Trabajos especiales

La inclinación agustiniana en Mario Briceño Iragorry

Briceño-Iragorry precisa tres moldes que definen a San Agustín como santo, sabio y héroe

Libertad León González/Revista Andina:

 

Cuando el hombre tocado de la gracia abre sus ojos interiores

 y quiere tornar en azucenas de virtud las rosas malsanas

 que el mundo le ha ayudado a cultivar,

tiene por fuerza que convertirse en verdugo de sí mismo

 para abonar con su propia sangre

 la tierra en que reventarán las nuevas flores.

 

Mario Briceño Iragorry

 

Para el cristiano, (…) Ha sido en la historia donde el hombre ha caído y, en la historia donde ha sido redimido, es en la historia, progresivamente, donde crece y se desarrolla el cuerpo de Cristo sobre la tierra, y donde se despliega el plan de Dios.

 

Frederick Copleston

 

Los encuentros dialógicos, en presencia de los interlocutores, poseen un valor agregado cuando involucran la reflexión de las ideas de grandes pensadores. En esta oportunidad propiciamos el diálogo alrededor de un ilustre pensador trujillano de amplitud universal, Mario Briceño-Iragorry. Estudiar su obra representa, en primer término, una invitación y un compromiso de amor a la patria, adheridos al conocimiento de la Historia. Destacamos, además, la figura de Don Mario como símbolo de la identidad de reconocidas instituciones universitarias del país y de nuestro estado (IUTEMBI, UPTTMBI). La Cátedra Libre del Ateneo de Valera cumple en su misión dialógica un trabajo sostenido de lecturas interpretativas alrededor del legado de Don Mario, difundidas con absoluta generosidad en las páginas del Diario de Los Andes, en los medios radiales y digitales, como Radio Tiempo, 91.5 FMPalpitar TrujillanoSiguencontacto, Decibel, 88.7 FM, Radio ULA 97.9 FM; también contamos con el solidario apoyo brindado por instituciones como el TNJ, para puestas de escena teatrales, en auditorios locales y vecinos, además, del compromiso y soporte sostenido de las universidades y las instituciones educativas del nivel medio.

 

En los sitios virtuales y en las redes sociales, el diálogo, “en presencia” se diluye, se desvirtúa, se desaprovecha, se obvia o se olvida con recurrente frecuencia. Hoy, 15 de septiembre, en el marco de la conmemoración de los 128 años del natalicio de Don Mario Briceño-Iragorry, creo necesario, sugerir, de nuevo, la lectura de la obra briceñiana. Rescato del chat de WhatsApp de la Cátedra, en el que convergen lectores iniciados y versados alrededor de la Historia y de la obra del gran maestro. Sirva de estímulo, la muy oportuna afirmación del Dr. Raúl Díaz Castañeda, realizada en ese espacio virtual hace un par de años:

Cuando se lee sosegadamente a Mario Briceño-Iragorry, es posible deducir que para él la Historia es una continuidad que no da saltos inexplicables, que el presente no se puede desvincular del pasado, que como dice Jorge Luis Borges, en Oda escrita en 1966, nosotros hoy somos el pasado de alguien que todavía no ha nacido, “porque la patria es un acto perpetuo”, y, al mismo tiempo, juzgar ese pasado con los criterios que le fueron propios y no los de nuestra época. (Raúl Díaz Castañeda, sábado, 29 de julio de 2023).

 

En esta fundamentada afirmación del Dr. Díaz Castañeda, inferimos la importancia que tiene, en cualquiera ciudadano, reconocerse como individuo social que percibe el acontecer de los hechos históricos, con mayor o menor conciencia de un auténtico historiador. Interrogarse acerca de los cambios históricos es un ejercicio libre del pensamiento y forma parte del compromiso y la conciencia de todo ciudadano que ame a su país. Revisar la obra del gran maestro, Mario Briceño-Iragorry, siempre será un aporte, para las ya avanzadas y nuevas generaciones, sopesar su contribución en los diferentes roles de su desempeño social como padre de familia, abogado, diplomático, historiador y político, en las que fijó posición crítica y propició acciones ante las circunstancias que lo rodearon. San Agustín consideraba que las acciones son producto del conocimiento y la contemplación fruto de la sabiduría. De tal modo que, la vida de Don Mario, muestra un compromiso persistente con la patria en el estudio de sus orígenes hispanos, los períodos de Conquista y Colonización, el presente y el futuro de la República, los proclives avances y retrocesos en el pasado, el presente y el futuro de la nación y su pueblo, éste último factor, ineludible en su discurso.

