
Dagoberto Valdés Hernández:
Estoy convencido de que, en la misma medida en que se acerca el final de esta etapa histórica, Cuba corre serios peligros de violencia, desorden, incoherencias, cambios de acera, movimientos caóticos, banalización del mal y, sobre todo, relativismo moral (todo da igual) y signos contradictorios y desconcertantes.
Es hora de aferrarse al timón de nuestras vidas personales. Es hora de fijar y mantener firme y coherentemente el rumbo de las instituciones fundamentales: la familia, la Iglesia, las demás organizaciones y espacios de la sociedad civil. Es hora de velar, más que nunca, por la coherencia de nuestros actos. Mantenernos vigilantes de nosotros mismos, de nuestras decisiones y comportamientos, con la certeza de que, como decía san Ignacio de Loyola: “En tiempos de desolación, no hacer mudanzas”. Debemos afianzar el edificio de nuestra vida sobre esa piedra angular que nos dejó santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, nada te espante, Dios no se muda”.
*Dios no se muda*
Si Dios que todo lo sabe, todo lo puede y todo lo siente, no se muda, nosotros debemos mantenernos firmes en la fe, perseverantes en la esperanza que no defrauda y activos en el amor que todo lo puede. Es muy peligroso resbalar pendiente abajo en la etapa terminal. Es necesario mantenernos firmes y en pie sobre la roca de nuestros principios, siendo fieles a nuestra escala de valores, esmerándonos en el cuidado que requiere obrar bien, obrar coherentemente.
Cuando nos dejamos distraer, manipular, instrumentalizar, entonces no solo somos infieles a nosotros mismos, a nuestro proyecto de vida, sino que podemos provocar desorientación en los demás. La responsabilidad personal es el mejor servicio a la Patria y a la Iglesia.
En estos tiempos de finales de un proyecto y gestación de otro mejor, no solo es indispensable cuidar los gestos, los signos, los mensajes que enviamos, quizá sin darnos cuenta, es absolutamente necesario que en tiempos de desolación, de tormenta e incertidumbre, seamos muy cuidadosos, muy exigentes con nosotros mismos y con los mensajes gráficos, gestuales y verbales que emitimos.
No mudarse significa que si las turbulencias arrecian, es de vida o muerte abrocharnos el cinturón para no caer, para mantenernos fijos en el asiento de la sabiduría, saboreando y compartiendo lo que somos y queremos.
Para Cuba, previsiblemente, se acercan vientos huracanados de cambio, acompañados de algunas rachas aisladas de “cambio fraude”, que en ocasiones pueden soplar en direcciones opuestas, de un lado y del otro. No perdamos el timón, la brújula y el ancla. En ello está en juego la vida de cada uno de nosotros y la vida de la nación cubana.
Actuar festinadamente ante el cambio, esperar al último momento para improvisar bajo presión y caos, no tener nada preparado, quemar etapas, confundir señales con fuegos artificiales, dejarnos engañar, otra vez, como en 1959, cuando el cambio era “verde como las palmas” es, por lo menos, imprudente, y es, por lo más, un “cambio fraude” que nos hará ver el espejismo de unas reformas y transformaciones camaleónicas y cosméticas, que nos regresarán, otra vez, a no alcanzar la libertad y la democracia que tanto anhela el pueblo de Cuba hoy.
Cada vez, con más frecuencia, surgen voces que, presintiendo la inminencia de los cambios sistémicos y estructurales, intentan reciclar la vieja ideología que ha demostrado su ineficiencia y su identidad intrínseca que va contra la naturaleza humana. Cada vez más, intentan rehabilitar otros modelos de partidos anteriores o caducos para entrar, a tiempo, en el juego democrático cuando llegue el momento, para volver, otra vez, a usar las dinámicas y métodos propios de la democracia para destruirla desde dentro.
No deberíamos volver, otra vez, a chocar con la misma piedra que, repintada con un aparejo aguado, deja ver las remendadas vetas interiores de la esencia del sistema, haciéndonos creer que falló la burocracia, que fue la aplicación concreta del modelo, que se les desvirtuó el original que era y es bueno, pero que circunstancias externas y errores internos, hicieron naufragar a un proyecto que ya había fallado desde antes del desembarco. Porque lo que falla es la esencia del sistema, no las circunstancias de su aplicación.
Debemos estar muy alertas, tener los ojos bien abiertos, aprender de la engañifa sufrida en el pasado, de lo que en vez de verde era rojo. ¿Aprenderemos de nuestra propia historia los cubanos, o volveremos, otra vez, a dejarnos engañar, manipular, adoctrinar, dañar antropológicamente, para volver a regresar a cualquiera de los modelos pasados que tanto hemos sufrido?
