El calzado del apresto del evangelio de la paz

Rosalía Moros de Borregales:
En la carta a los Efesios, el apóstol Pablo invita a los creyentes a vestirse con toda la armadura de Dios para poder estar firmes frente a las asechanzas del enemigo.Cada pieza representa un simbolismo profundo y tiene un significado. Después de hablarnos del cinturón de la verdad y de la coraza de justicia, Pablo nos insta a: “calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz” (Efesios 6:15). La palabra evangelio proviene del griego euangélion, compuesta por dos raíces: Primero, “eu” que significa bien y bueno. Segundo, “ángelos” que significa mensajero y anuncio. Además, la palabra apresto que proviene del griego hetoimasía que significa preparar, poner a punto. Implica tanto el acto de estar preparado, equipado, instruido como el estado de ánimo de actuar.
De esta manera, cuando el apóstol Pablo nos instruye a calzarnos con el apresto del evangelio de la paz nos está llamando a vivir con el ánimo dispuesto, preparados, equipados con el mensaje de nuestro Señor Jesucristo, sus enseñanzas, su amor y, sobre todo, el anuncio de su salvación, de su sacrificio en la cruz por todos. Así, el alma del ser humano que escuche este anuncio y lo acepte, hallará la paz de su alma; la paz que proviene del encuentro con su Hacedor. Los creyentes debemos estar preparados en el conocimiento del evangelio para vivir conforme a su llamado y anunciarlo a nuestro prójimo a fin de llevar la paz de Cristo en toda circunstancia. Es un estado de disposición activa y vigilante.
El calzado en el contexto bíblico
El soldado romano utilizaba sandalias reforzadas con clavos de hierro en la suela, lo que les permitía mantenerse firmes en el terreno y marchar largas distancias. En medio de la batalla, no tener un buen calzado significaba desventaja, vulnerabilidad y tropiezo. El cristiano, en esta metáfora, está llamado a caminar con los pies firmes, sostenidos por la seguridad del evangelio de Cristo. No se trata de un caminar cualquiera, sino de la disposición interior de estar listos para anunciar la paz de Dios en todo lugar. El profeta Isaías lo declaró siglos antes: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz!” (Isaías 52:7). Y Pablo hablando de la necesidad de dar a conocer a Cristo a toda la humanidad, lo retomó en su carta a los Romanos 10:15 “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Una vez más, estos versículos nos recuerdan que la misión del creyente es llevar la paz de Cristo al mundo entero. En términos espirituales, significa que la paz de Cristo no se guarda solo para uno mismo. Al ser portadores de ella, debemos estar siempre dispuestos a guiar a otros a encontrarse con Cristo.
Jesús, el Príncipe de paz
Isaías profetizó sobre Jesús diciendo: “Y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6). Jesús no solo habló de la paz; Él mismo es la paz. Su ministerio fue un constante caminar entre pueblos y aldeas, llevando sanidad a los enfermos, libertad a los cautivos y reconciliación a los corazones quebrantados. Esta reconciliación con nuestro Creador se traduce en una vida de libertad espiritual. En Colosenses 1:20 Pablo declara que Jesús hizo la paz mediante la sangre de su cruz y en ella nos reconcilió con el Padre. La paz que Cristo ofrece no se trata de ausencia de conflictos. Por el contrario, se trata de vivir confiadamente en cualquier circunstancia; con la certeza que nuestras vidas están en las amorosas manos de Dios.
La paz que sobrepasa todo entendimiento
Quien escribe estas palabras conoce la realidad de la angustia. En distintas etapas de mi vida he experimentado momentos de desasosiego y profunda ansiedad. No obstante, ha sido en la oración, al buscar a Dios de todo corazón, cuando he descubierto lo que nos afirma el apóstol en Filipenses 4:7: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Es una paz inexplicable, es un sentimiento de certeza, de seguridad que nos permite estar tranquilos, en calma, aún cuando a nuestro alrededor haya un caos. Es comprobar la integridad e indemnidad de nuestro espíritu aunque el dolor nos atraviese el alma. Es llorar sintiendo el consuelo, la mano suave que nos enjuga las lágrimas, el abrazo caluroso que nos sustenta. Es saber que nuestras vidas no dependen de las circunstancias, ni de otras personas sino que dependemos absolutamente de Dios. Cuando hemos experimentado esta paz, entonces podemos llevarla, transmitirla en nuestro caminar cada día.
Hacedores de paz
Jesús dijo en el sermón del monte: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9). No se trata de una paz pasiva, sino activa. Es la paz que se construye, que se ofrece y que se lleva allí donde reina la división, el odio y el miedo. El calzado del evangelio de la paz nos recuerda que estamos llamados a ser hacedores de paz. Allí donde vayamos, en la familia, en la iglesia, en el trabajo o en medio de la sociedad, somos enviados a sembrar reconciliación.
Las virtudes y los errores humanos son conceptos abstractos, pero perfectamente reconocibles en actitudes. Aunque la paz no tiene forma, más allá de la representación de ella en forma de paloma blanca, la postura del cuerpo, el tono de la voz, la calidad de las palabras que salen de nuestra boca, el movimiento de nuestras manos y nuestra mirada expresarán la paz que atesoramos en nuestro corazón.
Aplicación práctica
Vestirse con el calzado del evangelio de la paz implica tres realidades. En primer lugar, implica estabilidad; lo cual implica permanecer firmes frente a la prueba, sin dejarnos arrastrar por la desesperanza. Sobre nuestros pies que están firmes y seguros sobre el evangelio de nuestra salvación. En segundo lugar, hablamos de disponibilidad; la cual se traduce en estar siempre listos para compartir las buenas nuevas de Cristo. Y, por último, nos resalta la misión ineludible de todo cristiano: caminar con pasos decididos hacia donde Dios nos envíe, llevando la paz que primero hemos recibido.
El evangelio nos invita a caminar, no a quedarnos quietos. Los pies calzados con la paz de Cristo nos impulsan a avanzar hacia un mundo herido, para proclamar que en Cristo hay reconciliación, vida y paz. El calzado del evangelio de la paz nos recuerda que la vida cristiana es un peregrinaje: paso tras paso, sembramos esperanza y paz. Y al hacerlo, revelamos al mundo que Cristo vive en nosotros. Porque solo quien ha experimentado la paz de Dios es capaz de llevar paz a donde el Señor lo envíe.-
Rosalía Moros de Borregales
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