Cultura Católica

Globalización: ¿buena o mala? La luz de la Doctrina Social

En la actualidad nadie está al margen del fenómeno de la globalización. Todos “respiramos” el aire de la globalización que se cuela en la vida ordinaria hasta las últimas células de la vida personal, familiar y social. ¿Qué enseña la Doctrina Social de la Iglesia a este respecto?

La globalización, en tanto fenómeno de carácter mundial, nos implica a todos en esa corriente impetuosa por la que nos vamos integrando en un todo-global que constituye una nueva cultura o identidad común. La presencia de este fenómeno la podemos apreciar en la vida cotidiana. La evidencia más tangible es la globalización comercial y tecnológica por la que disponemos de cualquier producto, producido en cualquier parte del mundo, con un simple clic en la app correspondiente, hasta la puerta de nuestro hogar en un tiempo récord.

Aquí va implicada, también, la globalización financiera que nos lleva a pagar en moneda local, en una tienda on line de otro país, aunque el producto esté fabricado y nos sea enviado desde un tercer país, ubicado exactamente al otro lado del mundo. Y qué decir de la globalización informativa que nos permite tener noticias en tiempo real desde cualquier parte del mundo, en cualquier idioma, y sobre cualquier tema. Ya no se diga la integración y comunicación entre personas gracias a las redes sociales y apps de comunicación y socialización.

Como se puede ver, nadie puede decir, refiriéndose a la globalización, “de esta agua no beberé”, pues todos participamos de ella, aunque en diferente medida y de diferente manera.

¿Buena o mala?

La globalización, en sí misma, no es buena ni mala. No se le puede dar una valoración moral en tanto que es instrumento.

“(…) Si es cierto que la globalización, a priori, no es ni buena ni mala en sí misma, sino que depende del uso que el hombre hace de ella, debe afirmarse que es necesaria una globalización de la tutela, de los derechos mínimos esenciales y de la equidad”

Grandes ventajas y posibilidades

La globalización es un camino sin retorno. Sería ingenuo e imposible oponerse a ella. Es preferible pensar qué hacer con ella, que ingenuamente pretender evitarla. ¿Qué ventajas se obtienen? ¡Muchas! en lo referente a la prosperidad, el confort y el desarrollo. Pero estas ventajas no pueden concebirse como absolutas o fin último puesto que la globalización está al servicio del hombre –de todo el hombre–, no al revés:

“(…) la universalidad es una dimensión del hombre, no de las cosas. La técnica podrá ser la causa instrumental de la globalización, pero la universalidad de la familia humana es su causa última”

(CDSI, n. 322).

Graves riesgos

Pero también la globalización ofrece graves riesgos ya que tiende a estandarizar culturas; a aplanar cualquiera de los valores y tradiciones de un país. Su apellido es la “cultura woke”. La Iglesia no es ignorante de ello, por eso ha sido enfática al afirmar:

“La globalización no debe ser un nuevo tipo de colonialismo. Debe respetar la diversidad de las culturas que, en el ámbito de la armonía universal de los pueblos, constituyen las claves de interpretación de la vida. En particular, no tiene que despojar a los pobres de lo que es más valioso para ellos, incluidas sus creencias y prácticas religiosas, puesto que las convicciones religiosas auténticas son la manifestación más clara de la libertad humana”.

¡Hay que globalizar más!

El ser humano no es simple materia a la que podemos dar confort; sino también espíritu trascendente, al que debemos dignificar con altos valores acordes a esa inagotable dignidad que nos da el haber sido creados por Dios Padre, con infinito amor, a su imagen y semejanza; redimidos con infinito amor al precio de la Sangre de Dios Hijo; y animados amorosamente por Dios Espíritu Santo. Por ello es necesario mirar por encima de la globalización material antes reseñada, para abrirnos a una globalización acorde con la dignidad humana. En este sentido, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia señala que la globalización “tiene un significado más amplio y más profundo que el simplemente económico, porque en la historia se ha abierto una nueva época, que atañe al destino de la humanidad” (n. 16).

En efecto, es necesario apostar y trabajar por globalizar:

  • Los valores humanos, principalmente la solidaridad, la justicia, la paz y la verdadera democracia.
  • Las virtudes, principalmente la caridad.
  • Los derechos humanos, principalmente el de la vida, desde la concepción hasta la muerte, pugnando por que esta última sea natural; la educación, conforme a los valores familiares; la migración, de manera legal y solidaria; la expresión, sin cortapisas; el trabajo, digno; el credo, sin odios.

En pocas palabras es imprescindible globalizar la Doctrina Social de la Iglesia. Solo con ella es posible hablar de una globalización acorde con la dignidad humana.-

Luis Carlos Frías – publicado el 04/09/25-Aleteia.org

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