*Propuestas*
Ante la urgencia de los cambios que se avecinan, los cubanos debemos centrarnos en lo fundamental. En lo que constituye la esencia y la raíz de todos nuestros males. Vendrán ruidos que intentarán aturdirnos. Vendrán, al mismo tiempo, cantos reparteros de sirenas afónicas que intentarán engañarnos, envolviendo en ritmos de posmodernidad y reguetón, la misma vieja sinfonía desafinada, pero ahora proponiéndonos un “nuevo socialismo” que no lo es porque no ha cambiado en su esencia, sino que solo se aspira a “reformarlo” para seguir encantando a ingenuos y entusiasmando a desinformados. Por otro lado, vendrán también, al mismo tiempo, la tentación y la propuesta de usar los mismos métodos de la violencia y el paredón para volver, otra vez, a continuar la espiral de la venganza, del odio y de la muerte para, con otro signo político, regresarnos a lo peor de nuestra historia patria.
Cuba solo será nueva de verdad, si desde ahora y para siempre, rechazamos y desterramos los dos tumores primarios, cuyas metástasis han desangrado a nuestra nación. Por un lado, la ideología comunista, marxista-leninista como origen irreformable de nuestro desastre nacional porque va contra la naturaleza humana. Y, el otro tumor que tenemos que extirpar, desde ahora y para siempre, en Cuba es: el odio de clases, la violencia como método y la pena de muerte como solución final para un ser humano.
No se trata de prohibir un tipo de partido lo que podría lesionar la democracia, porque ¿quien y cómo se define cuál partido se prescribe en estos tiempos en que detrás de cualquier nombre se puede esconder la misma ideología? Se debería asumir como precepto constitucional la necesidad de analizar los programas y los métodos de todos los partidos por igual, con la advertencia de que, si en la práctica se cambiaran o se negaran esos programas o esos métodos pacíficos, por esas mismas causas serían abolidos ante los tribunales electorales independientes o ante un Tribunal Constitucional.
Se trata de excluir del juego democrático a aquellas ideologías que, en su programa o en sus métodos, se proponen promover el odio de clases, la eliminación y exclusión de cubanos por no seguir una ideología y, por último, creo que debería proscribirse toda agrupación política que tenga como programa penetrar las instituciones democráticas, minarlas, coparlas, para destruir desde dentro, con ese dominio excluyente y hegemónico, la misma democracia que les abrió espacio en su propio juego. Es la trampa que estamos viendo a día de hoy en diferentes latitudes.
Por otro lado, se trata de abolir, al mismo tiempo, y para siempre, la pena de muerte y todos los métodos violentos que promuevan la confrontación entre cubanos por razones ideológicas, políticas, sociales, religiosas o culturales, o de cualquier otra causa que elimine o proscriba al diferente.
Para todo lo anterior, para evitar las decisiones, signos y mensajes desorientados que mezclen y confundan la nación con un partido, lo religioso con lo civil, lo cultural con lo político, lo autóctono con lo foráneo, el viejo sistema con los nuevos envoltorios, para no regresar a ninguno de estos pasados creyendo que avanzamos hacia el futuro, es necesario ejercitarnos en, por lo menos, tres actitudes fundamentales: discernimiento ético, prudencia política y firmeza en los principios y en la propia identidad.
– *Discernimiento* de lo que significa para nosotros, para nuestra Iglesia y para nuestra Patria, todas y cada una de las decisiones, obras y palabras, que pronunciamos o realicemos. La verdad, eterna e inmutable, de lo que es bueno, justo y humano no debe, ni necesita, acomodarse a una circunstancia política por mucho sacrificio y martirio que traiga consigo esa fidelidad a Dios, a la Iglesia, a la Verdad, a la Bondad, a la Justicia y a la plena dignidad de la persona humana. Sin discernimiento cunde la confusión, la incoherencia y el relativismo moral. El mensaje de nuestros Obispos por este año jubilar 2025 constituye una excelente guía para un discernimiento ético para Cuba.
– *Prudencia:* la virtud de la prudencia no se debe identificar con el miedo. Se necesita ser valiente para ser prudente. Lograr el equilibrio y el justo medio de las cosas supone la valentía de superar el “no llegar” por el miedo y el acomodo, al mismo tiempo que se necesita coraje y dominio de sí para “no pasarse” resbalando por la pendiente del desorden moral, la insensatez, la violencia y el irrespeto por el otro.
– *Firmeza* no es fanatismo, es fidelidad. Hecho el debido discernimiento y tomada la decisión más prudente, faltaría ser fieles a los principios, a los valores y a las decisiones tomadas con este método. Es necesario ser perseverante, no hacer mudanzas en tiempos de sismos políticos. Es necesario ser fiel tanto a los contenidos éticos como a los métodos no violentos, pacíficos, justos y humanos.
De todas formas la verdad debe ir, siempre e inseparablemente unida a la caridad, al amor fraterno que, con la debida justicia independiente, perdona y deja espacio suficiente a la rectificación. No es a la persona a la que se debe eliminar, son sus hechos los que se evalúan. Siempre intentando salvar a toda persona de buena voluntad. Todos cometemos errores y todos debemos tener oportunidad y acompañamiento para rectificarlos.
En resumen:
La prudencia política para discernir con firmeza y perseverancia lo mejor para uno, para los demás, para la Iglesia y para Cuba, es el proyecto que más se pudiera acercar a las esencias fundacionales de Varela y de Martí.-
18 agosto 2025