisión, llevo varias semanas aquí sin saber de qué me acusan realmente. El Señor, que todo lo incluye en sus sabios designios, me ha concedido este tiempo de silencio y oración».

Metzger, desde la cárcel, pedía al Papa impulsar un encuentro ecuménico en Asís. Escribe: «En Alemania, en Inglaterra, en América, en los países nórdicos y sobre todo en Oriente, debe de haber personas serias, buenas y además de gran prestigio, que quieran iniciar un primer diálogo en confianza. Quizás el lugar apropiado para tal encuentro podría ser Asís, donde el espíritu del Poverello [San Francisco], venerado por todos los cristianos, fomentaría una atmósfera de paz y reconciliación».

En diciembre de 1939, tras 4 meses de guerra, lo pusieron en libertad. Pero lo seguían espiando. En 1940 los nazis ejecutaron al joven campesino Michael Lepscher, vinculado al círculo de Metzger por ser objetor de conciencia. Un mes antes habían ejecutado a Josef Ruf, otro miembro de su comunidad, guillotinado por negarse a hacer el juramento a Hitler.

Como con Cristo: una discípula traidora

Metzger escribió durante la guerra el borrador de una posible constitución futura para Alemania, que tras la guerra pudiera compensar los daños causados. Este documento quería entregarlo al arzobispo de los luteranos suecos, Erling Eidem, para que lo enviara a los líderes de las potencias aliadas.

Lo que Metzger no sabía es que su colaboradora de confianza, Dagmar Imgart, era una agente de la Gestapo. Y lo había sido desde el principio. Él pensaba que era su discípula de confianza: servicial, empática… Así le entregaba todos sus escritos y la Gestapo lo sabía todo de él. Dagmar fue a Metzger como Judas a Cristo.

Metzger fue detenido el 29 de junio de 1943 junto con su hermana Bernharda. A ella la acusaban de ayudar y asistir a los judíos.

En la cárcel, Metzger podía leer el breviario por la mañana, rezar mucho, estudiar y tomar media hora de aire fresco. A las 6 de la tarde se acostaba.

El juez más cruel del Reich

Fue juzgado por el juez más despiadado y cruel del régimen, Roland Freisler. Es el mismo que ya había hecho ejecutar a Sophie Scholl y los jóvenes cristianos de la Rosa Blanca unos meses antes, simplemente por haber repartido unos folletos criticando la guerra y a Hitler.

(Más sobre Sophie Scholl y sus compañeros cristianos en el libro La Rosa Blanca, LibrosLibres).

Freisler también hizo ejecutar a un chico de 17 años, Helmuth Hübener, un mormón que repartía panfletos antibelicistas: la víctima judicial más joven del régimen nazi. En total, dictó al menos 2.600 penas de muerte.

El juez nazi Roland Freisler hizo ejecutar a unas 2.600 personas, con gritos y humillaciones

El juez nazi Roland Freisler hizo ejecutar a unas 2.600 personas, con gritos y humillacionesBundesarchiv – CC BY-SA 3.0

El juez Freisler era famoso por sus ataques de cólera en los juicios, cuando gritaba sentencias. Se burlaba de los condenados y los humillaba e insultaba. Estos juicios eran espectáculos teatrales. Algunos los consideraban la fiesta satánica de un hombre sanguinario.

En el juicio, Metzger habló con candidez de sus temas de siempre: la paz y el amor era lo que el pueblo alemán necesitaba. El juez Freisler respondió irritado: «su mundo es incompatible con nuestro mundo, usted no tiene cabida en nuestro país», le dijo.

Desde la celda, esperando la Hermana Muerte

En total, pasó más de medio año encerrado en una celda antes de ser guillotinado: en ese tiempo escribió poemas, pensamientos y piezas musicales en letra diminuta en los espacios en blanco de su Biblia, el único libro que se le permitía tener.

En su celda, esperando el veredicto final, Metzger reflexionó sobre el Cántico de las Criaturas y la Hermana Muerte, dos temas muy franciscanos. Escribió: «Quien es consciente de que la muerte no es solo un fin sino también principio, una puerta a la verdadera vida eterna, alguien así estará cansado de la vida y saludará a las palabras ‘salve, Hermana Muerte'».

El beato sacerdote y mártir Max Josef Metzger y la prisión donde fue ejecutado con muchos más disidentes

El beato sacerdote y mártir Max Josef Metzger y la prisión donde fue ejecutado con muchos más disidentes

Desde el corredor de la muerte, cada día Metzger escuchaba los gritos de los condenados y los golpes de la guillotina y las cabezas cortadas. Normalmente un condenado solo sabía que le iban a matar apenas cuatro o cinco horas antes de la ejecución. Fue ejecutado el 17 de abril de 1944.

El juez Freisler, que le condenó, no viviría ni diez meses más que él. Murió el 3 de febrero de 1945 en un bombardeo aliado. Una columna le cayó encima. El nombre de Freisler no figura en su tumba y sus dos hijos renunciaron a usar su apellido. Se le recuerda como criminal de guerra.

Beato y mártir por la paz y la unidad

Por el contrario, la tumba de Max Joseph Metzger está en el cementerio de Meitingen y en la lápida se lee su frase : «Ofrezco mi vida por la paz del mundo y por la unidad de la Iglesia».

En 1997 fue anulada la condena del Tribunal nazi. La diócesis de Friburgo impulsó su beatificación, que llegó en 2024. Presidió la ceremonia el cardenal Koch, Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, suizo, germanohablante, que siempre valoró su dimensión ecuménica y de unidad. Metzger dijo que la paz entre cristianos era parte de la construcción de paz en el mundo.

«También nosotros vivimos en un mundo gravemente lacerado y -como él- estamos llamados a ser testigos de Cristo, también en oposición a las ideologías que proliferan en el mundo actual», exhortó el cardenal. El Papa Francisco, en el rezo del Ángelus, puso su ejemplo como fuente de consuelo para «muchos cristianos de nuestro tiempo que son discriminados a causa de su fe».

Bajo estas líneas, un vídeo de 3 minutos recoge momentos del homenaje y oración en la prisión donde fue ejecutado, 80 años después, en 2024.

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