En esta ocasión, del momento histórico y espiritual cercano a la fecha de la canonización del Dr. José Gregorio Hernández, en el que se involucra a cada venezolano creyente del catolicismo, he de referirme a la imperturbable fe y praxis cristiana de Don Mario, en uno de sus discursos, Elogio a San Agustín (1930). Veamos.

Elogio a San Agustín fue la conferencia dictada por Mario Briceño-Iragorry ante altos representantes de la iglesia católica, con motivo de la conmemoración del décimo quinto centenario de la muerte del Santo de Hipona. Significa, además del reconocimiento a su persona para sentirse favorecido de tal compromiso y distinción; también sea razonable, teniendo muy presente la dimensión cristiana de su humanidad, encontrar en su disertación, palabras que expresan sus convicciones en la valoración de la existencia de San Agustín para la vida de todo cristiano. Ambas consideraciones nos remiten a la noción de inclinación kantiana como deber o como tendencia espiritual, hacia la realización de los valores, así concebida por Jaspers, son expresiones del compromiso moral y ético en la escritura de Mario Briceño-Iragorry.

En su discurso Don Mario refiere las diferentes etapas y dificultades en la existencia de San Agustín, las que conducirán al santo a reconocer sus errores, en una vida de equivocaciones, de búsquedas desorientadas y ambiciones. Señala, el gran maestro trujillano y universal, mayor mérito en la vida de los santos y los sabios que pasan por infinidad de pruebas que los desvían del camino de la santidad. Para lo cual afirma: “hay necesidad de buscarlos en lo íntimo de sus espíritus y en las huellas de sus ideas dispersas y profundas.”

Y en ese sentido, Briceño-Iragorry precisa tres moldes que definen a San Agustín como santo, sabio y héroe. Como sabio, la primera de las grandes pasiones de San Agustín, la búsqueda del conocimiento dónde, después de un largo recorrido, se coloca al servicio de la religión, para alcanzar la “cúspide espiritual del cristianismo antiguo.” La extensa compilación de lecturas, predominantemente filosóficas, lo conducirán a buscar las que lo acerquen a Dios. Luego, como héroe sus batallas fueron en el interior de sí mismo, ante la disposición tardía de aclarar sus dudas. Su vida entregada a las inclinaciones mundanas, dan muestras de una existencia desordenada. Finalmente, como santo alcanza la luz del espíritu y la purificación de su naturaleza por lo cual, “se le llama Doctor in gratia.”

La lectura de las Sagradas Escrituras y, en especial, las cartas de San Pablo, conducen a San Agustín a rectificar su camino. Recordemos que San Pablo, también conocido como Paulo de Tarso, (Cilicia, 5 en o d.C – 65 o 67 d.C.), nacido en el seno de una familia judía, en su juventud fue perseguidor de los cristianos. Se convierte al cristianismo en el camino de Damasco, por sentir la voz del mismo Jesús y se consagra como misionero que predica el evangelio. A pesar de las muchas desventuras que sufrió nunca desfalleció en su misión, hasta su trágica muerte. Veamos ahora como Briceño Iragorry se expresa de San Pablo, ya convertido al evangelio:

San Pablo no pidió a los gálatas, ni a los efesios, ni a los romanos la renuncia de su tradición nacional. Para enseñarles a Cristo, tomó el lenguaje de los diversos pueblos gentiles. El sentido comunitario de la Iglesia se compadeció con lo particular de cada nación. Distinto es el caso del nacionalismo agresivo de los pueblos y de los conductores que se creen superiores al resto del género humano. (Briceño Iragorry, 1966, p. XVIII).

