Opinión

Así terminan los populismos de izquierda en América Latina

Don Quijote pudo haber escrito el prólogo del fin de los populismos cuando reveló a Sancho: ”Todas estas borrascas son señales de que ha de serenar el tiempo. Habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca”

Macky Arenas:

El escritor y analista político francés Jean-François Revel, en su libro “Cómo terminan las democracias (1983)” realiza una descripción técnica de los mecanismos de desarrollo del totalitarismo comunista y las democracias.

Para Revel “una de las grandes tragedias de nuestro tiempo es la identificación de los ideales de la izquierda con el comunismo. Hasta ahora es difícil denunciar el imperialismo soviético o de China sin ser clasificado de derechas. Si el comunismo es la izquierda yo acepto ser de derechas”. Un discurso que, ciertamente, no entra en la calificación de políticamente correcto.

En nuestros días, el planteo populista, navegando entre la demagogia política y la más absoluta ineficiencia económica sazonados con autoritarismo y barnizados de izquierda, alejan esa seducción.

Fórmulas de trasfondo comunista y autoritarismos con antifaz democrático, vienen derribando la fila de castillos de naipes en clave de gobiernos. Semejantes experiencias fracasan tarde o temprano en una América Latina que parece curada de espantos.

El populismo parece entrar en declive cuando van saliendo los gobiernos que se ampararon en el descrédito de la derecha tomando el poder por la fuerza.  Lo moderno es entrar por la vía electoral y quedarse gobernando desde una legalidad “pret-a-porter”.

Los populismos acaban por una combinación de promesas incumplidas, clientelismo voraz y corrupción indetenible….y represión. Y ese fin lo marca, sin la menor duda, la negativa a realizar elecciones o la opción de realizarlas en medio de fraudes y triquiñuelas, todo con el fin de permanecer bajo el manto protector del poder.  Concentran inmenso poder y luego, con igualmente inmensa torpeza, lo botan como papel viejo y se juegan cara o cruz a Rosalinda. Y pierden. Por eso es que caen por su propio peso. Para su descrédito.

Kirschner, Rousseff, Correa y ahora Evo han experimentado la inevitable rodada- y hasta Venezuela -que se aferra a las ramas bajas para sostenerse- son ejemplos patentes del descrédito de un populismo que intenta mantener la nariz fuera del agua.

En el pasado, Zelaya en Honduras agotó las transgresiones y terminó destituido. Ciertos resortes funcionan.

En Venezuela, el ministro de la Defensa acudía a la descalificación de Almagro. En una ocasión (vía Twitter )solicitó al secretario de la OEA  presentar su renuncia. Y hoy, si ya no está en el cargo, escogen un «adversario designado» ante el que blandir la espada. En la misma línea están las siempre virulentas y nunca muy diplomáticas reacciones del resto de los voceros del gobierno venezolano.

Ante la ese mismo organismo, voceros latinoamericanos han señalado, con ocasión y sin ella, que parte del conflicto venezolano se debe al irrespeto de la Constitución y a la negativa de elecciones.  Por su parte, invariablemente, el gobierno venezolano refuta: “Venezuela no reconoce resolución de OEA por ser acto ilegal”, tal cual si se tratara del Ejecutivo desconociendo al Legislativo en el propio patio.

Son los mecanismos populistas en acción.  Pero la tentación siempre acecha. Otro caso, con bemoles distintos, se presentó en Paraguay. La crisis política  surgió cuando, en contra de lo indicado por la Constitución, el Senado dio vía libre a la reelección del presidente.

Antes de que las  cosas pasaran a mayores y seguramente contemplando la vitrina venezolana, Horacio Cartes aceptó llamar a formar una mesa de diálogo «como un espacio de reflexión y buscando acuerdos de bien común, dentro del marco institucional y por encima de intereses sectarios».

También propuso integrar a dicha mesa de diálogo a un representante de la Conferencia Episcopal Paraguaya la cual, ante el ofrecimiento, confirmó inmediatamente que estaría presente en la mesa de diálogo para solucionar la crisis política.

En un comunicado, los obispos expresaron en aquél momento: “Disponiéndonos a acompañar este camino, exhortamos a todos los actores a buscar, del mejor modo posible, lo que más conviene para nuestro pueblo, como dice el Papa, sin cansarse, evitando toda violencia”.

El fin de todo populismo comienza, pues, con la arbitrariedad, cuando suprimen la vigencia de  los principios sobre los cuales se asienta la democracia: “Le pouvoir arrête le pouvoir” (el poder frena el poder) decía Montesquieu en su obra “L’Esprit de Lois ” (El espíritu de las leyes); o el Check and Balance” de los anglosajones  el cual  refiere a la relación que debe existir  entre los Poderes cuyo objetivo es impedir que alguno de ellos abuse de sus facultades.

Don Quijote pudo haber escrito el prólogo del fin de los populismos cuando reveló a Sancho: *”Todas estas borrascas son señales de que ha de serenar el tiempo. Habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca”.-

Aleteia.org

Actualizado al 22-08-2025

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