Trabajos especiales

Los Teques en la voz de Jean Aristeguieta

Cielo y fervor de Los Teques, cielo y fervor de Venezuela, cielo y fervor de la historia y la poesía

Horacio Biord Castillo:

Los Teques, capital del estado Miranda desde 1927, es una ciudad enclavada en montañas y lleva por nombre el etnónimo de los indígenas que la habitaban al inicio de la conquista en el siglo XVI.

Con una latitud media de 1200 m.s.n.m. tiene un clima agradable, hermosos paisajes circundantes, un ritmo tranquilo y habitantes de carácter afable. El impacto del proceso de urbanización ha sido considerable y Los Teques ha ido cambiando de manera no solo acelerada, sino desordenada, como los otros centros poblados de Los Altos.

La construcción en 1955 de la carretera Panamericana, que conectó la región con Caracas, la capital de la República, generó una transformación urbana considerable. Hasta ese momento, Los Teques se comunicaba con Caracas a través de la hoy llamada Carretera Vieja, que desde Las Adjuntas sube a la capital mirandina, y mediante el tren que hacía de los traslados una experiencia agradable y sencilla.

Siguiendo un viejo uso de origen colonial de comparar las realidades americanas con otras europeas, a Los Teques se le llamó la “Suiza de Venezuela” por su clima y su ambiente bucólico, propicio para temperar allí y sanarse de dolencias respiratorios, especialmente durante las primeras décadas del siglo XX, cuando la tuberculosis cobró tantas víctimas.

Convertida en capital del estado Miranda en 1927, Los Teques conservó un hermoso aire de pueblo grande. Una evocación poética de la ciudad, hecha por Jean Aristeguieta veinticinco años de esa capitalidad e incluida en su libro Paisajes venezolanos (Caracas, Ediciones Lírica Hispánica, 1954), nos deja unas pinceladas tequeñas de gran belleza y profundidad histórica y etnográfica:

“Los Teques evoca plumas de tribus indómitas, tambores de ritmo elemental y flores anhelantes. El símbolo de Guaicaipuro rodea de altivez a este recinto que orlan las nieblas y los pinares: Guaicaipuro, el más Bravo de nuestros caciques, el eje de la resistencia, el grito de libertad de los aborígenes. Este guerrero se batía igual que un rayo. Con la lanza española que conquistó [la espada de Juan Rodríguez Suárez], era el primer arranque de valor y el último en retirarse de la batalla, hasta que en medio de las llamas murió luchando por la dignidad, por el cuerpo sagrado de lo que hoy es Venezuela” (p. 69).

La voz poética de Jean Aristeguieta registra su emoción: “Y veo a Los Teques cual un vitral con dibujos de santos y arpas, con anones y nardos, con rizos guardados en un libro de poemas” (p. 70). Esas palabras recuerdan tantas evocaciones de la ciudad como las voces femeninas de Trina Larralde, Carmencita Mannarino y Rosalina García de Jiménez, la prosa poética de Lucas Guillermo Castillo Lara, los relatos del Morocho Caputo y los testimonios orales de tantas personas sobre la ciudad y su gente.

Jean Aristeguieta afirma con convicción y arrebato: “Creo en Los Teques con su cintura de fruta madura, con su pasado de indios indomables, con su contribución agrícola para el progreso de nuestro caudal” (p. 71).

La poetisa señala: “Yo veo a Los Teques como si fuera una estación de dulzura. Si estuviera en mi poder le donaría una estatua de porvenir para que saludara a la entrada del lugar. Sería la encarnación de la patria: con la cabeza en alto, aérea y recia a un tiempo. También le ofrecería una docena de fuentes públicas con figuras típicas: el sembrador, la muchacha lavandera, el campesino en su borrico, el niño con el “cuatro”, la vendedora de tejidos, y así sucesivamente” (p. 71). Esas palabras reflejan el carácter bucólico de la ciudad en una Venezuela aún rural que empezaba a transformarse.

Es curioso que un hermoso conjunto escultórico hoy da la bienvenida a Los Teques por el flanco sur de la ciudad, por la vía que lo comunica con los Valles de Aragua y el resto del país. Se trata de un homenaje a los jefes indios que, en la segunda mitad del siglo XVI, junto a Guaicaipuro, se opusieron al avance conquistador. Simbólicamente, el pasado, los orígenes indígenas, lo indio como una aunque no única expresión de lo auténtico venezolano, enarbola las banderas del presente y del futuro, un porvenir libre de toda opresión, tanto interna como externa.

Consciente de las necesidades del país, Jean Aristeguieta añade: “Estoy segura que significaría una lección de vitalidad. (Venezuela está tan urgida de obras de arte como de agricultura y de industrialización [/] Dimensión tequeña: yo te idealizo con tus garbancillos y con tus “flores de pasión”, con tus calles empinadas y con tus racimos de cambur, te exalto porque llevo en mi signo el frenesí de la Poesía” (p. 71).

Hoy, como ayer, Venezuela necesita mejorar y diversificar su economía, elevar la calidad de vida de sus habitantes, superar la pobreza, todas las formas de marginalidad, exclusión y discriminación, incluso de racismo. Pero, e incluso para alcanzar esas metas, también necesita el arte, la poesía, la belleza de las creaciones sin estar sometidas a ideologías y proyectos hegemónicos.

Con la poetisa guayanesa, digamos: “Voy a tu lado, región de Guaicaipuro, voy orgullosa de sentirme hija venezolana, cantora de Venezuela, patriota sin escrúpulos de secta. Tomo la raíz de tus costumbres, elogio tus viejos de alpargata, tus mujeres de vestidos floreados y cintas en la cabeza, me siento feliz dándote la bandera de mi canto que es mi propio corazón” (p. 71). ¡!Cuánto se necesita darle la bandera de la poesía también al viejo de alpargatas, a las mujeres de vestidos llamativos, a los que con frecuencia sienten que no tienen voz, a los que la tienen, pero a medias, porque se la condicionan otros intereses.

Jean nos presta sus palabras para decir. “Te rodeo con orlas de entusiasmo, con palpitaciones de fe, con latidos que incendia la lealtad. Aquí te ofrezco esta entonación que se eleva al cielo del fervor” (p. 71). Cielo y fervor de Los Teques, cielo y fervor de Venezuela, cielo y fervor de la historia y la poesía.-

Publicado en El Nacional. Caracas, viernes 22 de agosto, 2025

URL: https://www.elnacional.com/2025/08/los-teques-en-la-voz-de-jean-aristeguieta/

Horacio Biord Castillo

Escritor, investigador y profesor universitario

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