 

En esta premisa, Don Mario, sintetiza en los elementos de la misión de vida de Pablo, el compromiso de generar transformaciones en la mentalidad de los pueblos y la fidelidad, como cristiano, de servir a Dios. En su conferencia engrandece en San Agustín: “la vida de los que seguían a Cristo en la soledad de los desiertos y lograban la perfección por medio de ásperas disciplinas en que no intervienen para nada el esfuerzo de los sistemas ni el brillo de las Academias, (…).” (Briceño Iragorry, 1930, p.16). Las distracciones propias del espíritu terrenal del Santo de Hipona, determinan ese camino tortuoso de avances y retrocesos. El padecimiento de Agustín se profundiza en la retórica de don Mario: ¿Podrá describirse la lucha profunda de las sombras que en la noche generan las auroras y el dolor del carbón que bajo la presión diuturna de las capas geológicas se torna en diamante luminoso? (p.17).

En la develación de las dudas, Mónica, la madre de Agustín, contribuye con larga paciencia en la enmienda de los pasos de su hijo. La influencia de los consejos de Mónica, quien también alcanzara la gracia de la santidad, en la conversión de su hijo, hacen posible  interpretar y enaltecer, este momento histórico que vivimos en Venezuela, como creyentes católicos y, muy específicamente, en nuestro pequeño universo trujillano, ante la inminente canonización del Dr. José Gregorio Hernández, la presencia de la madre en la formación espiritual de los hijos, en Josefa Antonia, madre de nuestro santo trujillano; en doña María Iragorry, madre abnegada de un cristiano fiel como lo fue Mario Briceño-Iragorry.

La savia nutricia espiritual se cultiva en los hogares, alrededor de la mesa familiar, es un llamado continuo de doña Beatriz Briceño-Picón al hablar de la vida y obra de su padre, en la práctica continua de la oración y la manifestación en acciones teniendo como premisa el compromiso cristiano de las virtudes de humildad, caridad, solidaridad. El texto Saldo (1956) de Mario Briceño-Iragorry se configura en manifiesto de estas prácticas cristianas. La familia reunida alrededor de la mesa, práctica ocasional, en los últimos tiempos, gracias al aislamiento que propician las nuevas tecnologías, debe ser recuperado como espacio del encuentro de la familia, de las celebraciones. Incentivar el amor a Dios desde la gratitud y la oración.

En la lectura del libro Confesiones (397 a 400 d.C), San Agustín relata su tortuoso camino para alcanzar la gracia de Dios en su conversión. Con la figura de San Pablo, Don Mario nos invita a leer las Sagradas Escrituras, en los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de San Pablo. Resignificamos el discurso coherente del catolicismo de don Mario, en sus prácticas cotidianas y enseñanzas devotas, por ejemplo, el referido discurso agustiniano, su hábito como terciario franciscano, los discursos, Franciscanismo y pseudofranciscanismo (1932) y MaríaCaracas o la unidad de la patria (1952), entre otros. Evidencias de su incesante práctica cristiana, en tanto que, “El justo vive por la fe.” (Carta a los Romanos, Cap.1:17).-

 

Referencias:

Briceño-Iragorry, Mario (1991). Obras completas, Vol. 10. Ideario Político Social IV (Pensamiento Católico), Caracas: Ediciones Congreso de la República.

__________________ (1966). Obras Selectas, Madrid-Caracas: Edime.

Copleston, Frederick (2000). Historia de la Filosofía, Tomo 2. De San Agustín a Escoto, Barcelona: Ariel.

San Agustín (2010). Confesiones, Introducción, traducción y notas de Alfredo Encuentra Ortega, Madrid: Gredos

Fuente: Diario de Los Andes- https://diariodelosandes.com/la-inclinacion-agustiniana-en-mario-briceno-iragorry-por-libertad-leon-gonzalez/

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba