La república en armas
Esa categoría de la República en Armas no existe en la ciencia política ni en la ciencia jurídica

César Pérez Vivas:
El usurpador Nicolás Maduro ha creado una nueva categoría en la teoría política: “La República en Armas”. En su desespero por justificar su intención de enfrentar con violencia a la mayoría ciudadana que lo rechaza, apela a una expresión usada en los tiempos de la independencia cubana, durante la Guerra de los Diez Años contra España, en 1869.
El lunes 3 de septiembre de 2025, Nicolás Maduro anunció en una rueda de prensa la declaración de UNA REPÚBLICA EN ARMAS: “El afirmó este lunes que declararía constitucionalmente una ‘república en armas’ si el país fuera agredido por las fuerzas militares que el gobierno de Estados Unidos ha desplegado en el Caribe”
La frase revela la influencia de los cursos de formación recibidos por Maduro en la escuela comunista cubana, en los años de su juventud, cuando sectores de la izquierda violenta venezolana eran enviados a La Habana para ser ideologizados en las obsoletas teorías del marxismo-leninismo.
Por supuesto, en la ciencia política no existe una categoría epistemológica llamada “República en Armas”. No está formulando el dictador una solución a la tragedia nacional, ni mucho menos una respuesta a la exigencia del gobierno de los Estados Unidos de someterlo a sus tribunales por las graves acusaciones que pesan sobre su persona. Tampoco representa una alternativa frente a la crisis de gobernabilidad que su deriva hacia el autoritarismo y el crimen organizado ha generado en nuestro país.
Maduro y su camarilla hace rato que no gobiernan. Están atrincherados en los espacios del poder porque su control les permitió establecer, en paralelo al Estado, una estructura delincuencial armada para favorecer sus negocios sucios y atacar toda manifestación de disidencia, protesta o rebelión en la sociedad. La concepción original de Hugo Chávez de una Venezuela “antiimperialista”, “socialista”, “bolivariana” y “antioligárquica” no fue más que la excusa para instalar un poder prolongado y absoluto, para lo cual les resultó permisible traficar con drogas, materiales estratégicos y minerales.
Maduro, como buen alumno del difunto comandante, perfeccionó el modelo y consolidó las alianzas con las guerrillas colombianas —cuya actividad fundamental es el narcotráfico— y con grupos terroristas del mundo islámico. Ese cuadro explica el diseño y la ejecución de los fraudes electorales. Permanecer en el poder a toda costa se convirtió en una obsesión.
Lamentablemente, las instituciones de la comunidad internacional carecen de capacidad operativa y de voluntad política para frenar y revertir procesos disolventes como el que hemos padecido los venezolanos. En el futuro inmediato debemos asumir una intensa labor de ingeniería institucional internacional, para detectar y detener a tiempo este tipo de procesos degenerativos de la democracia y la legalidad dentro de los Estados, por parte de gobiernos forajidos que logran acceder al control del poder.
Como señalé al inicio, esa categoría de la República en Armas no existe en la ciencia política ni en la ciencia jurídica, aunque el dictador insista en que “declararía constitucionalmente” tal figura. La idea volvió a ser repetida el viernes 5 de septiembre, cuando expresó: “Venezuela está todavía en la fase de lucha no armada, que es una fase política, comunicacional, institucional, pero si fuera agredida, de alguna forma, pasaría a una etapa de lucha armada, planificada, organizada, de todo el pueblo contra la agresión, sea local, regional o nacional”.
En la mente del dictador está desde hace tiempo la idea de la guerra que le inocularon en Cuba y que reforzó Hugo Chávez con su afirmación de que esta era “una revolución pacífica, pero armada”. ¿Contra quién es esa guerra? No será contra Estados Unidos. Esa guerra, la que tiene en mente Maduro, es contra quienes le hemos hecho frente en la sociedad. Es contra la mayoría de ciudadanos que decidieron con su voto expulsarlo del poder el 28 de julio de 2024, buscando frenar un desbordamiento de las masas desesperadas y depauperadas, en medio de las acciones militares en desarrollo en el Caribe. Maduro sabe que no habrá guerra con Estados Unidos, aunque es posible que ese país busque su captura por los delitos cometidos.
Ni él ni su entorno están en capacidad de enfrentar a la primera potencia militar del mundo, que ha solicitado su captura y que ahora mismo tiene desplegada una operación contra su actividad criminal en las aguas del Caribe. Eso lo reconoció claramente Vladimir Padrino López, ministro de Defensa, al afirmar: “La presencia de buques de guerra resulta desproporcionada para enfrentar el tráfico de drogas, comparándola con un uso excesivo de recursos militares. Eso es como si yo agarro la artillería estratégica mía, que tiene cohetes, granadas y buques, para aniquilar una banda de roba-carros de ocho personas”.
Conscientes como están de esa situación, buscan evitar que la sociedad venezolana se movilice para exigir su salida y la de su camarilla, de modo que nuestro país pueda recuperar la institucionalidad e iniciar la reconstrucción espiritual y material.
La “República en Armas” no existirá. Lo que Maduro plantea, en primera instancia, es usar las armas contra la población y, una vez fuera del poder, impulsar el desplazamiento de su cartel hacia la lucha armada. Para ello cuenta con más de 28.000 hombres armados, entre ellos cuadros del ELN, colectivos urbanos y grupos terroristas del Medio Oriente.
Estoy convencido de que la sociedad venezolana cuenta con los recursos humanos para enfrentar esa “guerra de guerrillas” con la que nos amenaza el dictador. La democracia por venir tendrá el carácter y la fuerza necesarios para someter a esos grupos armados al margen de la ley, y logrará una paz duradera que permitirá la reunificación de la nación y la construcción de una sociedad moderna, con altos niveles de bienestar y justicia.-
Lunes 8 de septiembre de 2025